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Dame veneno que quiero curar

Dame veneno que quiero curar

Los cuernos de un caracol pueden matar o quitar el dolor. Científicos españoles buscan crear fármacos con las potentes toxinas de 203 nuevas especies venenosas 'cazadas' a manos en la Guayana francesa, la Polinesia, Tahití, la isla de Mayotte...

FERNANDO MIÑANA

Jueves, 22 de octubre 2015, 20:05

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¿Quién no ha intentado alguna vez tocarle los cuernos a un caracol? Si ese inocente entretenimiento infantil se realizara en aguas del Pacífico o del Índico con un caracol cono, la broma podría acabar en desgracia. Los moluscos más pequeños de esta especie no producen más dolor que una picadura de avispa, pero el contacto con la trompa de uno de los grandes podría costarle la vida a un humano. Lo sorprendente es que esa sustancia tóxica no solo es nociva: en su justa medida produce el efecto contrario. Ahora se utiliza en el Prialt, un analgésico.

Sí, hay venenos que curan. Y por eso un consorcio con siete socios de cinco países -Francia, Bélgica, Dinamarca, Portugal y España- se ha dedicado los últimos cuatro años a explorar esta vía: venenos que pueden llegar a ser útiles para curar enfermedades. El proyecto se denomina Venomics y se ha presentado en París, en el Museo de Historia Natural, sus primeras conclusiones, el final de una primera fase en la que se han analizado 203 nuevas especies. El gran éxito es que se han conseguido 25.000 toxinas secuenciadas y una biblioteca con 4.000 péptidos sintéticos, la mayor base de datos de la historia. De ese ingente material se han separado 30 hits, moléculas que han dado positivo en ensayos y que podrían tener potencial para crear un fármaco para la diabetes, la obesidad, las enfermedades cardiovasculares o el sistema inmune.

Venomics tiene un presupuesto de 9,1 millones de euros, de los que seis salen del Séptimo Programa Marco FP7 Health. A pesar del dinero, los animales los han conseguido los propios investigadores explorando el monte o sumergiéndose en los océanos. Es la parte más bizarra, como recuerda, feliz de tanta aventura, Frédéric Ducancel, que viajó, por ejemplo, a la isla de Mayotte, en busca de caracoles conos.

Francia dio los permisos para la obtención de glándulas y venenos en su territorio. Las colonias han sido de gran ayuda y algunas especies raras fueron halladas en ultramar, en la Guayana francesa, la Polinesia, Tahití o la isla de Mayotte, entre Mozambique y el continente africano. El abanico ha sido amplísimo y han extraído toxinas de peces, caracoles, escolopendras, escorpiones, lagartos, abejas, avispas, serpientes, pulpos, arañas... El último año encontraron una empresa belga con una granja para la cría de animales venenosos poco habituales. Es Alpha Biotoxine, donde trabajan expertos en este tipo de especies. Pierre Escoubas le quita épica a su empleo; asegura que un profesional experimentado no corre casi ningún riesto trabajando con estos bichos, aunque recuerda el día, hace unos años, que un proveedor le entregó 50 escorpiones vivos en un viejo saco. Cada uno del tamaño de su mano, pero se lo llevó satisfecho, calculando cuánto tiempo le hubiera llevado a él atrapar esa legión de escorpiones.

Por amor a su esposa

Las muestras se mandaron a proteónica y transcriptómica para que trabajaran de forma paralela con el animal. Los resultados se enviaban al equipo de integración que seleccionaba los péptidos que cumpliesen con los criterios estructurales definidos por los expertos toxinólogos, y se creaban péptidos sintéticos para ver si son activos frente a una enfermedad.

La transcriptómica se realizaba en España, en Sistemas Genómicos, una empresa tecnológica creada por Vicente Saus, un valenciano que dejó el campo a los 22 años para convertirse en economista. Su mujer contrajo una extraña enfermedad que los médicos nunca acertaron a diagnosticar y Vicente, desesperado, financió a varios científicos para que investigaran qué demonios tenía su esposa. Como no daban con la respuesta, en 1998 invirtió su capital en Sistemas Genómicos.

La pareja de Vicente Saus sigue sin solución para su enfermedad, pero aquella empresa surgida del amor a su mujer es hoy referente internacional en análisis genético. Fue elegida para crear un patrón de un genoma desconocido hasta ahora. Y no solo tenían que conseguirlo, también automatizarlo. "Al principio no entendíamos. ¿Qué me estás contando?", se ríe Rebeca Miñambres, la coordinadora de transcriptómica de novo, técnica que esta doctora en Bioquímica compara con montar un puzle de 500.000 piezas sin el modelo, porque no disponían del genoma de referencia de las 203 nuevas especies. Si el proyecto cristaliza en medicamentos será un triunfo, aunque no algo nuevo. Ya existen fármacos con venenos, como el analgésico del caracol cono, o el captopril, una molécula derivada del veneno de una víbora de Brasil. O la Byetta, que con la ponzoña del lagarto de Gila combate la diabetes tipo II.

El hito de Sistemas Genómicos es que, tras invertir casi un millón de euros en renovar su tecnología -en este ámbito se queda obsoleta muy rápidamente-, logró materializar toda esta investigación de cuatro años en nuevos fármacos, acortar el tiempo en secuenciar toxinas y crear réplicas sintéticas. "Analizar estas 25.000 toxinas con el sistema antiguo (ensayo/error una a una) hubiera sido inviable", afirma en el Museo de Historia Natural Lorena Saus, directora general de la empresa.

Glándulas de hormiga

Han sido capaces de analizar partículas tan diminutas como las glándulas de una hormiga, el ejemplar más pequeño con el que han trabajado. El 90% de los animales que utilizan, de hecho, son muy pequeños. "Hemos llegado a reducir veinte veces la necesidad mínima de material", señala Miñambres. El departamento de bioinformática ha permitido que todo ese material pueda ser reconocido automáticamente. De ahí su inversión en Venomics. "Este proyecto abre una puerta para identificar moléculas de interés y su aplicación industrial".

Tras cuatro años y decenas de animales escrutados, treinta hits parecen un éxito menor. Pero no, como explica Rebeca Miñambres: "De una araña se identifican 200 secuencias y se seleccionan cinco con propiedades que pueden interesar, pero, a lo mejor, al final solo sirve una, o ninguna, contra la obesidad". Estos hits se prueban en células, luego en animales y, al fin, en personas. Algunos fármacos son tan rentables como uno para la hipertensión que genera mil millones de dólares al año.

La Tierra contiene más de 200.000 especies ponzoñosas: 100.000 himenópteros, 40.000 arañas, 3.000 serpientes, 1.500 escorpiones... En la presentación de resultados de Venomics estuvo el embajador de Costa Rica en París. "Sería un paraíso para nosotros", afirmó la doctora Miñambres pensando en la fantástica biodiversidad que tendrían para seguir investigando con nuevas especies. Quieren más veneno.

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