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El niño del campo que soñaba  con investigar

El niño del campo que soñaba con investigar

El científico valenciano Avelino Corma, que ha recibido reconocimientos de la talla del Premio Príncipe de Asturias, pasaba horas en el laboratorio de Químicas de la UV donde hizo el primero de innumerables experimentos

BEATRIZ LLEDÓ

Sábado, 23 de mayo 2015, 00:26

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El interés por la química de Avelino Corma (Moncofa, 1951) creció entre naranjos y patatas. Mientras ayudaba a su padre en el campo, las preguntas brotaban en su cabeza. Su progenitor, paciente, trataba de contestarle todos los porqués sobre los fenómenos de la huerta. Aquel pequeño, listo y despierto, nunca saciaba su curiosidad sobre el funcionamiento del mundo. A los 13 años trató de elaborar un pesticida contra los caracoles que se comían las hojas de los cítricos. Miró la fórmula de lo que creía que era el principio activo y compró en la farmacia los productos necesarios para prepararlo. El resultado: en lugar de acabar con los intrusos, fabricó un atrayente. Paradojas de la vida, su primer experimento fue fallido. Pero eso era lo de menos. Había sembrado la semilla del científico que es hoy.

Avelino Corma atesora una larga lista de reconocimientos de la talla del Premio Príncipe de Asturias, el Jaume I y el Premio Dupont. Es autor de más de 100 patentes y el científico español más citado en la literatura científica. Pero detrás de todo eso brilla un valenciano orgulloso de su tierra, enamorado de su trabajo y de su familia, que se escapa a su apartamento de Moncofa para disfrutar de sus amigos de la Penya del Trull y al que le gusta cocinar arroces y guisos de pescado. Un hombre sencillo y cercano que puede afirmar que sus sueños se han ido cumpliendo. «Primero soñaba con aprender y luego con investigar», revela.

Todavía recuerda cuando, de camino a las clases de Química, pasaba por delante del Instituto de Tecnología de los Alimentos, en Jaume Roig, y veía el Centro de Investigaciones Científicas (CSIC). «Yo tengo que investigar ahí», pensaba para sus adentros mientras le brillaban los ojos al contemplar aquel edificio. Y fue dando los pasos correctos para lograr eso y mucho más. Primero al decantarse por los números en el instituto. Porque a Avelino Corma le gustaba la Física y la Química pero también la Historia y la Filosofía. Y se le daban bien todas aquellas asignaturas. Pero eligió la rama de ciencias.

El laboratorio de la facultad de Químicas de la Universitat de València fue el escenario de sus primeros éxitos. Tras conseguir que el profesor Juan Palou le dejara unas llaves, las horas volaban entre tubos de ensayo y matraces de reacción. Allí se sumergía en experimentos que terminaron convirtiéndose en su tesina sobre reacciones catalíticas en fase homogénea, pero sobre todo, estudios cinéticos.

Profesores que le marcaron

«Guardo buenos recuerdos de mi etapa universitaria. Era una época también convulsa políticamente y siempre estábamos en movimiento». Además del profesor Juan Palou y Paco Tomás, de Química Física, se empapó de la sabiduría de los profesores Senent, en Física, José Beltrán en Química Inorgánica y Agustín Escardino en Ingeniería .

Después se doctoró en la Universidad Complutense de Madrid y se marchó dos años a la Queen's University de Kingston, en Canadá. Pero tenía claro que quería volver a España y desarrollar aquí su trabajo. Su profesor en Canadá le decía que allí tenía muchas más oportunidades. Era así pero había otros factores que pesaban más. «Aquí he sido muy feliz con mi familia y mi trabajo y estoy muy a gusto», reconoce.

Ya en Madrid, trabajando en el CSIC, le rondaba la idea de crear, junto al profesor Jaime Primo, un centro de investigación en Valencia. Entre bromas y verdades lo repetían una y otra vez. Y lo consiguieron. En 1990, y gracias al apoyo del entonces presidente del CSIC Emilio Muñoz y del rector Justo Nieto, nació el Instituto de Tecnología Química (ITQ), en unos locales habilitados en un aparcamiento de coches de la Universitat Politècnica de València. Cuatro años después se trasladaron al edificio que hoy ocupa y se ha convertido a Valencia en referente mundial en esta disciplina.

Muchos de los trabajos de Avelino Corma y su equipo se han plasmado en aplicaciones industriales. Como la mejora de combustibles, al lograr gasolinas con más octano y catalizadores, y disminuir la cantidad de azufre y nitrógeno en diésel y gasolina. Ahora desarrollan catalizadores para tratar gases de escape de motor diésel que eliminen partículas y óxidos de nitrógeno. También han desarrollado catalizadores para preparar intermedios en productos farmacéuticos y fragancias. «La química está en todas partes. En todo lo que utilizas en tu vida cotidiana. Desde que te levantas hasta que te acuestas».

Y en su caso, más todavía. Ha dedicado toda su vida a la ciencia. Trabajador incansable, se levanta a las seis de la mañana y dedica unas horas desde casa a leer y escribir antes de seguir su labor investigadora en el ITQ. No regresa hasta las ocho de la tarde. Ya en su hogar, con su familia, prepara la cena, ven alguna película en la televisión o leen antes de acostarse. Eso, si no tiene que viajar. Los contratos con empresas a través del centro, el tener que presentar resultados de las investigaciones y las conferencias le obligan a pasar más tiempo fuera de casa de lo que le gustaría. Porque allí donde esté, echa de menos su hogar. Y su tierra natal, Moncofa, a donde se escapa siempre que tiene un hueco y donde es feliz cenando con sus amigos. Disfruta de los pequeños placeres. Ir al mercado, escuchar música clásica, rock, jazz e incluso copla (según cuál sea su estado de ánimo). Y ver cómo su hija Anaïs, de 28 años, ejerce su vocación, la de médico. «Es un amor y tiene una gran entrega social», dice de ella.

Asegura que su profesión «es muy bonita», aunque admite que «necesita una dedicación total, pero te da muchas satisfacciones". Cuando hace una hipótesis y los resultados la confirman, le invade una sensación de alegría inmensa «porque has avanzado un pasito de hormiga». Y da igual la hora que sea, los días previos la comunicación entre los investigadores involucrados es constante. Todos están pendientes y nerviosos. Eso, por muchos éxitos que cosechen, nunca cambia.

Nuevos retos

Sobre la realidad actual, considera que España es una potencia media tecnológicamente, y reivindica la Formación Profesional. No sólo son necesarios buenos investigadores y técnicos superiores, «también buenos electrónicos, electricistas, torneros. Ese es uno de los éxitos de Alemania». Ahora sus retos pasan por seguir su labor investigadora, que se centra en dos líneas de materiales microporosos y en partículas y clústers metálicos. Y también tiene previsto pasar el testigo a las generaciones que vienen y que tomen el relevo. «Llegará un momento en el que nos vayamos jubilando, no sé cuándo, y puede que nos quedemos como asesores de la gente joven, ayudando en lo que nos pidan», comenta. Porque aquella curiosidad que nació en el campo y que su padre trataba de explicar, nunca le abandonará.

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