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Luis Calero. Damián Torres
¿Quién es Luis Calero?

¿Quién es Luis Calero?

Nieto de notario e hijo de un registrador de la propiedad, desde niño supo que su futuro estaba ligado al Derecho. No se arrepiente de haber dado continuidad a la tradición familiar, aunque tampoco quiso influir en la voluntad de su hijo periodista. Además de la faceta profesional, heredó la pasión por el Levante UD

MARÍA JOSÉ CARCHANO

Viernes, 12 de enero 2018, 13:50

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Se ríe al comenzar la entrevista. «Me recuerdas a mi hijo, que también es periodista». Habla de otro Luis Calero, siempre de viaje con el programa ‘Españoles en el mundo’. No ha sido su padre, sin embargo, muy amante de la exposición pública, y eso que se trata de uno de los abogados de prestigio de Valencia, a lo que une su faceta como consejero del Levante UD. Se sienta en su sillón en un despacho de los de antes, ubicado en la Gran Vía, con una mesa llena de expedientes, cerca de una manoseada ley de enjuiciamiento civil y con el ordenador en un rincón.

-Así que su hijo no decidió seguir el camino de la abogacía.

-Yo creo que desde que estaba en los Escolapios tenía claro que quería ser periodista. Y nunca lo insinuó.

-¿En casa le dejaron libertad?

-¿Qué vas a hacer? Además, encantado. No se trata de dar libertad, sino de que con 18 años uno estudia lo que quiere.

-¿Usted también estudió Derecho con esa autonomía, o las cosas eran distintas en su época?

-Era un poco diferente porque yo provengo de una familia de profesionales del Derecho. Mi abuelo fue notario y mi padre registrador de la propiedad. Yo estudié esta carrera por tradición, porque lo había oído hablar siempre en casa. Al acabar oposité a notarías pero al cabo de un tiempo lo dejé, ya que no reunía las condiciones; es muy difícil. Y con veinticinco años pensé: «Algo habrá que hacer en esta vida». Así que decidí presentarme en un despacho de abogados.

-¿Aprende uno a amar la profesión?

-Hay otros compañeros que pueden decirle que cada día la odian más. En mi caso no, siempre me ha gustado defender intereses ajenos. Y con la experiencia se aprende algo que no está en las leyes, que es conocer a las personas, un poco de sentido común para comprenderlas y también para ponerse en el papel de la otra parte.

-Tiene una faceta más conocida, que es la vinculada al Levante, como consejero. ¿Le ha dedicado desvelos?

-Voy a los partidos, sí, y como abogado en algunos momentos he intervenido más, sobre todo porque durante el concurso de acreedores fui de los pocos que aceptaron ser directivos. Y si pude echar una mano lo hice. Creo que un abogado no se arredra ante las dificultades y si hay que estar se está. Al final el club lo eliges.

Ese viaje que no llegó a hacer

Si mira hacia atrás, piensa en algún viaje pendiente. «Me ha gustado mucho hacer las maletas, así que siempre te quedas con algún sitio que no has podido conocer». En la faceta profesional también pudo haber momentos de cambio: «Me propusieron entrar en alguno de los grandes despachos». Entonces dijo que no y no sabe si acertó. «Ahora ya da igual, tampoco me ha ido tan mal», bromea.

-Bueno, seguro que alguien le metió el gusanillo.

-Fue mi padre, que era muy aficionado al fútbol. Vivíamos en Alberic cuando yo era joven y ya entonces, con un grupo de amigos, llevaban el club local, y yo oía hablar de fútbol continuamente. Cuando nos vinimos a vivir a Valencia por razones de estudios mi padre comenzó a ir por el Levante y llegó a ser directivo. Yo tenía entonces catorce o quince años y los jueves me llevaba a ver los entrenamientos y los domingos al partido. Y eso que en algunos momentos ser del Levante ha sido algo raro.

-¿Le ha quitado mucho sueño, alguna lágrima o quedarse sin cenar?

-Algún que otro disgusto sí me ha dado, pero lágrimas no, y cenar no suelo cenar. Me he criado en el fútbol pero no es lo más importante.

-¿Hasta qué punto se ha sentido abogado?

-Creo que moriré siéndolo, y siempre he pensado que los abogados no tenemos horario. Los domingos por la tarde, si no iba al campo, me ponía a trabajar en casa para preparar los asuntos de la semana. Ahora trabajo menos, vengo todas las mañanas al despacho, pero por las tardes hace ya un par de años que no lo hago. Es que acabo de cumplir 72 y todavía no me he jubilado, pero lo estoy pensando.

-¿Nota el paso del tiempo?

-La verdad es que no tengo la sensación de ser muy mayor y gracias a Dios no sufro grandes problemas de salud. Pero es cierto que los años no pasan en balde.

-Ahora que piensa en la jubilación, ¿cómo sería su balance?

-Quizás lo más importante es haber sido buen marido, buen padre, buen hijo y ahora buen abuelo. Un abogado con sentido común y que conscientemente no haya hecho daño a nadie. Y un gran amigo de mis amigos, los que conservo desde que estudiábamos en los Jesuitas.

-Tendrá más tiempo libre...

-Igual recupero mi gran afición, el senderismo. Hasta hace dos años iba a andar con un amigo y mi perro.

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