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INÉS GALLASTEGUI
Sábado, 13 de mayo 2017, 23:22
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Los zumos envasados están prohibidos en los colegios; contra la sed, agua del grifo. Nada de chuches ni pasteles en los cumpleaños. Al cole, en bici o andando. Clases de cocina saludable en las aulas. Y el dinero de los fabricantes de refrescos y hamburguesas no es bienvenido en los eventos deportivos. ¿Radical? Puede, pero es por una buena causa. Ámsterdam, la permisiva ciudad de los 'coffee shops' y los escaparates sexis, quiere vetar la obesidad infantil: un pionero plan municipal ya ha reducido un 12% el sobrepeso en las escuelas de la ciudad. En España, con el triple de niños gorditos (41%) que en los Países Bajos, el Gobierno saca pecho porque aprecia un «cambio de tendencia». «Es un desastre. Lideramos el planeta en tasas de obesidad: ya hemos adelantado a Estados Unidos», lamenta el nutricionista Aitor Sánchez.
La tasa de sobrepeso infantil en Holanda está entre las más bajas del mundo (13%), pero en la capital se dispara. «Vivir en una gran ciudad es un riesgo en sí mismo, porque es más fácil llevar un estilo de vida poco saludable -explica a este periódico la directora del programa, Karen den Hertog-. Más estudiantes van al colegio en autobús, en metro o con sus padres, en vez de caminar o pedalear. Y tienen más acceso a la comida preparada».
Pero hay más: en Ámsterdam (813.000 habitantes) hay una mayor proporción de población inmigrante, con diferencias socioeconómicas, étnicas y culturales que favorecen la obesidad. Así, solo el 8,7% de los niños de origen holandés tienen un peso por encima de lo normal, mientras que entre los de procedencia turca casi uno de cada tres sufre ese problema (29,9%), también preocupante en la minoría marroquí (22,9%) y la de Surinam (18,4%).
Cuando en 2012 se puso en marcha el plan municipal, el 21% de los chavales de 2 a 18 años presentaban exceso de peso. Tres años después, habían caído al 18,5%, o sea, de 27.000 a 24.500. Del total, 2.000 son obesos mórbidos, es decir, tienen un índice de masa corporal (IMC, peso dividido entre altura al cuadrado) superior a 40. Ahora van por la tercera fase del programa.
Muchos frentes
No hay recetas mágicas: se trata de atacar la gordura por múltiples frentes -comer mejor, moverse más y dormir lo suficiente- y con un ejército compuesto por padres, profesores, sanitarios, trabajadores sociales, técnicos deportivos y políticos. La iniciativa partió del concejal de Salud, Bienestar y Deportes, Eric van der Burg, miembro del liberal VVD, que no ha dudado en practicar una política intervencionista por el bien común. El programa dedica 5 millones de euros anuales a resolver las necesidades de los colegios, formar a los profesionales, instalar fuentes de agua potable en todos los edificios públicos y en las calles o facilitar el acceso de todas las familias a las instalaciones deportivas.
Además, el gobierno local insta a la industria alimentaria a fabricar porciones de comida más reducidas y con menos grasa, azúcar y sal. Algunos McDonalds se han comprometido con las escuelas de su zona a no vender hamburguesas ni patatas a chavales solos. Y la ciudad se ha unido a la Alianza contra el Marketing dirigido a la Infancia, que en enero logró un compromiso de los fabricantes para eliminar de los anuncios y envases de la comida basura los dibujos atractivos y los regalos a los que tan vulnerables son los más pequeños.
Las autoridades saben que, a menudo, un chico corpulento es el resultado de una familia con otros problemas: bajos ingresos, analfabetismo, desconocimiento del idioma del país o barreras culturales. Por ejemplo, en Surinam, lugar de origen de una de las minorías étnicas más numerosas, apenas se usa la bicicleta, que en cambio es el vehículo nacional de los holandeses; los críos no aprenden a montar en familia y hay que enseñarles en el cole.
Otro problema es la desinformación. Den Hertog admite que las nuevas normas han costado largas discusiones en los colegios: por ejemplo, muchos padres identifican los zumos envasados con la fruta, pese a que el producto procesado suele tener mucho más azúcar, menos vitaminas y nada de la fibra de la pieza entera. Las fiestas de cumpleaños se habían convertido en una competición para ver quién llevaba las mejores tartas o chuches; ahora se afanan por elaborar golosinas 'verdes' a base de fruta e imaginación. A algunos progenitores les costó aceptar que las patatas fritas de bolsa con sabor a pimiento son vegetales, pero no precisamente ligeras...
