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El contacto con las costumbres indígenas le llevó a someterse a ritos de vudú en Haití o al brutal ritual de iniciación de los niowra en Papúa-Nueva Guinea. B. Allen
Al rescate de Benedict

Al rescate de Benedict

Alivio en Inglaterra tras el hallazgo de su más famoso aventurero. Se perdió en Papúa-Nueva Guinea buscando a los yaifo, una tribu que colecciona cabezas y jamás tuvo contacto con el exterior

Antonio Corbillón

Sábado, 18 de noviembre 2017, 01:06

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Lo han recogido y está a salvo». El mensaje, ayer tarde, de la agencia de Benedict Allen, el aventurero más famoso de Gran Bretaña, extendió un soplo de alivio entre sus miles de admiradores. Lo último que habían sabido de él fue el tuit que colgó el 11 de octubre: «Me voy a Heathrow (aeropuerto de Londres). Puede que sea por un tiempo. No traten de rescatarme, por favor, a donde voy en Papúa-Nueva Guinea nunca me encontrarán».

Este explorador, curtido en el molde clásico de figuras como Livingstone o Stanley, llevaba un mes largo aislado en las selvas más remotas de uno de los países más desconocidos. Incluso para Allen, el explorador vivo que más tiempo ha viajado solo por lugares inhóspitos y aún puede contarlo.

También lo volverá a hacer esta vez después de que fuera rescatado ayer en helicóptero y trasladado a un hospital de Port Moresby, capital de Papúa. Aunque antes tendrá que recuperarse de una fiebre que parece malaria y que pudo ser la causa de que se desorientara del todo en las remotas junglas.

Benedict Allen ha recorrido los lugares más remotos. Desde la selva peruana al infierno helado de la tundra rusa. B. Allen
Imagen principal - Benedict Allen ha recorrido los lugares más remotos. Desde la selva peruana al infierno helado de la tundra rusa.
Imagen secundaria 1 - Benedict Allen ha recorrido los lugares más remotos. Desde la selva peruana al infierno helado de la tundra rusa.
Imagen secundaria 2 - Benedict Allen ha recorrido los lugares más remotos. Desde la selva peruana al infierno helado de la tundra rusa.

Aquel tuit de despedida iba acompañado de una foto propia en la que cargaba una gran mochila. Pero en ella no llevaba ni teléfono satelital ni GPS. Solo su habitual trozo de papel higiénico en el bolsillo trasero de su pantalón («ya sabes, el papel higiénico siempre es útil», comentó una vez en la guía para mochileros Lonely Planet).

Su blog de viajes es una cuidada herramienta propagandística de su vida, convertida en una industria de libros, documentales y hasta ropa (siempre se le ve perfectamente uniformado de aventurero). En ese diario digital explicaba en septiembre sus planes. La idea era viajar a Papúa-Nueva Guinea, subirse a un helicóptero que le trasladara a la misión abandonada de Bisorio, un casi inaccesible escenario donde los cocodrilos comparten la tupida floresta con la tribu yaifo.

Estos indígenas son una de las últimas comunidades que nunca han tenido trato exterior. Salvo con el propio Benedict, que hace treinta años, cuando tenía 26, logró que le admitieran a regañadientes unos días. En aquella ocasión les montó «una fiesta» (nunca ha explicado en qué consistió) para ganarse su confianza. Lo hizo cuando era joven y alocado, tal vez sin saber que una de las costumbres de esta gente es coleccionar las cabezas de sus enemigos como trofeo. Había realizado otras visitas previas a esta tribu que nadie, salvo él, ha visto jamás. «La última vez, los yaifo me saludaron con un aterrador espectáculo de fuerza, una enérgica danza con sus arcos y sus flechas», relataba en el blog. Esta vez pretendía «crear un registro breve de sus vidas».

«Soy un gato que ha usado seis de sus nueve vidas», presume Allen en su biografía

Las alarmas saltaron el pasado domingo. Aquel día se le esperaba en Port Moresby, donde debía subirse a un avión para viajar a Hong Kong para reunirse con la Royal Geographical Society. Casado y con tres hijos menores de diez años, su familia de Bristol ha vivido la espera como «una pesadilla».

Las esperanzas para el feliz rescate aumentaron el jueves cuando el corresponsal de la BBC en la zona, amigo de Allen y su último contacto con el exterior, Frank Gardner, afirmó en otro tuit que «ha sido avistado vivo y bien cerca de una remota pista de aterrizaje».

Kevin Copley, misionero de las Nuevas Tribus, en la perdida provincia de Sepik, había advertido al diario 'The Sun' que «está sano pero pide ser rescatado». Debió pasar los últimos días con la tribu kewa, que «son buenas personas».

Se comió su propio perro

En estas tres décadas el atractivo trotamundos se la ha jugado en todos los escenarios posibles. Desde cruzar la Amazonia a pie y sobrevivir a las balaceras de sus bandoleros, a comerse a su propio perro para sobrevivir o atravesar el desierto de Namibia durante tres meses a lomos de un camello respondón y agresivo. Pero lo más duro lo vivió precisamente en Papúa-Nueva Guinea cuando se sometió al rito de iniciación de la tribu niowra, donde le obligaron a comer carne hasta la extenuación y masacraron su fornida anatomía con cicatrices que simulan las aristas de la espalda de un cocodrilo.

Este carismático personaje, mezcla de Indiana Jones y Félix Rodríguez de la Fuente, desarrolló hace 25 años la técnica de la autofilmación. Él mismo portaba la cámara con la que iba grabando sus aventuras que, gracias a la BBC, le han convertido en un rostro muy popular. El amor por el riesgo le vino de su padre, el piloto de pruebas Collin Allen, instructor de vuelo del príncipe Felipe de Edimburgo. Su mujer, Lenka, asegura que «hasta ahora no había hecho nada así de aterrador». Pero él solo parece responder a sus instintos. Como dice en su biografía: «Soy un gato que ha usado seis de sus nueve vidas». Ahora ya solo le quedan dos.

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