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Andy Aguilar (derecha) y Jorge reciben el respaldo de sus vecinos de Berga (Barcelona). :: s. sáez/efe
Empujados al armario

Empujados al armario

El rebrote de agresiones a gais en España pone en alerta a los observatorios contra la homofobia. «Si nos siguen persiguiendo la gente volverá a ocultarse», advierten

ANTONIO CORBILLÓN

Viernes, 31 de marzo 2017, 19:19

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La denuncia está puesta pero los golpes y la impotencia siguen. Estamos destrozados». Y magullados. Como demuestran las imágenes que subieron Andy Aguilar (28 años) y Jorge (23), su pareja. Ambos fueron agredidos en la madrugada del pasado domingo después de besarse junto a las puertas de una discoteca en Berga (Barcelona). En las imágenes que han subido a Facebook se observa la saña y variedad de golpes que soportaron en sus rostros. Los testigos y el 'ruido mediático' que lograron generar permitió la rápida detención por los Mossos d'Esquadra de un chico de 19 años como supuesto autor de la paliza. Además, la plaza de Sant Pere de Berga reunió el lunes a cientos de vecinos que se solidarizaron con esta pareja homosexual, penúltima víctima de la creciente ola de agresiones contra este colectivo. Al final de esta protesta, Andy y Jorge se besaron delante de todos para demostrar su determinación de seguir adelante. Alrededor, pancartas con frases como 'Ama como quieras' o 'Queremos amar libremente'. La alcaldesa de Berga, Montse Venturós, se comprometió a tomar «las medidas judiciales necesarias» para luchar contra la homofobia.

Con la violencia por odio a las minorías sexuales parece suceder el mismo efecto 'rebote' que en las agresiones por género. Cuantas más se conocen, parece que más se producen. Y que la punta del iceberg apenas asoma. «Al igual que pasa con las mujeres, hechos como éste son la reacción más ultramontana frente a los avances de la sociedad», resume el presidente de la Federación Estatal de Lesbianas, Gais, Transexuales y Bisexuales (FELGTB), Jesús Generelo.

Ese mismo día, y también en la comunidad catalana, se hicieron públicos al menos tres casos más, según explican desde el movimiento Crida LGTBI. El viernes, Xavi Tallón se encontraba junto a cinco amigos frente a la fuente de Monjuïc de Barcelona. Declara que cualquiera podía identificar que «somos gays, ya que se podían ver nuestras muestras de amor entre hombres». De repente, un par de gritos: «¡maricones de mierda»!, «¡putos maricones!». Y, tras la desbandada, Xavi se encuentra solo ante su agresor. «Me arrinconó dándome un puñetazo en la mandíbula, seguido de otro más en la ceja y tres más en la boca». Solo las voces de otro varón reclamando que parara la golpiza permitieron a Xavi escapar. También ha denunciado su caso ante la Policía catalana. Un día antes, una pareja de gais fue amenazada en un bar por besarse. Y, para cerrar el capítulo más reciente, un homosexual disfrazado de bailarina durante los carnavales de Sitges fue agredido con una porra extensible a la puerta de un local de ocio.

La sociedad catalana, la primera que tuvo una Ley contra la Homofobia (2014) e impuso multas al aplicar su reglamento, pionera igualmente en crear un Observatorio para recoger denuncias, ha reaccionado con contundencia. La alcaldesa de su capital, Ada Colau, reclamó no dar «ni un paso atrás contra la homofobia». Y, a pesar de todos estos pasos, Eugeni Rodríguez, presidente de ese Observatorio contra la Homofobia, sigue lamentando la «sensación de impunidad» y reclama un paso más allá: la necesidad de que el Govern abra una oficina de atención a las víctimas, en línea con lo que ya ocurre con las mujeres que sufren violencia de género. «Es inadmisible la falta de desarrollo de protocolos específicos y planes de prevención para erradicar esto», insiste Rodríguez.

