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Varios hombres piropean a una mujer en una imagen llamada 'American Girl, Florence, 1951'.
Micromachismos, la lacra cotidiana

Micromachismos, la lacra cotidiana

El psicoterapeuta Luis Bonino introdujo hace 25 años este concepto, que ha traspasado fronteras

Álvaro Soto

Sábado, 3 de diciembre 2016, 07:24

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Podría decirse que el origen del concepto 'micromachismo' está en un problema de dejadez masculina. A principios de los noventa, recién llegado a España, el psicoterapeuta argentino Luis Bonino pasaba consulta a una paciente que no sentía deseo sexual por su marido. «¿Tu pareja es deseable?», inquirió Bonino. «¡No! No se cuida nada, está muy dejado». Y sin embargo, el hombre conseguía eximirse de cualquier responsabilidad en el asunto y, a través de diferentes y complejas estrategias, lograba hacer que su mujer se sintiera culpable. Bonino comenzó a estudiar estas estrategias y en noviembre de 1991, en una jornada contra la violencia de género celebrada en Albacete, bautizó esta actitud masculina con un nombre que, 25 años después, ha pasado al lenguaje diario y ha traspasado fronteras: micromachismo.

Bonino emigró de Argentina a España en 1989. Desde entonces, pasa consulta en Madrid y participa en congresos sobre hombres, masculinidad y género, campo en el que es un reconocido experto. Durante este cuarto de siglo ha constatado que la violencia física ha quedado deslegitimada en España, sobre todo tras el terrible asesinato de Ana Orantes en diciembre de 1997, pero también ha percibido que el hombre sigue utilizando todas las argucias posibles para mantener su superioridad sobre la mujer. En un sentido amplio, Bonino define 'micromachismos' como «los comportamientos que los hombres utilizan para culpabilizar a las mujeres e 'inocentizarse' ellos mismos».

Ceder un asiento o dejar pasar delante, las «zonas grises»

  • El experto admite que hay algunas zonas grises. ¿Dejar pasar a una mujer antes en una puerta es micromachismo? ¿Ceder un asiento en el autobús a una señora lo es? ¿Y si la mujer percibe como una falta de educación que un hombre no se levante? «Estamos en un momento de transición y es cierto que en algunas situaciones es más difícil tener una conclusión clara», explica.

Micromachismo, por ejemplo, es hacer creer que la lógica masculina es la única que vale. También son micromachismos las mentiras del hombre y la autoindulgencia (si yo lo he hecho, no es importante; si lo haces tú, sí). Y micromachismo es intentar quedar por encima de la mujer en cualquier momento, pero sobre todo, cuando se produce una situación de 'crisis', en el sentido de cambio: por ejemplo, si la mujer pasa a ganar más dinero que el hombre, este hace lo que sea para no perder su estatus. «El prefijo 'micro' no quiere decir que la actitud sea banal o no tenga importancia, sino que es imperceptible. Los microbios no son grandes, pero son muy dañinos», cuenta el experto.

«En las discusiones entre hombres y mujeres, los hombres estamos dos contra uno. Tenemos a nuestro favor la Historia y el patriarcado. Los hombres recurrimos a nuestras armas de la lógica, sin darnos cuenta de que puede haber otra lógica, la de la mujer, que es diferente. Eso pasa con los gustos, por ejemplo. Si a ella no le gusta una comida, él no lo entiende y le intenta hacer ver que está en un error», argumenta el experto. «Los hombres tenemos experiencia de siglos en llevar los argumentos a nuestro favor y en negar lo evidente», agrega. «A igual nivel socioeconómico, los hombres lo pasamos mejor que las mujeres. Tenemos un entrenamiento del privilegio, forjado durante siglos, que hace que nos resulte natural ver a la mujer subordinada», añade.

Piropos y mentiras

Bonino distingue entre los estereotipos y los micromachismos. En el primer grupo podrían clasificarse frases masculinas como 'Mujer al volante' y similares, que califica como «violencia simbólica». La diferencia es que los micromachismos «tienen cara de hombre y es la mujer la que lo padece». Como los piropos, con el añadido de que si a una mujer no le gustan, el hombre «se enoja». O las mentiras. O el manejo del silencio, el micromachismo que Bonino más rechaza: «solo hablo cuando quiero». O dar vueltas a los argumentos para finalmente, tener el hombre la razón. O que en un restaurante, la cerveza se sirva por defecto al hombre y la coca-cola, a la mujer, o se le lleve la cuenta siempre al hombre, o que el camarero le sirva al hombre el vino para que lo pruebe él antes que la mujer. «Habría que decirle que si su pareja sabe más que él, se lo sirva a ella. El micromachismo se produce cuando, ante estas situaciones, el hombre se calla. Cada uno es responsable de lo que ocurre y cuando no dices nada, tú estás avalando el micromachismo».

En los hogares los «micromachismos utilitaristas», como los llama Bonino, han estado muy extendidos: el escaqueo de las tareas domésticas, estrategias por omisión, hacer algo mal a propósito para que al hombre se le dé por imposible, sobrevaloración de los logros masculinos (hacer el 10% de las tareas y pensar que se ha hecho el 100%). O esa típica pregunta de hombres: ¿qué te hago?

Desde mediados de la década de los 90, la conciliación entre hombres y mujeres se ha ido extendido, y sin duda es algo positivo. Pero esa división de tareas también tiene un lado oscuro en que se pueden hallar micromachismos y que está relacionado con que la gestión del tiempo siga estando en manos de los hombres. Puede ser que un padre y una madre pasen el mismo tiempo con su hijo, pero el padre lo hace con más frecuencia en el parque jugando y la madre, limpiando la ropa.

La utilización del término 'micromachismo', que sigue vivo y cambiante, está ayudando a que las mujeres se den cuenta de la inferioridad en la que las quieren situar los hombres y se puedan defender mejor, relata el psicoterapeuta. «Pero muchos hombres son refractarios a estos cambios», alerta. «Un hombre puede llorar, ya no está mal visto, pero también puede seguir siendo un cabrón», asevera.

Bonino explica que todos los seres humanos, también las mujeres, ejercen manipulación. ¿Pero cuál es la diferencia? Que las mujeres manipulan utilizando la estrategia de los grupos subordinados, estrategias similares, por ejemplo, a las que puede usar un mayordomo, que a su manera, también tiene poder. Una mujer utiliza las «armas de mujer», es decir, la estrategia de quienes no pueden usar «las armas de la autoridad y la razón», que son las del hombre.

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