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El nuevo estadio de la arquitectura

El nuevo estadio de la arquitectura

Los modernos templos del deporte dan alas a los estudios para olvidar la crisis con proyectos épicos pagados por sponsors y petrodólares

GUILLERMO ELEJABEITIA

Lunes, 5 de diciembre 2016, 20:51

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Hubo un tiempo en el que casi cada ciudad de cierto calibre quería lucir ante las visitas un museo, un auditorio o un palacio de congresos. Aquel afán dio mucho trabajo a los arquitectos durante un par de décadas, pero, desde que estalló la crisis, muchos vieron con pavor cómo grandes proyectos se quedaban en el cajón. Hoy ese lugar en la vanguardia de la arquitectura ha sido ocupado por el deporte. Alentada por el patrocinio de marcas comerciales y por una interminable sucesión de eventos de alcance global, la profesión asiste extasiada a la carrera por anotarse el récord más espectacular. Dimensiones ciclópeas, presupuestos rumbosos y una visibilidad multiplicada por la televisión convierten a las instalaciones deportivas en un perfecto vehículo de lucimiento para los arquitectos.

Nada nuevo bajo el sol. Las hazañas deportivas y los alardes constructivos han ido de la mano desde la Antigüedad. El estadio Panathinaikó de Atenas, el Coliseo romano o el Hipódromo de Constantinopla representaron en su día el papel que hoy tienen los modernos templos del deporte, en una civilización que vuelve a demandar pan y circo. Como entonces, también vienen de la mano del poder, que en el siglo XXI es sinónimo de dinero. La alianza con grandes multinacionales ha inyectado miles de millones de euros en el sector. A cambio, las compañías se arrogan el derecho de bautizar las instalaciones. Los anglosajones lo llaman naming right y es una práctica muy extendida en Estados Unidos -los New England Patriots juegan en el estadio Gillette, los Houston Rockets de la NBA en el Toyota Center o los Colorado Nuggets en el Pepsi-, y se está implantando con éxito en Europa y Latinoamérica. El Bayern de Múnich fue pionero con su Allianz Arena, el Arsenal juega en el Emirates Stadium o el club de fútbol de Monterrey en el BBVA Bancomer. En España actualmente solo el Mallorca salta al césped en un campo de apellido comercial, el Iberostar, pero lo más probable es que el Santiago Bernabéu o La Peineta sumen pronto un apellido.

Mientras los equipos cortejan a las marcas y viceversa, los estudios más prestigiosos del mundo se pirran por unos encargos que dan lustre y aseguran una publicidad impagable. Norman Foster se hizo con el proyecto para la renovación de Wembley y firmará uno de los estadios del mundial de Qatar 2022. Su proyecto para el Barça no fue elegido. El despacho de la desaparecida Zaha Hadid construye actualmente el estadio Al Wakrah también, avalada por exquisiteces como el centro acuático de Londres o una plataforma de salto de esquí en Innsbruck. Ha tenido que renunciar a llevar a cabo su idea original para el estadio olímpico de Tokio 2020 por su alto coste. Herzog y de Meuron se han posicionado muy bien en el ámbito deportivo tras firmar hitos como el Allianz Arena en 2005, el estadio olímpico de Pekin 2008 o, más recientemente, el estadio Matmut Atlantique de Burdeos para la Eurocopa de este año.

Pero es el estudio especializado Populous quien domina la escena. De momento es el único que ha conseguido construir dos sedes olímpicas -Londres 2012 y Sochi 2014- y está detrás de obras espectaculares como el estadio de Incheon para los Juegos Asiáticos de 2014 o el Arena das Dunas, en Natal, para el mundial de Brasil.

«Cuando empezamos a trabajar, hace más de veinte años, la construcción de estadios era coto de los ingenieros», explica a este periódico Christopher Lee, director de Populous para Europa, África y Oriente Medio. Concebidos para ser usados un par de horas cada dos semanas, tradicionalmente los campos se limitaban a estructura y poco más. Tipología estereotipada, estética brutalista y mucho hormigón. Nada que ver con las filigranas que lucen hoy las casas del deporte.

Ahora gusta un lenguaje arquitectónico más expresivo, de formas orgánicas, que acerca el trabajo de los arquitectos a la escultura. La magnolia que evoca la cancha de tenis Qi Zong de Shanghái o el nido de pájaro de Pekín son claros ejemplos. El objetivo parece ser añadir más drama a la épica inherente a la competición.

