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El puente  que nos  separa de Europa

El puente que nos separa de Europa

Esta semana laboral «de locos» no beneficia a casi nadie. A pesar del consenso general, el calendario es «nuestro hecho diferencial con Occidente»

ANTONIO CORBILLÓN

Sábado, 10 de diciembre 2016, 21:37

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Semana de locos para muchos sectores de la economía española. «Empresas que nos llaman y no tienen claro qué hacer, costes tirados a la papelera, encender el lunes, apagar martes, encender el miércoles, apagar el jueves...». José Luis Casero no da abasto para atender a las pequeñas y medianas empresas que asesora a través de su consultora laboral Grupo Tempo. También las grandes firmas están aturdidas cuando tratan de cuadrar el calendario de una semana laboral tan atípica como ésta con sus necesidades productivas. «Es un desastre. Sale un camión de piezas de Alemania o viceversa y es muy complicado que complete la ruta a tiempo», lamentaba a principios de semana Félix Cano, director general de Lingotes Especiales (Valladolid), uno de los últimos reductos de siderurgia en la Meseta y con clientela entre las grandes cadenas automovilísticas.

La semana con más fechas rojas en el calendario finaliza mañana con un inusual consenso general en su rechazo que no ha servido para cambiar las cosas. Nadie considera positivas tantas fechas intercaladas de días inhábiles.

¿La excepción del sector turístico? Las reservas a principios de semana apenas alcanzaban el 50% en muchas zonas costeras y solo algunas capitales con tirón (Sevilla, Toledo, Córdoba) se acercaban al 75% entre el jueves y mañana. «Esta semana no es tan buena porque al turismo extranjero no le afecta en absoluto y el tráfico de ocupación por negocios o congresos está casi muerto», advierte el vicepresidente ejecutivo de la patronal Exceltur, José Luis Zoreda.

Si miramos el calendario de 2017 se repetirá una situación muy similar con un largo macropuente festivo entre el miércoles 6 de diciembre y el domingo 10. «Ya es hora de que dejemos de ser el hecho diferencial de Europa. Siempre estamos en el batallón de cola», se lamenta Casero, que es además el presidente de la Asociación para la Racionalización de los Horarios Españoles (Arhoe). «En un mercado globalizado y con un país tan exportador como el nuestro, en el exterior nadie entiende que tengamos una semana tan fragmentada en la que no hay quien cumpla sus compromisos», completa el diagnóstico la directora de Relaciones Laborales de la micro, pequeña y mediana empresa de Cataluña (Pimec), Elena de la Campa.

Dentro de nueve días se cumplen cinco años (19 de diciembre de 2011) del primer gran compromiso (incumplido) del presidente Rajoy en su sesión de investidura: «Abordaremos los costes que para nuestra economía suponen los puentes, de manera que se trasladarán las fiestas al lunes más cercano, con la excepción de aquellas fechas de mayor arraigo social». Tres semanas después, el 10 de enero de 2012, hubo incluso un veloz consenso entre la patronal CEOE y las dos centrales CCOO y UGT por el que se desplazarían a lunes tres fiestas (15 de agosto, 1 de noviembre y 6 de diciembre).

Acuerdo inútil

Fue todo en vano porque el calendario no solo no se tocó. No se volvió a hablar del asunto. La CEOE llegó a calcular que cada día festivo entre semana nos costaba un 0,45% del PIB: unos 4.500 millones de euros. Una cifra de la que ahora se retractan. «Nos preocupa, pero es imposible tener toda la casuística. Habría que ir negocio a negocio y eso no es posible», indican fuentes de su secretaría general. En todo caso, los cálculos del Gobierno sitúan este ralentí laboral por encima de los mil millones de euros.

La aguda crisis en 2011 y las presiones de la Unión Europea reclamando reformas profundas estaban en aquella prisa y sus acuerdos. Pero el propio calendario se encargó de enterrarla. En 2012 no hubo macropuente. Y en 2013, 2014 y 2015 los festivos se solaparon con el fin de semana y apenas se disfrutó de un puente largo. Además, la reforma laboral del Gobierno de febrero de 2012 enfrió el consenso. La aparente salida progresiva de lo peor de la crisis completó el que todo siguiera igual.

Las reticencias de la Iglesia católica y de los Gobiernos autonómicos acabaron de poner el último palo en la rueda de los cambios. No hay que olvidar que el Gobierno solo tiene margen de maniobra para elegir 8 de los 14 festivos del calendario anual. Aunque tampoco necesitaría cambios legislativos, ya que el Estatuto de los Trabajadores le permite «trasladar a los lunes todas las fiestas que tengan lugar entre semana», excepto las cuatro fechas más señaladas: Navidad, Año Nuevo, primero de Mayo y 12 de Octubre.

