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Unos clientes negocian con el conductor de un 'almendrón' el precio de un traslado en La Habana. :: luis ángel gómez
La rebelión de los 'boteros'

La rebelión de los 'boteros'

Los conductores de los taxis cubanos irán a la huelga mañana, maniatados por las imposiciones del régimen y el bloqueo

MILAGROS LÓPEZ DE GUEREÑO

Domingo, 26 de febrero 2017, 20:09

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Dicen que nos regimos por la oferta y la demanda, pero debemos aceptar que nos impongan las tarifas. Es sencillo entender nuestra molestia. Pagamos lo mismo por impuestos, por el combustible, las piezas de repuesto son muy caras, y tenemos que bajar el precio casi a la mitad al dividir los trayectos en tramos más cortos», resume a este diario Carlos, un taxista estacionado en el Parque del Curita, el punto de partida de todas las rutas de taxis situado en pleno centro de La Habana. De la huelga que según Radio Bemba, la 'Radio Macuto' cubana, se convoca por internet para mañana lunes, no quiere hablar. Levanta las cejas y dice: «Ahh, eso.» y da media vuelta.

No es raro. En más de medio siglo no ha habido una protesta así en Cuba. La gente habla de la huelga de brazos caídos sin declarar. Silvia, una artista plástica, nos cuenta que pasó tres horas tratando de coger un 'botero' porque tenía que trasladar unos cuadros. «Muchos pasaban vacíos, y decían 'no estamos alquilando', o 'no voy para allá', o simplemente no paraban».

Aquí el transporte público es un dolor de cabeza. «Está muy malo, muy malo. Las 'guaguas' (autobuses) pasan muy llenas y muy escasas», afirma. Ahí tienen los particulares un nicho de mercado supliendo la oferta estatal.

El Gobierno aseguró hace años que mejoraría el servicio con la compra de vehículos a China. Así fue. Pero duró poco. La falta de piezas de repuesto o el vandalismo de algunos usuarios dejan semiparalizados o para el desguace unidades necesarias para transportar cada día a cerca de un millón de personas, que pagan 40 centavos de peso cubano no convertible -apenas un céntimo de euro- o 0,20 euros en los miniautobuses llamados 'ruteros'.

Reliquias del asfalto

Como son insuficientes, entran en juego los 'boteros'. La mayoría utiliza los 'almendrones', como llaman a los autos fabricados antes de 1959. Muchos aguardaban el sueño de los justos en garajes, subidos en caballetes para no estropear los neumáticos y las llantas. Pero las calles se fueron llenando de estos vehículos desde que en octubre del 2011 el Gobierno de Raúl Castro permitió la venta directa entre particulares. Una persona puede poseer tantos coches como pueda pagar. ¡Y eso que los precios son astronómicos! Cacharros destartalados no bajan de los 15.000 euros. Hasta esa fecha había 300.000 coches rodando en la isla. Ahora, sin cifras exactas, se nota el cambio. Hay atascos en horas punta, algo impensable diez años atrás.

El desembarco masivo de 'almendrones' favoreció la apertura de talleres especializados en 'tunearlos', no con piezas originales sino con las que se encuentran en este mercado atípico. Una reparación casi obligada es cambiar el motor de gasolina a uno diesel, mucho más barato. Se ven autenticas joyas rodantes de chapisterías perfectas e interiores inverosímiles y hasta peligrosos, con tanques de combustible o de gas en los maleteros.

Muchas personas, aun sin carné de conducir pero con posibles, vieron el negocio ideal: comprar el coche y dejarlo a un chófer para que lo trabaje. Piden una cuota diaria de entre 30 y 50 CUC, de 28 a 47 euros, sin hacer nada. El que lo alquila se encarga de moverlo y, lo más importante, de cuidarlo. Por eso el tema de las tarifas ha levantado ampollas en algunos conductores.

Según Carlos, «antes cobraba por cada viaje 100 pesos (4 euros); bueno, 95, porque le pagaba 5 al 'buquenque' (la persona que organiza las colas para llenar los coches). Ahora solo me queda la mitad». Antes, con un cálculo moderado de 25 viajes diarios, sacaba diariamente 50 dólares, casi 2.000 euros al mes. Una fortuna en un país donde los médicos, los profesionales mejor pagados, apenas cobran 80.

Junior, chófer de un vehículo de los años 50 adaptado para llevar 8 pasajeros, admite la molestia de algunos colegas, pero aclara que «sobre todo son los ilegales que, al haber más controles, prefieren no salir». Junior espera tranquilo. «Conmigo no hay lío. Si me dan cinco, cinco, no discuto. Pero los usuarios regulares del servicio se solidarizan con nosotros y nos dan los 10 o los 20 sin problema. Y si me quieren usar por tramos tampoco me importa. Si se bajan dos personas, ahí mismo cojo otras dos y al final cobro lo mismo». En cuando grita «¡Cotorro!», aparece la gente y le llenan el 'carro'.

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