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TEXTO: JOSEBA VÁZQUEZ FOTOGRAFÍA: ANATOLY MALTSEV
Domingo, 22 de octubre 2017, 00:22
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Un trabajador municipal se afana en limpiar la estatua del mandatario soviético Vladímir Ilich Uliánov, más conocido como Lenin, en la plaza Moskovskaya de San Petersburgo. El chorro de agua a alta presión debe lograr que quede impoluto el monumento alzado en la ciudad que, bajo la denominación de Leningrado, honró el nombre del líder comunista hasta la disolución de la URSS en 1991. La tarea forma parte de los preparativos para la celebración del centenario de la Revolución Bolchevique de octubre de 1917, segunda fase de la sublevación rusa iniciada en febrero y que acabó con el antiguo régimen zarista bajo la consigna de 'pan, tierra y paz'. Lenin fue guía principal del triunfo que, programáticamente, otorgaba todo el poder a los soviets (consejos de trabajadores) y se convirtió también en el primer máximo dirigente de la nueva Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.
Queda por ver la escenografía de los inmediatos actos conmemorativos. Y se prevé una doble perspectiva: la orientación de los mismos al servicio de los objetivos nacionalistas del presidente Vladímir Putin y la añoranza del marxismo que trasladará a las calles el Partido Comunista Ruso.
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