Secciones
Servicios
Destacamos
Lunes, 14 de agosto 2017
Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.
Compartir
Soy de la opinión de que la gran mayoría tendemos a no poner la suficiente atención a las tareas más básicas que realizamos en nuestro día a día. Y cuando digo tareas básicas, me refiero a las más esenciales acciones que nos definen como seres humanos, entre las que, por supuesto, se encuentra el bello arte de ingerir alimentos, o llanamente comer. Definitivamente, uno de los temas que más de sí puede dar durante una conversación. Y, sin embargo, solemos decidir instantáneamente lo que vamos a meternos a la boca, llevados por impulsos, cuando en realidad hay preguntas que necesitarían un análisis exhaustivo antes de ser respondidas. ¿Dónde vamos a comer hoy? Ya se sabe que cuando se trata de alimentarse no hay decisión sencilla. Pero esta pregunta es especialmente complicada cuando estamos fuera de casa, y además en un país extranjero.
He llegado a pasar horas 'googleando' con la intención de encontrar un restaurante en Copenhague que me salve la hora del almuerzo. Relación calidad-precio, un mito en el país escandinavo. Los hosteleros daneses parecen haber organizado un complot contra mi búsqueda del clásico sitio bueno y barato que tanto nos gusta a los españoles. Mis opciones saltan radicalmente de exclusivos menús que superan los cincuenta euros a alternativas 'low-cost' tipo pizza, hamburguesa y una amplia variedad de kebabs. Desesperado, acabo haciéndome un sándwich en casa. Por suerte, aún me queda una 'latilla' de atún en aceite de oliva que me traje en la maleta en mi última visita a España.
Mucho ha dado que hablar la dieta mediterránea, algo que ya se conoce hasta en Japón, pero aún me queda la duda de qué es lo que realmente conforma la dieta escandinava. Hace unos días me quedé absorto después de que un amigo danés hiciese la siguiente afirmación categórica: «Si fuese a un buen restaurante, nunca iría a un restaurante danés». Partiendo de la premisa de que nunca en la vida podría decir lo mismo sobre la comida patria, me dispuse a desgranar cuáles eran las razones por las que alguien podría pronunciar semejante afrenta nacional.
Mirando la oferta gastronómica de Copenhague, descubro que hay dos puntos que conviene destacar. El primero es la fuerte influencia de la comida internacional en la ciudad. Es verdad que la apertura de restaurantes indios, italianos y chinos no es un fenómeno exclusivo de la capital danesa, pero lo cierto es que aquí la práctica totalidad de los restaurantes son de influencia extranjera. Algo que me lleva directamente al segundo punto. Existe un movimiento llamado nueva cocina nórdica, la cual intenta volver a poner en valor los productos locales de temporada cocinados de forma novedosa. El reconocido chef Claus Meyer, cofundador del galardonado restaurante Noma, es su máximo referente. Bien sabemos también que el esfuerzo que Meyer y otros nuevos cocineros han hecho por la cocina escandinava se paga, y se hace a precio de oro.
Hay por lo tanto una brecha entre lo que Dinamarca ha bautizado como gastronomía escandinava y la cultura culinaria del propio país. Un país en el que los mercados de barrio, carnicerías y pescaderías han desaparecido, dejando paso a exclusivos mercados orientados al turismo y cadenas de supermercados líderes en la venta de alimentos procesados. Entre otras cosas, se ha dejado de lado el consumo de pescado fresco, a pesar de ser un territorio rodeado de mar, incrementando al mismo tiempo el consumo de productos cárnicos. Actualmente, Dinamarca registra más de cinco cerdos por habitante, la práctica totalidad de su carne se procesa y se vende en envases con la bandera danesa. Sobre todo, que uno sepa que es producto de la tierra, oiga.
Hay que entender primero que la forma de comer que tienen los daneses es muy diferente a la nuestra. Empezando por un horario más temprano, que fomenta las comidas rápidas y ligeras. Para muchos, una rebanada de 'Rugbrød', pan de centeno danés, es la base del almuerzo. Encima se pueden añadir diferentes combinaciones de alimentos precocinados o crudos. La cena, a media tarde, es la que realmente se cocina y sirve como pilar alimenticio del día. De esta manera, es natural entender que la población no ponga tanto énfasis a la hora de comprar productos frescos.
Al mismo tiempo, también es cierto que la sociedad danesa empieza a ver normal el consumo de productos ecológicos y saludables, poniendo más atención sobre la procedencia y propiedades de lo que están comiendo. Los hábitos alimenticios lo son todo, incluso si estamos hablando de uno de los mayores exportadores de carne de cerdo en la Unión Europea. De momento, se siguen conservando las más fieles tradiciones de servir cada Navidad platos como 'stegt flæsk', panceta frita con patatas y salsa de perejil, o 'flæskesteg', trozos de cerdo asado. El cerdo sigue siendo el producto estrella alrededor del que giran la gran mayoría de platos tradicionales daneses. Sin embargo, el país promueve en gran medida los productos orgánicos provenientes de la agricultura ecológica.
Quién sabe si poco a poco el país empezará a rediseñar su cultura culinaria introduciendo una más amplia variedad de productos en su recetario. Puede que, con el tiempo, gente como mi amigo empiece a generar el mismo fervor hacia las recetas danesas como yo lo tengo con las de mi país. Quizás una nueva hornada de emprendedores puedan llevar de verdad la gastronomía nórdica a la calle, arrancando negocios de comida al alcance de los más jóvenes, donde se sirvan productos locales y de calidad, sin que por ello el comensal deba dirigirse al banco más cercano a pedir un préstamo.
Ingeniero industrial. Bilbao. 26 años, en paro. Tras cinco meses en Asia, se ha instalado en Copenhague.
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.