El arquitecto César Azcárate, de la firma IDOM, señala los revestimientos de las fachadas -antes generalmente sencillos, cuando no inexistentes- como el elemento con mayor carga icónica de esta nueva hornada de construcciones -el siguiente paso es convertirlos en pantallas gigantes-, pero considera que el mayor cambio está en el interior. «Antes un estadio era prácticamente hormigón desde el suelo hasta el techo, mientras que ahora se valoran unos buenos acabados, una iluminación cuidada o una elección de materiales más acorde a un uso continuado». Para Azcárate, el cambio de tendencia procede de la necesidad de «abrir las instalaciones a toda la ciudadanía, dotándolas de nuevos usos e integrándolas mejor en la trama urbana».

Esa polivalencia plantea nuevos problemas a los arquitectos. Uno de los principales es conseguir que ampliar el uso de estos colosos no suponga un dispendio en la factura de mantenimiento. En Taiwán hay un estadio cuya cubierta está completamente revestida de placas solares, una fórmula que ha tenido cierto predicamento pero cuyo éxito depende de la legislación energética de cada país. En España no es buen negocio. La Peineta ha optado por reducir el consumo convirtiéndose en el primer estadio del mundo en estar iluminado íntegramente con LED. El estudio de Hadid ha edificado uno completamente de madera, con el que asegura reducir la huella de carbono. Está por ver cómo le afectan las lluvias de la campiña inglesa donde está ubicado.

«A veces se frivoliza con la sostenibilidad, buscando más el récord que la eficiencia», advierte Azcárate, que prefiere aplicar el «sentido común». Apunta a la recuperación de aguas de lluvia para el riego o integrar el transporte para minimizar el gasto en desplazamientos como algunas vías para lograr el mismo objetivo.

Transformers

Lo más responsable es asegurar el uso a largo plazo de estas inversiones millonarias. «Uno de los mayores desafíos es que no se conviertan en elefantes blancos cuando finaliza el evento para el que fueron construidas», apunta Lee. Populous planteó el estadio de Incheon para que pudiera transformar uno de sus graderíos en un parque tras la celebración de los Juegos Asiáticos de 2014 y trabaja ya en la reconversión del estadio olímpico de Sochi para ser sede del mundial de Rusia en 2018.

La cita rusa se celebrará en un impredecible clima internacional y bajo la amenaza terrorista. Por su carácter multitudinario y por la difusión que alcanzarían gracias a la televisión, los estadios son un blanco potencial de atentados. «Aunque la arquitectura aporta soluciones ante terremotos, huracanes o incendios, es difícil luchar contra lo inesperado», reconoce Azcárate. Maximizar las vías de evacuación o el camuflaje de los dispositivos antiterroristas son algunas de las fórmulas que apuntan desde Populous. «Y es importante que los controles a los asistentes se hagan fuera del edificio», añade su director.

El mercado internacional se mueve en función de las grandes citas deportivas. De Brasil y Francia a Rusia y después a Japón o Qatar. «El mercado norteamericano es muy sólido y mantiene mucho potencial de crecimiento», señala Lee. En Oriente Medio se están haciendo obras espectaculares, como en todos los ámbitos de la arquitectura, a base de petrodólares. ACS, la constructora de Florentino Pérez, se ha anotado un tanto al lograr un contrato para construir once estadios en Arabia Saudí por más de 2.000 millones de euros. Asia, y concretamente China, también es un mercado en forma. El régimen tardocomunista parece convencido de la necesidad de dar circo a una población cada vez más inquieta.

Y Europa sigue ofreciendo posibilidades interesantes. Solo en España, ocho de los veinte clubes de Primera División renovarán su camo o construirán uno nuevo en los próximos años. Hace unas semanas, Florentino presentaba orgulloso el nuevo Santiago Bernabéu. El Barça lleva años dando forma al Nou Camp Nou, y el Atlético se preapara para inaugurar La Peineta durante la próxima temporada. La Real Sociedad quiere ampliar Anoeta... y quizá también algún día el Valencia estrenará el nuevo Mestalla, cuyas obras llevan siete años paradas. Hace solo unos días la directiva ya adelantaba que no estará listo para el centenario del club, en 2019. Su esqueleto abandonado recuerda otra época. Esa de los palacios de congresos vacíos y los centros de arte contemporáneo que cerraron poco después de abrir.

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