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Sin humo en los psiquiátricos

Sin humo en los psiquiátricos

El consumo del tabaco en estas zonas hospitalarias donde la ley permitía fumar no es un beneficio para los enfermos

Daniel Roldán

Domingo, 8 de noviembre 2015, 07:41

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El último día del año se concluyen los preparativos para el ágape nocturno o la comida para recibir el Año Nuevo, se dan los últimos toques al traje de cotillón o simplemente se va a tomar el aperitivo con los amigos. Ese 31 de diciembre, pero de 2010, fue el penúltimo día en que se pudo fumar en un local público cerrado en España. La ley antitabaco, que había entrado en vigor cuatro años antes demostró, su ineficacia al permitir que bares y locales de ocio con menos de 90 metros cuadrados tuvieran clientes fumadores. De esta manera, la gran mayoría de bares siguieron como si nada. Ante este pinchazo, el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero decidió prohibir totalmente el tabaco en espacios cerrados.

Desde el 2 de enero de 2011 no se puede fumar entre las cuatro paredes de un espacio público, salvo en las prisiones y en los psiquiátricos de media-larga estancia. Ambos lugares debían tener una zona acondicionada para fumar «con ventilación propia», y se convirtieron en un rareza legislativa, por lo que la vida del fumador no se vio alterada ni en hospitales ni en las prisiones. La rutina siguió igual y, en algunos centros, la zona habilitada para los enfermos mentales se convirtió en el fumadero al que acudían los profesionales sanitarios de todo el hospital adictos a la nocotina.

Pero unos cuantos médicos se preguntaron qué pasaría si en las zonas para enfermos mentales se prohibiera fumar como ocurre en el resto del país. «El primer problema que nos encontramos fue con los sindicalistas. Nos decían que estábamos coartando derechos de los trabajadores», recuerda el doctor Rainer Oberguggenberger, jefe del servicio de Psiquiatría del área sociosanitaria del Hospital Son Espases.

Tras explicarles la medida y conseguir el beneplácito de los trabajadores -«Al final, era lo más importante»- en este centro balear se puso en marcha el plan. Se quitaron los ceniceros y se dejó de suministrar tabaco a los enfermos bajo una estrecha vigilancia de los galenos. «Se entendía que el tabaco formaba parte de la atención psiquiátrica, como algo común desde hace decenas y decenas de años. Incluso antes había trabajadores sociales o bedeles que tenían como objetivo comprar y suministrar tabaco. Era absurdo», explica el doctor de Palma. «Los profesionales sanitarios deberían intervenir al respecto ya que la dependencia de la nicotina es un trastorno adictivo recogido y catalogado por el Manual Diagnóstico y Estadístico de los trastornos mentales», comenta el doctor Oberguggenberger.

Después de tomar esta decisión quedaba por ver qué pasaba con estos pacientes. «Lo veían muy bien porque les dábamos una experiencia novedosa. Podían estar sin tocar una cajetilla por unos días o unas semanas. Y esto es un valor añadido», comenta. Los casos más agudos estaban excluidos de esta prueba clínica. Y el resultado fue sorprendente. No les pasaba absolutamente nada. Los resultados de los tratamientos no se veían alterados por la retirada del tabaco. Tenían las mismas consecuencias que sobre cualquier persona que deja durante una temporada la nicotina. Recuperaban el gusto y ganaban algo de peso. «La gente esperaba revoluciones, resistencia o irritabilidad. Y nos sorprendimos nosotros mismos de que no pasara nada de eso», apunta el doctor Oberguggenberger. Con los pacientes que tenían una mayor dependencia del tabaco se optó por una opción menos dramática: los parches de nicotina. El resultado de la experiencia en este colectivo fue el mismo. No hubo ningún problema.

Más ensayos

Los contactos entre los especialistas y la propia iniciativa de algunos de ellos provocaron que esta experiencia se repitiera casi de forma simultánea en Aragón, Cantabria o Asturias. «La marcha atrás de esta ley no es aconsejable, toda vez que aporta beneficios, tanto a nivel del paciente como del equipo», apunta el doctor Carmelo Pelegrin, jefe de servicio del hospital de Huesca. No obstante, los expertos señalan que las ventajas son pequeñas. «Los posibles beneficios del tabaco para la salud mental sobre la función cognitiva y la ansiedad son, en cualquier caso, modestos y transitorios», apunta la doctora Ana de Santiago.

«La prohibición no les hace mejorar pero puede suponer un cambio a corto plazo. Es un granito en un tema más complejo y por algo debemos empezar», añade el doctor Oberguggenberger. Junto a sus compañeros, reclama un trabajo a nivel nacional que evalúe estas actuaciones que también beneficiaron a los trabajadores. Dejaron el tabaco.

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