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Carmen Marín, ayer, sentada en el banquillo de los acusados en el juicio que se sigue contra ella y un ayudante en Málaga. :: efe
¿Ángel o exterminador?

¿Ángel o exterminador?

Carmen Marín, la 'protectora' de animales a la que acusan de matar 2.183 perros y gatos. El fiscal le pide 4 años de cárcel. «La teníamos santificada», dice una antigua colaboradora

SUSANA ZAMORA

Domingo, 4 de diciembre 2016, 21:09

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Quienes la conocen la definen como una persona encantadora, extrovertida, cariñosa y siempre dispuesta a ayudar. Pero este retrato dista bastante de la frialdad con la que Carmen Marín Aguilar se ha mostrado en el juicio, que ayer empezó en Málaga, y del personaje que dibuja la investigación. La presidenta de la protectora Parque Animal, con sede en Torremolinos, se sienta en el banquillo acusada de maltrato animal, intrusismo profesional y de un delito continuado de falsedad en documento oficial. Podría convertirse en la primera responsable de una protectora en España en ingresar en prisión por el sacrificio masivo de animales después de que la Fiscalía haya pedido para ella cuatro años de cárcel. Le acusan de aplicar personalmente una cantidad menor de producto eutanásico y causar «una lenta y dolorosa agonía».

«Como amante de los animales, no soy capaz ni de cortarles las uñas», se defendió ella durante el juicio. La protectora Parque Animal, sin ánimo de lucro, fue fundada en 1996 con el objetivo de recoger animales abandonados y buscarles dueños que les proporcionaran un nuevo hogar. Dos años después, cuando Carmen todavía funcionaba desde su casa particular al no tener aún los terrenos donde instalarse, Ana Fernández ya era socia. Hoy representa a la Asociación de Afectados de Parque Animal, algo que nunca hubiera imaginado cuando le hablaron tan bien de la protectora y de su presidenta.

Ana asegura que ha perdido la cuenta de las horas que ha llorado por lo que considera una «auténtica estafa». «La teníamos santificada, solo le faltaba la aureola», confiesa esta mujer que se siente engañada, dolida y traicionada. «No sé cómo no pudimos darnos cuenta antes de que tras esa apariencia amable se escondía una mujer malvada».

Difícil de olvidar aquellos minutos en el telediario cuando hace seis años saltó la noticia: el Servicio de Protección de la Naturaleza (Seprona) de la Guardia Civil detenía a Carmen Marín y a otro empleado por el presunto exterminio injustificado de 2.183 perros y gatos en apenas dos años. Carmen apuntó ayer que solo fueron 283 y todos «justificados» por enfermedad. Tras ver aquel informativo, Ana reconoce que algo sospechaba. Se refiere a «algo» que vivió un año antes cuando recogió en Granada a nueve gatos salvajes de una casa abandonada y se agenció una furgoneta para trasladarlos a la protectora de Carmen. «Lo que nunca pude imaginar es que al día siguiente, cuando fue mi marido a comprobar qué tal estaban los animales y después de haber hecho un ingreso de 600 euros para su cuidado, no estuviese ninguno. Dijo que una persona los había adoptado a todos, pero eso me olió a chamusquina teniendo en cuenta que estaban salvajes y requerían tiempo para domesticarlos».

Érika Marín, que declara hoy, no tiene dudas sobre el carácter de Carmen. Esta auxiliar de veterinaria, que trabajó codo con codo con ella, está convencida de que sufre doble personalidad. «Tras ese perfil que proyecta de abuelita entrañable y amante de los animales, se esconde una mujer cínica y con muchos aires». Para esta trabajadora, la primera en denunciar lo que estaba ocurriendo, las relaciones que Carmen mantenía con el anterior equipo de gobierno de Torremolinos y los buenos sueldos que pagaba a otros trabajadores «callaban muchas bocas».

Compras particulares

Aunque hoy viuda, la acusada dirigió la protectora junto a su marido durante años. Para la presidenta de la Asociación de Afectados Parque Animal, la protectora funcionaba más como una empresa que como una asociación sin ánimo de lucro. Los ingresos llegaban mediante los donativos (60 euros por cada entrega de animal, más alguna herencia) de sus socios; las aportaciones de empresas; los beneficios de la residencia; y, además, recibía cada año cerca de 27.500 euros del Ayuntamiento de Torremolinos. En la junta directiva estaban sus dos hijas, su yerno y hasta una nieta. En la investigación llevada a cabo por la Guardia Civil quedó constatado que una «parte importante» de los ingresos fueron para pagar alojamientos en hoteles de lujo, la reforma del centro médico de su hija, la compra de un vehículo, viajes en tren, comidas en restaurantes, contratación de un servicio de videovigilancia en su domicilio particular, vuelos a San Petersburgo, Marrakech y Boston, ingresos en su cuenta corriente y compras en grandes almacenes.

Quienes han seguido este proceso se siguen preguntando por qué una mujer con una buena posición social, bien relacionada en un municipio donde siempre había vivido y con desahogo económico ha incurrido presuntamente en prácticas tan deleznables. Ella se defiende y con una convicción aplastante y sin un ápice de arrepentimiento, niega todas las acusaciones y se pregunta cómo puede ser lo que dicen de ella cuando aún hoy «hay quien me trae sus animales a casa». Y sostiene que con ella conviven doce perros, catorce gatos, dos conejos, dos ocas y dos tortugas, porque «la gente sigue creyendo en mí».

Pero si hubo un testimonio que dejó helada a la sala fue el de uno de los testigos, un veterinario que aseguró que los lunes eran días de «exterminio». «Se ponía la música alta y al día siguiente ya no había tantos perros».

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