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Los músculos de la rabia

Los músculos de la rabia

Lucen bíceps, muestran romboides. Tras la exhibición de sus cuerpos se oculta la sombra del abuso de esteroides. Creen que se vuelven perfectos, invencibles, pero se inoculan el 'virus de la ira'

JAVIER GUILLENEA

Jueves, 25 de mayo 2017, 20:46

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Quizá no tenía cabeza, pero sí músculos. Sin mediar motivo alguno, el pasado 27 de abril un aficionado del Betis se dirigió a un joven que tomaba una consumición en una terraza del Casco Viejo de Bilbao y le agredió. No era la primera vez que hacía algo así. El hincha, un hombre llamado Manuel Herrera, ya tenía un abultado historial. Cuenta con 27 antecedentes por diversos delitos, entre ellos una agresión homófoba y el intento de atropellar a un motorista de la Guardia Civil. Herrera fue detenido por el incidente de Bilbao el pasado día 2. Cuando quedó en libertad provisional, dedicó palabras agresivas a los cámaras de televisión que lo enfocaban y alzó uno de sus musculados brazos para dedicarles una peineta. Sus motivos tendría, pero entre ellos no figuraba un deseo de anonimato. Internet está repleto de imágenes suyas.

Aparece en Instagram con el torso desnudo, mostrando sus músculos hiperdesarrollados cubiertos de tatuajes, con símbolos nazis y actitudes amenazantes. Al fondo de una foto asoman algunos botes de ese tipo de sustancias que pueden verse en ciertos gimnasios. En otra imagen se aprecia su espalda. Es ancha como una autovía y tiene marcas de acné.

El acné es un efecto secundario menor de los muchos que acarrea el abuso de esteroides anabolizantes, unas sustancias sintéticas variantes de la testosterona que producen un crecimiento de los músculos y un mayor rendimiento atlético. También provocan un incremento de la agresividad que se ha bautizado como la 'rabia de los esteroides' y que, aunque aún no está del todo demostrado, puede estar detrás de un sinnúmero de agresiones.

Uno de estos posibles casos es el de Antonio Ángel Ortiz Martínez, conocido como el pederasta de Ciudad Lineal, que fue condenado en febrero a 70 años de cárcel por abusar sexualmente de cuatro niñas. Ortiz fue descrito como un narcisista amante de las artes marciales y el culturismo que mostraba en las redes sociales sus músculos hipertrofiados. En el momento de su detención, la Policía encontró en su poder hasta trece medicamentos, nueve de los cuales eran potentísimos esteroides, anabolizantes o tratamientos hormonales que causan graves desórdenes sexuales, incluido el aumento exagerado de la libido y la agresividad.

El uso de esteroides se ha vinculado habitualmente con el mundo del culturismo o del dopaje en el deporte, pero su empleo está más extendido de lo que se piensa. En realidad, «es un problema de salud pública que va más allá de la competición deportiva», afirma Víctor Agulló, profesor de Sociología y Antropología Social de la Universitat de València, que ha estudiado el consumo de esteroides anabolizantes entre los jóvenes de su comunidad, donde «el tráfico ilegal de estas sustancias mueve más dinero que la cocaína».

Sobrehumanos

Agulló sostiene que existe una vinculación directa entre el consumo de este tipo de fármacos y los comportamientos violentos. Quienes comienzan a utilizarlos se sienten invadidos por «un sentimiento de invencibilidad, por una fuerza sobrehumana» que desemboca en una agresividad a flor de piel. «Por ejemplo -ilustra-, se ponen muy nerviosos al volante, más irritados de lo normal». La explicación, señala José Manuel González Aramendi, profesor de Fisiología de la Universidad del País Vasco y médico de la Federación guipuzcoana de Fútbol, es que «muchos de estos productos son derivados de la testosterona, que incrementa la agresividad, y si se mezclan con otras sustancias, la gente se desinhibe y comienzan las peleas».