Una cada día y medio

En Madrid, la otra comunidad con su propio Observatorio contra la LGTBfobia, una persona llama cada 36 horas a su teléfono (618 547 166) y presenta una denuncia. El año pasado se registraron 239 casos. En los dos primeros meses del presente ejercicio ya van 40. «Nos sentimos desbordados. Cada vez somos más visibles y eso para muchos es una ofensa. A mayor exposición social más riesgo. Llegará un momento en que la gente vuelva a ocultarse», lamenta su coordinador, Rubén López. Sería el regreso al armario por simple defensa de su integridad. Porque estas denuncias no cree que superen «más allá del 10% de los episodios reales». Es decir, más de 2.000 anuales solo en Madrid. La falta de formación de policías y fiscales para perseguir los delitos de odio (la homofobia ya es un agravante, pero apenas se aplica en las sentencias) echa para atrás a las víctimas.

Y no es un fenómeno circunscrito a las grandes urbes. «Se está dando la impresión de que el problema es más visible en barrios de Madrid (como Chueca) o Barcelona. Pero proporcionalmente es falso y se dan más agresiones en la periferia, incluso en comunidades como Castilla y León», advierte el sociólogo e investigador sobre la materia Iñaki Paredero, que es además presidente de esta federación en la región mesetaria.

España fue pionera en el mundo en la aprobación de medidas legales que ampararan los derechos civiles de las minorías sexuales. El 30 de junio de 2005, la Ley de Igualdad del Matrimonio Homosexual nos situó como uno de los tres países más progresistas. Detrás llegaron otras normas que adaptaron los códigos Civil y Penal a los nuevos tiempos. Salvo las reacciones de sectores ultraconservadores de la Iglesia y algunas organizaciones afines, que aún reclaman la «reeducación del homosexual», los avances situaron a España entre los estados más tolerantes en libertades sexuales. El Pew Research Center, instituto sociológico de referencia internacional, ensalza a España como el país más respetuoso de Europa. Asegura que el 88% de sus ciudadanos considera que la diversidad sexual debe ser aceptada. Más de diez puntos por encima de Gran Bretaña o Francia y 14 sobre Italia.

¿Qué está pasando entonces? ¿Volvemos hacia atrás? ¿De verdad es tan respetuoso un país en el que la grada de un estadio grita «¡maricón, maricón!» a Cristiano Ronaldo y no pasa nada? Ni siquiera los propios portavoces de las minorías sexuales se ponen de acuerdo y buscan respuestas «múltiples a un problema complejo y con varios frentes». Una de las mayores preocupaciones ante este rebrote de la violencia sexista es la juventud de los agresores: la mayoría, varones de entre 20 y 29 años. Y también de sus víctimas, con un perfil de edad y género similar.

«Los maltratadores son chicos que aún estaban en el colegio cuando ya se habían aprobado esas leyes sobre matrimonios homosexuales. ¿Nadie les ha hablado de igualdad en las aulas?», se pregunta Rubén López. Su Observatorio ha detectado una alarmante falta de valores cívicos y respeto entre los más jóvenes, algunos tan homófobos con los LGTB como machistas en sus relaciones con las mujeres. Por eso recorren la Comunidad de Madrid dando de cinco a diez conferencias semanales en colegios e institutos.

«En una charla escuché a un chaval de 14 años que 'insultar al maricón te hace más macho'», recuerda Jesús Generelo, que denuncia que «no se está haciendo nada en el terreno de la educación, cuando la diversidad sexual, de género y de familia debería ocupar de forma transversal y longitudinal las materias escolares». Tras las agresiones en lugares de ocio, el acoso escolar por motivos sexuales ya es la segunda causa de denuncia.

El viejo tópico de la agresión ultra o neonazi parece diluido en España. Pero investigadores como el sociólogo Iñaki Paredero, integrante del colectivo gay y víctima hace diez años de una agresión que fue archivada, considera que «la crisis económica ha disparado el rechazo a las minorías en toda Europa. Es la frustración acumulada que alimenta el odio a los diferentes». Y que da alas a campañas como el autobús de Hazteoir.org sobre los órganos sexuales ('que no te engañen: los niños tienen pene, las niñas tienen vulva'). En el horizonte está la esperanza de lograr «el máximo consenso» en el proyecto de la Ley de Igualdad LGTBI que ya tienen todos los grupos parlamentarios y que se discutirá antes del verano en el Congreso.

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