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La dieta mediterránea conlleva un alto consumo de productos frescos y recomienda el consumo de aceite de oliva como grasa principal, así como aumentar la ingesta de pescado.
Adiós al desorden en las comidas

Adiós al desorden en las comidas

Engullir a salto de mata puede generar importantes alteraciones en la salud de nuestro aparato digestivo, además de graves enfermedades. Con motivo del Día Mundial de la Salud Digestiva, los expertos nos dan las claves para que esto no suceda

p. manzanares

Sábado, 28 de mayo 2016, 09:00

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Para celebrar el Día Mundial de la Salud Digestiva, que se celebra mañana domingo y que este año está dedicado a la dieta y el intestino, la Fundación Española del Aparato Digestivo (FEAD) hace hincapié en la estrecha relación entre lo qué comemos, cómo lo comemos y el desarrollo de síntomas gastrointestinales.

Según los expertos, para mantener una buena salud intestinal se deben tener en cuenta tanto los hábitos saludables a la hora de comer como la dieta. «Somos lo qué comemos, pero también cómo comemos. La combinación de ambos aspectos favorece la prevención de las enfermedades intestinales. En otros casos, como en las intolerancias o las alergias, la dieta tiene una incidencia directa sobre el intestino», afirma el doctor Francesc Casellas Jordà, especialista en Aparato Digestivo y experto de la FEAD.

Por otra parte, comer de forma desordenada, desequilibrada y sin horarios, puede ser un factor que redunde en empeorar la salud por ejemplo, provocando obesidad o, a la larga, ser un factor de riesgo de enfermedades graves como cáncer de colon.

Y es que comer bien no significa exclusivamente comer alimentos de calidad sino que implica seguir una serie de pautas relacionadas con hábitos de vida saludable que engloban: seguir un horario regular de comidas, masticar bien, y conservar y preparar correctamente los alimentos. «Además, una dieta variada, rica y equilibrada basada en la dieta mediterránea es muy recomendable para mantener la salud digestiva», añade el doctor Casellas.

La mantequilla no es más sana que la margarina

  • SABÍAS QUE...

  • Descubramos los mitos de la alimentación más comunes y señalemos, junto al doctor Francesc Casellas Jordà, especialista en Aparato Digestivo y experto de la FEAD, la gran mentira que esconden.

  • Beber agua en las comidas engorda.

  • El agua no aporta calorías y es de consumo imprescindible para nuestra hidratación. Hay enfermedades en las que se retiene agua, y ello se traduce en una ganancia de peso, pero se debe a un acúmulo de agua y no a un incremento de peso real.

  • La mantequilla es más saludable que la margarina.

  • Las margarinas contienen grasas de origen vegetal así que aportan grasas insaturadas que son más saludables que las de la mantequilla. Además, las margarinas son ricas en vitaminas hiposolubles, lo que les añade valor nutricional.

  • La fruta al final de la comida engorda.

  • Cada fruta tiene su aporta calórico y es el mismo independientemente de cuando se consuma. Es recomendable fomentar su consumo ya que aporta fibra alimentaria, vitaminas y antioxidantes de efecto beneficios para la salud.

  • Los lácteos son para los niños.

  • Su consumo se recomienda tanto en niños como en adultos por beneficios como prevenir la osteoporosis o favorecer el crecimiento de una flora bacteriana intestinal saludable probiótica. Además es fuente de vitamina D.

  • Hay que complementar la dieta con suplementos vitamínicos.

  • Solo en casos en los que sea necesario, como durante en el embarazo. Cuando se lleva una dieta equilibrada no es necesario, es más, el consumo excesivo e indiscriminado es innecesario y puede llegar a ser perjudicial.

  • Los productos integrales engordan más.