Ángel Romero, miembro del departamento de Psicobiología de la Universitat de València, no descarta esta relación, pero considera que aún no está acreditada. «Aunque se pueda tener la sospecha, no hay estudios que demuestren los vínculos entre el consumo de esteroides y la violencia. Se sabe que hay estudiantes que no practican deportes en los que el incremento de estas sustancias aumenta su irritabilidad, pero cabrearse en un momento determinado no significa que vayas a golpear a una persona».

Para Ángel Romero, «hay que tener en cuenta muchas variables, como la personalidad del consumidor o el abuso de drogas como la cocaína». Por eso, insiste en que «no todos los que consumen esteroides son violentos». Lo que sí está probado, asegura, es que quienes lo hacen «se están machacando el cuerpo».

En Estados Unidos, el uso de anabolizantes ha tomado proporciones de epidemia nacional. Se calcula que el 6% de los adolescentes -alrededor de 1,5 millones de jóvenes- los consume para rendir mejor en el deporte o tener un cuerpo más musculado. «Esto es algo que va a llegar aquí y tenemos que ponernos las pilas para afrontarlo, porque hasta ahora reina una tranquilidad general producto del desconocimiento», advierte González Aramendi,

Ya está llegando. Los estudios que ha realizado Víctor Agulló revelan que el consumo de anabolizantes en España comienza en chicos «de entre 17 y 22 años que buscan obtener en poco tiempo una musculatura con la que amedrentar a los demás». Agulló sostiene que estas sustancias están «más extendidas de lo que parece en muchos deportes», donde no solo importa la resistencia, sino también una actitud competitiva. Se sabe que las utilizan igualmente «grupos ultras de fútbol de extrema derecha» y se han detectado en profesiones vinculadas con la seguridad, «como policías, vigilantes o porteros de discoteca», donde un buen porte físico, unido a un plus de agresividad, es un arma de disuasión.

El supermercado

Pese a que en España solo se pueden adquirir bajo prescripción médica justificada, frenar la expansión de los esteroides es complicado. Entre otras razones, afirma Ángel Romero, «porque no se tiene conciencia de lo que son y aún se ven como una ayuda beneficiosa». Tampoco es fácil detectar su consumo en un adolescente. «Cuando un padre ve a su hijo tan en forma no piensa que puede tener un problema grave con los anabolizantes», indica González Aramendi.

Esteroides los hay por todas partes. Internet es un supermercado en el que se puede comprar sin problemas cualquier tipo de sustancia e incluso acceder a tutoriales en los que se explica con detalle cómo inyectárselos. En algunas webs se advierte sobre el tiempo de detección de los productos en un control antidoping y en otros se describen sus bondades con un ferviente entusiasmo.

Es el caso del Parabolan, calificado en una página de internet como «el esteroide mítico en el mundo de los esteroides», un «objeto de culto» que no debería faltar en el equipaje de ningún aficionado a lucir músculos. El Parabolan es una de las denominaciones con las que se presenta la trembolona, que se aplica al ganado bovino para acelerar su engorde y que, según revela una web, «realmente tiene unos efectos excelentes como anabolizante» en seres humanos. En la misma página se recuerda que «se produce actualmente en algunos países para uso exclusivo y controlado en animales» y que «otras presentaciones para uso humano son desarrolladas por laboratorios clandestinos».

Al parecer, sus 'beneficios' son múltiples y llegan al delirio sicodélico «si se utiliza con hormona de crecimiento y T4» (una hormona tiroidea). En ese caso, dice la web, «el resultado es de ciencia ficción. La grasa desaparece, la fuerza sigue subiendo y las venas aparecen por todos lados». Una caja con diez ampollas inyectables de Parabolan fabricadas en India cuesta 110 euros, aunque por 97 se pueden adquirir otras producidas en Moldavia. La misma página avisa de que, entre los efectos secundarios, figuran algunos como una «alta toxicidad para el hígado y los riñones», acné en la espalda, disfunción sexual o el riesgo, «sin base científica, de que se produzca un aumento importante de la agresividad». Uno de los esteroides anabolizantes que consumía en grandes cantidades Antonio Ángel Ortiz Martínez, el pederasta de Ciudad Lineal, se llamaba Parabolan.

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