Las autonomías y la Iglesia pueden opinar sobre cuatro. Y otros dos son de ámbito municipal. Aunque cuatro de esas fechas han de consensuarse con el Vaticano para cumplir el Concordato con la Santa Sede de 1979. Como recuerda el catedrático de Derecho Eclesiástico Joaquín Mantecón, «históricamente, la Iglesia ha hecho ya un esfuerzo notable de cara a las solicitudes del Gobierno de reducir las festividades religiosas». Se refiere a las llamadas fiestas de precepto, una larga lista de santos y vírgenes que han ido desapareciendo a medida que la aconfesionalidad fue avanzando.

Pero, más allá de los sentimientos religiosos, los acuerdos fallidos sobre el traslado de festivos al lunes se basan en un hecho racional muy aceptado en toda Europa: es el día menos productivo de la semana junto con la tarde de los viernes. Así que hace décadas que al otro lado de los Pirineos desterraron esos viaductos laborales y acoplaron sus días en rojo al arranque de la semana. Y por eso nos siguen viendo como los que más descansos y menos jornada tienen. Ninguno de los dos tópicos es cierto.

España es uno de los países con la jornada laboral anual más larga, por encima de Francia, Alemania o Gran Bretaña. «Sin embargo, los países con calendarios más cortos -Holanda, Bélgica...- logran una mayor productividad y está demostrado que las empresas que han reducido sus horarios han mejorado», resume el abogado experto en Derecho Laboral del grupo HispaColex, Juan José González.

Esta falta global de armonía lectiva en toda la Península afecta de forma seria a esa mejora de la productividad que «se nos está escapando entre los dedos», lamenta el portavoz de la Confederación Empresarial de Madrid (CEIM), Francisco Aranda. Después de estudiar los diferentes calendarios autonómicos, este economista aporta un dato revelador: «en España hay 240 días laborables al año. Pero solo en 140 trabajamos de forma simultánea en todo el Estado. Así es imposible conciliar nada», denuncia.

Enmendar al Ejecutivo

Ya que el Gobierno no ha sabido aprovechar el consenso, están siendo los afectados los que le enmiendan el calendario. Los 30 trabajadores de Suinsa (La Llagosta, Barcelona), que suministra piezas a Airbus y a multinacionales del automóvil, acordaron con su empresa agrupar estos festivos en lunes y martes y trabajar el resto de la semana. Una vez más, se impusieron las demandas de un mercado internacional y globalizado. En empresas como ésta los trabajadores priman la conciliación laboral y familiar. Y el festivo se les compensa igual, tal y como marca la ley. Una gran parte de la Seat de Barcelona cambió el festivo del pasado martes al lunes. De esta forma ajustaron el volumen de producción al de sus ventas y pudieron disfrutar de un fin de semana largo. El miércoles y el viernes volvieron al trabajo y solo se respetó el 8 de diciembre (día de la Inmaculada y fiesta en la que el Vaticano puede ejercer su veto al cambio).

Sus colegas madrileños también están asesorando a muchas empresas para firmar acuerdos de este tipo. «Es un magnífico ejercicio de responsabilidad y flexibilidad por parte de trabajadores y empresas», insiste desde la patronal Francisco Aranda. «Estos acuerdos de producción afectan sobre todo a empresas de proceso continuo y, aunque cada vez se impongan más las tecnológicas o el teletrabajo, aquellas siguen siendo el 35% del empleo», reconoce el delegado de CCOO en Valladolid, Antonio Díez Méndez.

Al ajuste de las jornadas hay que añadir el de la conciliación entre familia y trabajo. «Semanas como ésta están lejos de favorecer el descanso de las familias. En esto, lo acuerdos escolares son una prueba de lógica», comenta José Luis Casero. Se refiere a que en los calendarios lectivos de los centros educativos declararon festivo el pasado lunes o este viernes para tratar de evitar el absentismo de los alumnos que se acoplan a las agendas de sus padres. Desde la organización de Casero, que lucha desde hace años para que España adopte el horario británico (ganar una hora a todo), el fin de los acueductos festivos sería «un peldaño más en la europeización de nuestras relaciones laborales y sociales».

Varias encuestas ratifican el deseo general de cambio. El 70% de los trabajadores está dispuesto a ese traslado festivo a los lunes o viernes, coinciden las prospecciones de la empresa de recursos humanos Randstad y el portal digital El Español. Una cifra a la que también se acercan los directivos empresariales, según la Escuela de Negocios ESCP Europe. Y hasta el turismo, el único que podría poner alguna pega, saldría beneficiado. «Se abriría un escenario de turismo homogéneo para todos si se armonizaran calendarios en toda España», opina desde Exceltur José Luis Zoreda. «Tendríamos más fines de semana largos. Habría tal vez menos escapadas a Londres o Nueva York, pero ganaríamos en turismo de interior», concluye Elena de la Campa.

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