  • Los alimentos integrales tienen un mayor contenido en fibra y un mayor valor nutritivo que su equivalente refinado, pero su aporte calórica es similar. De hecho, no solo no engordan más sino que por su efecto saciante pueden ayudar en dietas de adelgazamiento. Los azúcares no refinados contienen vitaminas y fibra no absorbible, cuyo consumo favorece nuestra salud al prevenir la constipación, el cáncer de colon y la hipercolesterolemia.

La dieta mediterránea conlleva un alto consumo de productos frescos como frutas, verduras, legumbres y cereales; y recomienda el consumo de aceite de oliva como grasa principal así como aumentar la ingesta de pescado.

¿Intolerancia o alergia?

Desde el punto de vista las de los trastornos funcionales digestivos, es importante distinguir entre alergia e intolerancia y cómo afectan al organismo. Los individuos con alergia presentan una reacción adversa o respuesta alterada del sistema inmunitario ante la ingestión, de un alimento, o a un componente del mismo. El cuerpo desarrolla, entonces, 'anticuerpos' llamados inmunoglobulina E (IgE). Un ejemplo de alergia alimentaria puede ser la alergia a las proteínas de la leche de vaca.

En el caso de las intolerancias, en cambio, ante la ingestión de un alimento o componente de un alimento, se produce una reacción adversa del propio metabolismo, sin participación del sistema inmunológico, que se debe a una incorrecta digestión, asimilación o aprovechamiento de alguna sustancia del alimento. En la mayoría de los casos la intolerancia se manifiesta en forma de alteraciones digestivas, distensión abdominal, diarreas o pérdida de peso al no poder absorber bien los nutrientes. Un ejemplo sería la intolerancia a la lactosa.

Las más frecuentes

«Cuando existe relación entre lo que se come y el posterior desarrollo de síntomas gastrointestinales, se hace necesaria una dieta específica. Este es el caso de la enfermedad celíaca, las intolerancias alimentarias y las alergias digestivas o las dolencias intestinales como el síndrome del intestino irritable», constata el doctor Casellas.

Como vemos, la dieta se relaciona con la salud, y también con la enfermedad, así que «es importante» que los pacientes reciban pautas sobre la dieta apropiada y consejos de vida saludable, «especialmente en relación a patologías como el síndrome del intestino irritable, la intolerancia a algunos alimentos o la enfermedad celíaca», agrega el experto.

Las intolerancias más frecuentes y prevalentes son la intolerancia a la lactosa y al gluten o enfermedad celíaca. La persona intolerante a la lactosa (azúcar de la leche) no produce suficiente cantidad del enzima lactasa, que permite la digestión de la lactosa, por lo que no puede metabolizar y absorber este ingrediente. También son muy prevalentes la intolerancia a edulcorantes como la fructosa o el sorbitol o a algunos aditivos utilizados en la conservación de los alimentos.

En la enfermedad celíaca, que afecta al 1% de la población, el consumo de alimentos que contienen gluten, una proteína presente en muchos en cereales como el trigo, el centeno, la cebada y la avena, se relaciona con la aparición de síntomas intestinales, e incluso extraintestinales. En los últimos tiempos la mejora de la tecnología en las pruebas diagnósticas y un mayor conocimiento de los mecanismos desencadenados por el gluten, han permitido detectar otros trastornos relacionados con su consumo. «Son patologías como la denominada sensibilidad al gluten no celíaca, que puede afectar a más de 10% de la población, y que también provoca la aparición de síntomas intestinales, pero actúa mediante procesos diferentes a la enfermedad celíaca», explica el experto de la FEAD.

Probióticos y dieta FODMAP

Las intolerancias alimentarias pueden ser frecuentes en la población general, pero en referencia al síndrome de intestino irritable (SII) éstas pueden llegar a afectar hasta a un 40% de las personas que lo padecen. «Es importante buscar las dietas más adecuadas para los pacientes que sufren síndrome de intestino irritable excluyendo los alimentos que el propio paciente detecta que le provocan sintomatología», afirma el doctor Casellas.

