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Un paciente entra en las Urgencias de un hospital.
Objetos impensables en el cuerpo humano

Objetos impensables en el cuerpo humano

Un libro recoge las anécdotas más sorprendentes que se encuentran los profesionales sanitarios en su trabajo diario

Daniel Roldán

Domingo, 21 de febrero 2016, 08:24

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Confundir un citroën con un sintrom puede tener su lógica, como que una señora da avanzada edad pida unos girasoles cuando quiere decir aerosoles. También tiene su gracia que una persona solicite, de forma muy seria y convencida de lo que dice, un 'Nabotil'. En realidad lo que desea es un nolotil. Estas confusas situaciones provocan una sonrisa de complicidad por parte de los enfermeros y los médicos que atienden a los sufridos pacientes, ignorantes muchas veces de los complicados nombres de medicamentos.

Pero estas confusiones se convierten en extrañas explicaciones cuando un señor aparece con una manzana introducida en el ano. Entera. O cuando una joven tiene irritada la zona vaginal tras usar el aceite de motor como lubricante sexual. Las sorpresas son continúas en los servicios médicos, sobre todo en Urgencias. Aunque te creas que lo has escuchado todo, no es así. Siempre hay algo que te sorprende, asegura Elisabeth G. Iborra. La periodista zaragozana contó muchas batallitas en 'Anécdotas de enfermeras', pero no todas. Muchas me decían si no sabía tal o cual. Así que me planteé hacer otro libro, explica. Así nació 'La medicina todo locura' (MR Ediciones), donde cuenta los casos más extraños que se han encontrado los profesionales sanitarios en el ejercicio de su trabajo.

Casos que le iban llegando a Iborra de todas las maneras posibles, por correo electrónico, por teléfono e incluso me mandaban un mensaje después de salir de un turno para contarme cosas antes de que les olvidase. También a través de las redes sociales le llegaban noticias impensables que después tenía que comprobar para formar la lista que aparece en el libro. Un conjunto prácticamente inabarcable que engloba todo tipo de casos, como aquel caballero que misteriosamente tenía dos botellines de cerveza vacíos y sin chapa introducidos en el ano.

Los elementos extraños hicieron ventosa y tuvieron que operarle para extraer los dos vidrios. Las verduras y los botes son un auténtico clásico, indica la autora. Pepinos, berenjenas, manzanas y plátanos son productos clásicos en las salas de Urgencias. Creo que detrás de estas decisiones tiene que estar el pensamiento mágico de que a mí estas cosas no me van a pasar. Nadie piensa que le van a poner puntos por introducirse un bote de champú, afirma la autora. Que la gente se dé cuenta de que para ciertas cosas ya están los sexshops y te evitan el bochorno, añade.

Este libro, además de para reírse, tiene otro objetivo para Iborra: Que muchos comprendan el trabajo que están haciendo los profesionales. Si no te atienden es porque hay un caso mucho más grave. Tenemos que enfatizar con estos trabajadores. Enfermeros, médicos, ya sean novatos o veteranos, que ven de todo. Como aquella madre que fue a Ginecología con su hija quinceañera ya que había decidido (la progenitora) cortar el rabito al tampón que llevaba su hija. El problema es que el tampón estaba dentro de la muchacha y no había manera de sacarlo. También están los problemas de idiomas, como aquel extranjero al que le dieron un bote en una consulta y trajo una muestra de semen; después de decirle que era otra cosa, llegó con un bote de heces; y, a la tercera, acertó.

Pero el hecho curioso que desata la incomprensión de los profesiones es esa familia que después de pasar todo el día en la playa, aparece por Urgencias con los bártulos de la playa y llenos de arena afirmando que les duele la cabeza desde el otro día. Hay gente para todo, como dijo el torero.

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