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El milagro (económico) de Fátima

El milagro (económico) de Fátima

La ciudad portuguesa ha montado sobre la fe una industria turística. En mayo se cumple el centenario de la primera aparición e irá el Papa. Dormir ha pasado de costar 35 a 700 euros. Este año se esperan 8 millones de peregrinos

ANTONIO PANIAGUA

Viernes, 28 de abril 2017, 19:44

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Fátima es toda una ciudad-altar que ha hecho del milagro su medio de ganarse la vida. Cada año seis millones de personas visitan el santuario donde la creencia dice que se apareció la Virgen a tres niños: Lucía, Francisco y Jacinta. Además de destino espiritual de un sinfín de devotos, Fátima es un jugoso negocio. El viaje del Papa Francisco, que acudirá allí el 12 y 13 de mayo para conmemorar el centenario de la primera aparición (luego hubo cinco más), ha levantado tal expectación que los precios de los hoteles se han disparado. A la vista de que han colgado el cartel de completo, algunos turoperadores están haciendo reservas en ciudades españolas próximas, como Badajoz y Cáceres.

A un mes y medio de la visita, Fátima se dispone a acoger a cientos de miles de peregrinos ansiosos de ver la canonización de los niños pastores. Los hoteleros se están dando prisa para acometer reformas y terminar los establecimientos que aún se están construyendo. Además, se ha instalado un sistema de vídeo-vigilancia callejera y el Gobierno portugués ha aprobado un decreto que da luz verde a obras urgentes en los accesos a Fátima.

Las autoridades esperan que sólo la presencia del Papa atraiga en mayo a dos millones de fieles con ganas de rezar... y de gastar. Si se confirman sus previsiones, Fátima recibirá a lo largo del presente año ocho millones de visitantes. Todo un récord para una urbe de diez mil almas que antes de las apariciones vivía parcamente de la agricultura y el pastoreo. Ahora, gracias a los peregrinos, menudean los hoteles, los bares y restaurantes, y las tiendas de recuerdos religiosos, con estampas, medallitas... La imagen de los creyentes acercándose de rodillas hasta la basílica de Nuestra Señora del Rosario es una estampa habitual de Fátima, como lo son las miles de figuras de cera que se ofrendan a la Virgen y que tienen formas variopintas: cabezas, pies, piernas, ojos, páncreas e incluso cosas más extrañas, como casas y coches.

Si dormir en temporada baja cuesta 35 euros, durante la estancia de Francisco ascenderá a 700, según los precios que se publican en Booking, la principal casa de reservas en internet. Pese a la carestía, las plazas hoteleras ya están repartidas. Según Alexandre Marto Pereira, de la Asociación de Empresarios de Fátima, ya no hay ninguna cama libre en los hoteles para alojar a ningún peregrino más. Las localidades vecinas tendrán que acoger a los que aún no han cerrado las reservas. Y eso que la ciudad-santuario no escatima a la hora de abrir los brazos al turista. Los cuarenta hoteles y treinta pequeños alojamientos ofrecen 8.000 camas. Todas ellas hacen posible que el año pasado se registraran nada menos que 800.000 pernoctaciones.

Creyentes versus escépticos

Fátima compite con Lourdes en atraer al peregrino al redil. Ambas son visitadas por entre cinco y seis millones, pero en la ciudad francesa la estancia es más larga, dado que abundan las personas que demandan tratamientos médicos. Fátima, en cambio, lucha por prolongar el tiempo de permanencia, que no suele superar las dos noches. Junto al boom turístico, pronto llegará el editorial. El escritor y periodista José María Zavala se ha adelantado y acaba de publicar El secreto mejor guardado de Fátima (Temas de Hoy), en el que alude a los tres enigmas, entre ellos las Guerras Mundiales y la conversión de la URSS al cristianismo. «El tercer secreto está incompleto», dice.

Coincidiendo con la visita pontificia, la inveterada guerra entre escépticos y creyentes en el milagro se ha recrudecido. Mientras sus más vehementes defensores ven en el santuario el mejor exponente de la solidez de la fe, sus detractores denuncian que en torno al templo se ha erigido un «montaje fraudulento».

Pese a ser sacerdote, Mario de Oliveira es un incrédulo recalcitrante. Su desconfianza le ha llevado a firmar el manifiesto Contra la acreditación del milagro de Fátima. Quienes han rubricado el texto no se oponen a la visita del Papa, aunque sí rechazan lo que consideran una «farsa y un negocio». «Estamos ante una mala escenificación gestada hace cien años, tiempo suficiente para haber desenmascarado el embuste», sostiene uno de los padrinos de la iniciativa, el músico Pedro Barroso. Oliveira y Barroso piensan dirigirse al pontífice para que «desmonte el mito» y expulse a los mercaderes del templo, aunque saben de sobra que Jorge Mario Bergoglio hará oídos sordos a su petición.

El escritor Manuel Vicent se alinea con los que pretenden desarmar el milagro. Cuenta que en el café A Brasileira de Lisboa se encontró a mediados de los ochenta con una anciana. Se llamaba Mary Wilkin, era inglesa y de adolescente llamaba la atención por su cabello pelirrojo. El 13 de mayo de 1917 una tormenta la sorprendió en un pueblo cerca de Fátima. Se subió entonces descalza a un árbol y vio a tres niños que jamás habían visto una melena pelirroja. Meses después se enteró de que aquel paraje se había convertido en un centro de peregrinación.

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