En este sentido, se ha detectado una mejora de los síntomas en los pacientes que adoptan la dieta FODMAP, que es una dieta pobre en oligosacáridos, disacáridos, monosacáridos y polioles fermentables, incluyendo la fructosa, la lactosa, los cereales y los edulcorantes que, entre otros, mejoran los síntomas de esta enfermedad.

En el sentido opuesto a excluir alimentos para mejorar una intolerancia o una sensibilidad, está el favorecer el consumo de alimentos que aportan beneficios a la salud intestinal. Este es el caso de los alimentos que contienen probióticos.

Los probióticos se pueden definir como aquellos microorganismos vivos que se introducen en la dieta, y que tras ser ingeridos en cantidad suficiente, ejercen un efecto positivo en la salud, más allá de los efectos nutricionales tradicionales. «El consumo de polisacáridos no absorbibles de los alimentos que estimulan el crecimiento de los probióticos, también denominados prebióticos, tiene efectos beneficiosos porque favorecen el desarrollo de una flora bacteriana saludable que, por ejemplo, actúa en la prevención del cáncer de colon», explica el doctor Casellas.

Problemas de estómago

El 40% de la población española no va al médico cuando tiene acidez, náuseas, sensación de plenitud o dolor abdominal. Y todo ello pese a que un 30% de los españoles confiesa sufrir problemas de estómago, según datos extraídos de una encuesta reciente realizada a nivel nacional por Allergan con el objetivo de profundizar en el nivel de conocimiento de la población española sobre el Helicobacter pylori, una bacteria que está detrás de esos síntomas en algunos casos.

El Helycobacter pylori es una bacteria de forma espiral que se encuentra en el estómago y el duodeno de aproximadamente la mitad de la población en España, aunque solo provoca enfermedad en un pequeño porcentaje de estas personas.

El doctor Javier Pérez Gisbert, médico especialista de Aparato Digestivo en el Hospital de la Princesa en Madrid, afirma que ante la presencia de molestias «hay que acudir al médico de atención primaria, porque hay pacientes que se automedican de forma regular, y eso tiene dos riesgos: por un lado, que pasen desapercibidas enfermedades graves que, diagnosticadas a tiempo, pueden tener tratamiento. Por otro, si no se diagnostica la enfermedad ni se pone tratamiento, hace que se perpetúe en el tiempo y merma la calidad de vida de los pacientes».

Habitualmente, el diagnóstico de la infección por Helicobacter pylori se realiza mediante tests no invasivos, como uno de aliento que emplea una sustancia específica para detectar esta infección o la cuantificación de proteínas del germen en una pequeña muestra de heces. «Una vez determinada su existencia, existen tratamientos que, si son cumplidos por parte del paciente siguiendo las indicaciones de su médico, erradican la bacteria. Es fundamental que el paciente consulte con su médico de atención primaria antes de tomar cualquier decisión» recalca el doctor Enrique Domínguez-Muñoz, Jefe de Servicio de Aparato Digestivo del Hospital Clínico Universitario de Santiago de Compostela.

De acuerdo con los especialistas, que las personas que tienen la bacteria desarrollen o no alguna enfermedad gástrica depende de factores como la predisposición genética, lo agresiva que sea la bacteria y factores ambientales como el tabaco, que puede favorecer el desarrollo de úlceras.

«Los síntomas digestivos son muy frecuentes en la población general. Son muchas las personas que padecen de síntomas como ardor o dolor de estómago, sensación de digestiones lentas o hinchazón con mayor o menor frecuencia. Esto hace que la búsqueda de remedios caseros o la automedicación sean muy frecuentes en estos casos. Obviamente este enfoque no es correcto sin que antes se haya alcanzado un diagnóstico concreto o, al menos, que se haya descartado una enfermedad relevante. Esto es especialmente importante en pacientes con síntomas o signos considerados de alarma, como pérdida de peso, vómitos repetidos o anemia», concluye el doctor Domínguez-Muñoz.

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