La pelea diaria del zumo
«Lo del zumo es una pelea diaria en la consulta», reconoce Francisco García Iglesias, pediatra del Servicio Andaluz de Salud e implicado en un proyecto de dieta saludable y ecológica con el que el colegio Gómez Moreno del Albaicín (Granada) ha logrado alcanzar una tasa de sobrepeso del 9%, una de las más bajas del país.
En España las alarmas llevan mucho tiempo sonando sin despertar a los políticos. La Estrategia NAOS se inició en 2005 para combatir la epidemia de obesidad que había empezado a extenderse años antes. Los datos hablan por sí mismos: entre 2003 y 2012 el porcentaje de población adulta rolliza creció del 49% al 54%. El último Estudio Aladino, que evalúa los datos de NAOS relativos a la infancia, cifraba el pasado noviembre en un 41,3% el porcentaje de niños con sobrepeso u obesidad entre los 6 y los 9 años. ¿El doble de gorditos que en la ciudad más voluminosa de Holanda y el Gobierno español está contento? «Se ha empezado a invertir la tendencia», justificó su satisfacción Javier Castrodeza, director general de Sanidad: en 2011 eran el 44,5%, una de las más altas del mundo.
No hacen falta sesudos estudios para ver la realidad: en cada atestada aula de EGB en los años setenta y ochenta solía haber un niño rechoncho. En las actuales, mucho menos numerosas, más de un tercio de los niños -en algunas comunidades autónomas, casi la mitad- lucen michelines. Y no es una cuestión de cánones estéticos: el exceso de peso en la infancia compromete la salud presente y futura de estos chavales, que tienen muchas más posibilidades de sufrir de forma precoz diabetes, cáncer o infartos. Sin olvidar los problemas psicológicos y de autoestima que acarrean las lorzas.
«Es un absoluto desastre -sentencia el nutricionista Aitor Sánchez, autor del blog y el libro 'Mi dieta cojea'-. No hay nada que celebrar. Los niños comen cada vez peor». ¿Qué papel juegan los padres? «Son víctimas de la desinformación. Famosos y deportistas anuncian basura alimentaria, los cereales y la bollería regalan juguetes, las galletas están avaladas por los pediatas y el 'colacao' es el desayuno de los campeones...», enumera Sánchez.
Aparte de limitar el agresivo marketing de la comida ultraprocesada, hay mucho que hacer: mejorar la calidad de la dieta en los comedores escolares, promover la educación física, la nutrición y la cocina en el currículum desde primaria, evitar que las máquinas de 'vending' en centros educativos ofrezcan productos hipercalóricos e integrar a los nutricionistas en el esquema de la sanidad pública, como en el resto de Europa. Andalucía acaba de aprobar un proyecto de ley pionero para poner freno a la alarmante epidemia. Pero Ámsterdam aún queda muy lejos.
El nutricionista Aitor Sánchez recuerda que España no tiene que inventar nada para luchar contra la obesidad infantil, simplemente aplicar medidas que ya están funcionando en otros países. Entre las más efectivas, asegura, el cambio en los precios. «En un supermercado doce cruasanes valen lo mismo que un aguacate -compara-. Hay que bajar el precio de frutas y verduras y subir el de los productos ultraprocesados». «Comer mal es más barato», admite el pediatra Francisco García Iglesias.
El problema, como diagnostica otro experto, Juan Revenga, es que el Gobierno ha puesto a la zorra a cuidar a las gallinas: en el plan Hábitos de Vida Saludable (Havisa) participa la industria alimentaria, incluida la que fabrica bebidas y comestibles superfluos especialmente atractivos -y muy perjudiciales- para los niños: snacks dulces y salados, caramelos, bollería industrial, refrescos, dulces y chocolatinas, embutidos y platos industriales.
«Quienes dicen participar en la promoción de soluciones son parte del problema. Es como si, por ejemplo, un congreso internacional de bomberos estuviera financiado en mayor o menor medida por una asociación de pirómanos», compara el autor del blog El Nutricionista de La General y del libro 'Adelgázame, miénteme'. «La autorregulación no funciona», zanja su colega.
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