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Bucólico. La ministra, en un campo de cereal, en Castilla. :: henar sastre
Doña Isabel en los campos de Castilla

Doña Isabel en los campos de Castilla

Desde que nació el catalanismo, la Meseta Central es muy vilipendiada y objeto de mofa por los creyentes catalanistas

ANTONIO VERGARA

Sábado, 13 de mayo 2017, 23:20

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Me fascina nuestra agricultura de regadío y muchísimo la del secano español. Y me emocionan los campos de Castilla, particularmente los de Castilla La Vieja (hoy, Castilla y León), desde que leí a algunos autores de la Generación del 98. Machado y Azorín, verbigracia.

Decenas de miles de hectáreas de cereales hasta el horizonte, como en la Grandes Praderas del 'Far West'. A partir de que comenzó a circular el AVE Madrid-Valladolid, se disfruta mucho más del paisaje de lo que siempre conocí como la Meseta Central, hoy subdividida geográficamente.

Desde que nació el catalanismo, la Meseta Central es muy vilipendiada y objeto de mofa por los creyentes catalanistas. Según esta iglesia (véase a la 'madre superiora', Marta Ferrusola, enviando, presuntamente, dos 'misales', dos millones de euros, a la banca andorrana), la Meseta y Madrid son los culpables de todos los fracasos de nuestros mediocres políticos, de una clase dirigente de paella y unos habitantes fiesteros.

La sobriedad responsable de los, por así decirlo, 'mesetarios', choca con el 'meninfotisme' patrio y el 'dolce far niente' fiestero de estas tierras donde casi ningún proyecto de calidad logra mantenerse más de unos pocos años, con suerte.

Cuando iba cada año a la SEMINCI (Semana Internacional de Cine de Valladolid) como falso 'enviado especial' de otro periódico que jamás me pagó el viaje ni dietas (el hotel corría de cuenta de la organización) con lo que me costaba dinero, tuve ocasión de conocer a fondo el alma castellana y sus valores. Incluso un día, por casualidad, tomó asiento al lado de mi butaca el escritor Miguel Delibes. Portaba su gorra. Charlamos. Un sabio. Un gran escritor y no como la mayoría de los que aquí reciben 'premis literaris comarcals'.

Guardo entrañables recuerdos de Valladolid, sus campos y sus habitantes. Llanuras inmensas, tristes en noviembre, pero un mar de oro en junio, al ir los labradores a recoger su mies. Cuando sopla la brisa, los campos de espigas ondulan como si los mecieran.

Y no olvido a Palencia, Burgos o Zamora. Tierras zamoranas, tierras muy quebradas en que se alzan altas montañas y se extienden vastos páramos. Pero al mismo tiempo tierras de pan llevar, como todas las de Castilla, tierras ricas en cereales, lino, centeno, frutas y garbanzos, tal vez los más sabrosos de España.

Tampoco hay que menospreciar la avena y menos un aficionado al western. Con motivo de las Guerras Indias (1860-1890) los militares de la frontera aprendieron a 'leer' en las boñigas de los caballos montados por las diversas tribus indias hostiles.

Cuando perseguían a los comanches, por ejemplo, cogían del suelo sus excrementos. Si por fuera estaban secos y por dentro todavía blanditos, podían calcular cuántas millas de ventaja les llevaban, al igual que si las boñigas estaban totalmente resecas. Véase 'La venganza de Ulzana' (1972), de Robert Aldrich, donde el veterano explorador Mc Intosh (Burt Lancaster) le enseña al joven oficial este truco de su oficio.

Continuando con la avena, alimento principal de la caballería estadounidense, era de cultivo; por el contrario, la de los indios, silvestre. Los militares tenían que distinguir entre la una y la otra para evitar errores sangrientos ('Un tronar de tambores', de James Warner Bellah).

Es muy raro que un veterano periodista se enamore (platónicamente) de un ministro de Agricultura. Pero yo soy muy raro. Y a mucha honra. Si jamás me he enamorado (repito: platónicamente) de ningún ministro de este ramo (Pedro Solbes, Vicente Albero o Jesús Posada) es porque la cartera ministerial no pertenecía aún a Isabel García Tejerina, natural de Valladolid, muy mona (con cabello corto, casi a lo Jean Seberg en la película 'Al final de la escapada' (1960) y competente. El físico y la profesionalidad se complementan en su persona. Aviso: me importa un cereal que alguna me llame machista.

La ministra visitó recientemente los campos de Castilla y León, víctimas de la antigua y 'pertinaz sequía'. Lo hizo a pie de obra, acariciando los cereales con cariño, cual una colegiala. Ofreció soluciones económicas. Habla francés e inglés. Monta en una Vespa. Fue jugadora de rugby y es esquiadora. Ya me percaté de que su bronceado no es playero, sino de campo y pistas de esquí.

Doña Isabel, si la he ofendido, perdone mi atrevimiento platónico.

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