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Carlos de Inglaterra, entre su madre la reina Isabel y su hijo Guillermo. epa
Más descrédito para Carlos

Más descrédito para Carlos

Una nueva biografía del eterno heredero al trono de Inglaterraretrata el disgusto de la reina hacia Camila o la alarma del príncipe de Gales por el juicio al mayordomo de Diana

IÑIGO GURRUCHAGA

Viernes, 23 de marzo 2018, 00:32

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La simple realidad es que uno de los momentos más delicados para la monarquía británica tras la muerte de Diana se habría evitado si le hubiesen hecho caso al príncipe Carlos desde el primer momento. Para hacerse una idea, la reina Isabel II fue acusada en la Prensa de inventarse una mentira y de estar cerca de cometer un delito contra la Justicia para interrumpir, hace 14 años, el juicio contra Paul Burrell, mayordomo de la princesa.

El 'Daily Mail' está publicando esta semana un serial con capítulos de la biografía por Tom Bower 'The Rebel Prince: The Power, Passion, and Defiance of Prince Charles' (el príncipe rebelde: poder, pasión y desafío del príncipe Carlos). Bower ha investigado antes las trayectorias y personalidades del patrón de Virgin, Richard Branson, o del de la Fórmula 1, Bernie Ecclestone, y de otros.

El capítulo sobre el juicio de Burrell ha desenterrado documentos y hechos no conocidos por el público. Ofrece mucho detalle sobre las gestiones de los ayudantes de Carlos para detener el procesamiento del mayordomo por el supuesto robo de múltiples objetos en el palacio de Kensignton tras la muerte de Diana en el accidente en París. El abogado del mayordomo amenazaba a Palacio con desvelar detalles de la vida íntima de Diana, Carlos y sus hijos y de llamar al príncipe al banquillo de los testigos.

Cuando se inició la vista, en noviembre de 2001, en la sala 1 del Tribunal Penal de Londres, desfilaron por el banquillo de los testigos los policías que habían encontrado un ajuar extraordinario en la casa familiar del mayordomo en el norte de Inglaterra, la madre y las hermanas de Diana, el obispo anglicano de Londres, empleados de palacio,... La narración que presentaba a Burrell, proclamando tantas lealtades, como un ladrón de cadáveres había ganado mucho peso al cabo de dos semanas.

Bower avala el relato con testimonio de secretarios y de policías, que presentan a Carlos como horrorizado ante lo que se avecina, actuando por vía interpuesta, buscando la manera de quebrar la ley, que, opine lo que opine un príncipe, se debe aplicar a los chorizos. Presenta a Michael Peat, el secretario privado de Carlos, como el urdidor de diferentes intentos de persuadir a unos y a otros de que el juicio público no debía avanzar.

Por suerte para todos, el viernes de la segunda semana del juicio, Carlos y sus padres iban en coche a la catedral de San Pablo, para presidir una misa por las víctimas de un crimen terrorista en Bali, cuando pasaron junto al juzgado. Un comentario casual habría desvelado por primera vez a la reina la existencia del juicio. Al preguntar su motivo, el hijo le explicó que se acusaba a Burrell de robo. Y la reina recordó entonces que había dado su venia al mayordomo para guardar algunas cosas.

Un recuerdo oportuno

El juicio colapsó, Burrell salió de la jaula acristalada de los acusados diciendo, escaleras abajo, «la señora me ha salvado, la señora me ha salvado», y alguna prensa olió a chamusquina en el desenlace. Bower cuenta la historia con el detalle y con las confidencias que caracterizan su trabajo. No especula, evidentemente, en el oportuno recuerdo de la reina, única persona con inmunidad legal en su reino.

Y no pone el acento en el hecho fundacional, conocido durante aquel juicio: si el secretario de Diana, Michael Gibbins, hubiese obedecido a Carlos cuando le pidió que cerrase y sellase las puertas del apartamento de Diana tras conocerse su muerte, nada de todo lo que sucedió después habría ocurrido. A Gibbins le extrañó la frialdad del príncipe de Gales y sintió que no podía dejar a los ayudantes y sirvientes de Diana sin un lugar donde recogerse ante el trauma.

El descrédito de Carlos en la Casa Real de Diana era hondo y el libro de Bower no mejora su reputación ante el gran público. Los caprichos, la vida hiper-lujosa y la frecuente queja son muy conocidas. El maltrato a algunos empleados y el encaprichamiento con otros, también. Pero el príncipe tiene partidarios de su filosofía alternativa sobre cosas variopintas.

En los extractos publicados por el 'Mail' se retrata a una Camilla más calculadora y ambiciosa que en el retrato popular, se dan detalles sobre la insistente negativa de la reina o de los hijos a reconocerla como legítima pareja del príncipe hasta el día de su boda, y la frialdad y distanciamiento desde entonces. Es el enorme fardo con que carga el futuro rey, que raramente es protagonista de una buena noticia.

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