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El astronauta Thomas Pesquet, en la estación internacional, en una imagen de la Agencia Espacial Europea.
Sin gravedad en el cerebro

Sin gravedad en el cerebro

Un astronauta comenzará el lunes a mover objetos. Lo que haga puede ayudar a combatir males como el párkinson

JAVIER GUILLENEA

Sábado, 20 de mayo 2017, 21:23

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Thomas Pesquet tomará el próximo lunes un objeto entre los dedos y lo comenzará a mover de arriba abajo. A 400 kilómetros de distancia, Joseph McIntyre observará con atención los movimientos, que serán grabados por cámaras de alta velocidad y registrados por sensores. Ambos son cómplices de un engaño de dimensiones espaciales, de un proyecto que pretende poner en apuros al cerebro humano y analizar su comportamiento. Los resultados que se obtengan pueden abrir muchas puertas en la lucha contra el párkinson, en el estudio del envejecimiento o en la búsqueda de soluciones para personas que han sufrido accidentes cerebrovasculares.

En un laboratorio de San Sebastián del centro tecnológico vasco Tecnalia, donde trabaja desde hace tres años y medio, el ingeniero estadounidense McIntyre muestra una especie de silla rellena de aparatos electrónicos, una caja metálica que al final resulta ser un ordenador y tres trípodes con una suerte de cámaras tan sofisticadas que no parecen serlo. Son cerca de cien kilos de material necesariamente robusto para soportar la dura prueba de abandonar la atmósfera terrestre. Es un aparataje similar al que desde marzo se encuentra a bordo de la Estación Espacial Internacional, a una altura de 400 kilómetros, a la espera de que el astronauta francés Thomas Pesquet comience a engañar a su mente.

Cada vez que cogemos un vaso de agua, nuestro cerebro procesa una gran cantidad de información para evitar que se nos caiga de las manos. Analiza la distancia, calcula la fuerza necesaria para asirlo, se vale de la visión y tiene en cuenta la gravedad. Si una de estas informaciones es errónea o inexistente, es muy posible que derramemos el líquido sobre nosotros, y eso en el caso de que lleguemos a levantar el vaso.

En la Tierra es muy sencillo cogerle el truco a la gravedad. Además de la evidencia incontestable de que los objetos caen al suelo cuando los soltamos, nuestro oído interno nos dice cuál es la orientación de nuestro cuerpo y la luz del Sol nos indica desde arriba dónde está abajo. Además, tenemos la referencia del suelo y de las paredes, que, con su verticalidad, nos dan una idea precisa del lugar que ocupamos.

«Cuando tenemos un objeto en la mano y lo bajamos, lo apretamos menos porque la gravedad tira de él hacia abajo. En cambio, si lo subimos, lo apretamos más para contrarrestar la fuerza de la gravedad», explica a este periódico Joseph McIntyre. «Está demostrado -sostiene- que el hecho de apretar más es una anticipación de nuestro cerebro, que percibe que el objeto se le va de la mano cuando lo levantamos». Dicho de otra manera, nuestro cerebro actúa por cuenta propia antes de que a nosotros se nos haya ocurrido apretar el vaso. «Toma sus propias decisiones», afirma el ingeniero.

Sin trampas

La pregunta que tratan de responder los investigadores es cómo sabe el cerebro cuándo tiene que apretar más o menos en un lugar como una estación espacial, «en el que el astronauta sabe dónde está el techo, pero su cuerpo no lo ve tan claro porque percibe la situación de forma diferente».

Es aquí donde entra el engaño. El próximo lunes, Thomas Pesquet se sentará en una silla y comenzará a mover objetos de diferentes pesos aunque con la misma forma y tamaño para que su cerebro no saque deducciones anticipadas y no utilice esa información para hacer trampas. Lo hará en tres tandas de treinta minutos y en posturas diferentes. Casi de inmediato, los datos que se obtengan sobre el movimiento y la fuerza de captura -mil por segundo- serán enviados a la Tierra.

Este experimento, denominado GRIP, es uno de los dos de este tipo que llevará a cabo el astronauta francés con el apoyo de la Agencia Espacial Europea, la Agencia Espacial Francesa y el programa científico federal belga. El otro es el proyecto GRASP, que obligará a Pesquet a ponerse unas gafas de realidad virtual y tratar de coger un objeto también virtual. Lo hará sentado y después flotando, sin ninguna referencia que le permita al cerebro hacerse una idea de lugar.

«Engañándolo puedes llegar a saber cómo funciona», afirma Joseph McIntyre. «Se trata de entender qué es lo que hace gente sana en el espacio para compensar los datos que le faltan a su cerebro, en este caso la gravedad. Esto es muy interesante porque se puede llegar a averiguar el peso que tiene en nuestra mente cada información y si es posible aumentar una u otra para compensar la que ha perdido el cerebro», dice.

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