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Con el beso a otra parte

Con el beso a otra parte

El rey Mohamed VI sorprende con la suspensión del tradicional besamanos en su fiesta de cumpleaños. «Quiere proyectar modernidad, pero es pura apariencia»

SUSANA ZAMORA

Sábado, 16 de septiembre 2017, 00:05

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Son pocos los que osan no hacerlo, aunque cada vez más las voces discordantes con una tradición tan vinculada a la familia real de Marruecos como controvertida. Unos y otros se siguen preguntando a día de hoy qué pasó el pasado 21 de agosto para que Mohamed VI decidiera repentinamente eliminar el polémico besamanos. Lo hizo en plena fiesta de cumpleaños (hacía 54 años) y cuando decenas de autoridades civiles se disponían a rendirle pleitesía en una multitudinaria recepción en Mdiq, una localidad muy próxima a Tetuán.

Uno tras otro, beso sobre beso, en la palma o en el dorso y entre reverencias a cual más exagerada. Así tendría que haber ocurrido, pero todo se limitó a un simple apretón de manos, tal y como lo habían pedido con antelación los responsables de protocolo de la Casa Real. No salían de su asombro, pero así lo hicieron. A día de hoy, nada se sabe de los motivos. No ha habido comunicación oficial sobre la decisión, ni documento público que anuncie el fin del besamanos, una tradición no escrita de obligado cumplimiento en tiempos de Hassan II (padre del actual rey alauí) y que su hijo había mantenido hasta ahora desde que en 1999 ascendiese al trono.

Nueva Constitución

Con la aprobación de una nueva Constitución hace seis años, al calor de los movimientos sociales de la Primavera Árabe, que clamaban más libertades, Mohamed VI anunció ciertos recortes de sus poderes y un incremento de los del Gobierno y el Parlamento. En aquel momento, también rompió con costumbres que parecían intocables: se deshizo del harem que tenía su padre y envió a sus casas a decenas de concubinas; abolió normas estrictas, como las que prohibían el uso de móviles en palacio o la música profana en las habitaciones privadas, y empezó a cuestionar también el hasta entonces intocable besamanos. Dejó libertad para que cada cual realizase el saludo protocolario como prefiriese, besando la mano o estrechándola. La costumbre se flexibilizó y a día de hoy no hay un código claro sobre cómo actuar, pero ante la duda, se ha seguido cumpliendo con la tradición a rajatabla. Hasta el pasado 21 de agosto. «El besamanos responde a una fórmula universal de respeto y reconocimiento a alguien, que en el caso de Mohamed VI no es sólo por lo que representa como autoridad política, sino también religiosa», explica Juan Ortega, profesor del área de Estudios Árabes e Islámicos de la Universidad de Málaga (UMA). Según recoge la Constitución marroquí en su artículo 41, del Título III referido a la Corona: El rey, 'Príncipe de los Creyentes', vela por el respeto del islam; garantiza el libre ejercicio de cultos y preside el Consejo Superior de los Ulemas, que es el encargado de decidir, entre otras cuestiones, sobre las religiosas. «En Marruecos, el rey encarna el poder supremo y éste, en el islam, abarca el poder civil y el religioso; es el jefe espiritual de los creyentes y de él depende la política religiosa», aclara Ortega.

Sin embargo, la lectura que este experto hace sobre la decisión de acabar con la obligación del besamanos es meramente «simbólica»: «Mohamed VI pretende proyectar una imagen aperturista, de cercanía al pueblo y modernidad, porque el besamanos está mal visto, pero es sólo una apariencia, porque el palacio y la clase sustentada por la monarquía siguen teniendo una actitud preponderante. Una cosa es dejar de besar la mano y otra muy distinta es que disminuya el poder real de la clase dominante en Marruecos», explica.

En apariencia, el gesto sitúa al rey un poco más cerca de los sectores laicos de la sociedad marroquí, que reiteradamente reclaman que se acabe con esta tradición. Considerada por algunos sectores como obsoleta y retrógrada, para el experto en mundo árabe hay que considerarla en su contexto. «Visto desde nuestra perspectiva, lo es, pero también pueden ellos pensar lo mismo de nosotros cuando somos un país que presume de igualdad y en nuestra Constitución sigue prevaleciendo la sucesión al trono del varón por encima de la mujer», advierte Ortega.

Pero antes que Mohamed VI ya ha habido quien ha mostrado su rechazo a tan enraizada costumbre. Su heredero, el príncipe Mulay Hasan, retiró en enero del pasado año su mano cuando el principal mando policial de Marruecos se inclinaba para besarle durante un acto oficial. El ademán airado del joven de 12 años no pasó inadvertido y causó un gran revuelo en el país después de que las imágenes corrieran como la pólvora por las redes sociales.

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