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Una mujer, sentada a la puerta de su casa en la localidad de East Liverpool, Ohio. :: reuters
La gran desesperanza blanca

La gran desesperanza blanca

Las muertes por alcoholismo, drogas y suicidio entre los blancos de mediana edad hacen saltar las alarmas en EE UU

INÉS GALLASTEGUI

Viernes, 7 de abril 2017, 20:33

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El sueño americano se les volvió pesadilla. Sus ingresos no han hecho más que caer desde que empezaron a trabajar, casi adolescentes, al terminar el instituto o antes. Entonces les pareció una buena idea dejar los estudios y ponerse a ganar dinero. Pero se hicieron mayores. El mercado laboral empezó a llenarse de jóvenes graduados. La crisis, la globalización y la enésima revolución tecnológica los echaron de sus empleos. Encadenan el paro con trabajos precarios y cada vez menos cualificados. Y se mueren a puñados. Los economistas Angus Deaton y Anne Case anunciaron el jueves un descubrimiento «sorprendente e inquietante»: la tasa de mortalidad de la población blanca de mediana edad con bajo nivel de estudios se ha disparado en Estados Unidos por causas como los suicidios, las sobredosis de drogas y las enfermedades relacionadas con el alcoholismo. Según sus cálculos, en los últimos 15 años se han perdido tantas vidas por ese cóctel de pobreza y desesperación como por la epidemia de sida en toda la historia: medio millón.

«La mortalidad en la mediana edad es como un canario en una mina de carbón, el indicador de una patología económica o social», explican en su artículo el premio Nobel y su mujer, profesores de la Universidad de Princeton. Y el pájaro se ha quedado seco: mientras la mortalidad cae a un ritmo del 2% anual en todo el mundo y en todos los grupos de edad, en Estados Unidos ha subido de forma desproporcionada entre la población blanca no hispana con un nivel educativo equivalente o inferior a la enseñanza secundaria.

¿Por qué sucumben a la crisis los blancos con poca formación y no los hispanos o los negros, con ingresos medios más bajos? Case y Deaton destacan que muchos latinos están «notablemente mejor» que sus padres o abuelos nacidos en el extranjero, una tendencia que abona el optimismo en ese grupo de inmigrantes de segunda o tercera hornada. Los afroamericanos, acostumbrados a una desventaja histórica, parecen haber desarrollado cierta resiliencia.

La confianza en la mejora infinita de la calidad de vida de generación en generación se ha truncado para los blancos sin estudios superiores. A los 70 años el 90% declaran vivir mejor que sus padres; solo el 60% de los de 50 pueden decir lo mismo.

La clave es, a juicio de estos expertos, un largo proceso de «desventajas acumulativas». Según sus datos, el deterioro no es solo económico; también social y afectivo. Los miembros de este grupo hallan menos oportunidades de comprar una casa que sus contemporáneos con formación universitaria, que disfrutan de ingresos más altos y estables. Encuentran menos posibilidades de casarse y tener descendencia y, si lo hacen, son más propensos al divorcio. Más hombres pierden el contacto con sus hijos, lo cual es malo para los padres y para los niños. «Esas son el tipo de cosas que llevan a la gente a la desesperación», puntualizan los investigadores.

La libertad de fracasar

También influyen los cambios sociales: los individuos ya no están obligados a heredar de sus padres el oficio ni la religión y deciden cómo vivir o si formar una familia. «Cuando estas elecciones tienen éxito, son liberadoras; cuando fracasan, el individuo solo puede responsabilizarse a sí mismo», subrayan los autores del estudio. En los peores casos, es «una receta para el suicidio».

La epidemia de las 'muertes por desesperanza' se extendió desde los estados del suroeste a todo el país. Ha infectado a las ciudades y al campo. Y no tiene parangón con las curvas de mortalidad en ningún otro país rico; los expertos apuntan que el sistema sanitario y de seguridad social en la Europa desarrollada crea una red protectora que previene este fenómeno.

Case y Deaton no se andan con chiquitas: auguran que el futuro será peor cuando estos ciudadanos que a los 50 ya tienen mala salud y pocos motivos para vivir cumplan 60 o 70. La reforma legislativa que pondrá fin al sistema sanitario 'Obamacare' los dejará aún más desprotegidos. Paradójicamente, fue este sector de población, despectivamente llamado 'basura blanca', el que aupó a Donald Trump al poder, recuerda el 'nobel': «Sus políticas parecen perfectamente diseñadas para hacer daño a la gente que le votó».

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