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Una persona escribe a mano en un cuaderno con una pulcra caligrafía.
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Notas, diarios, novelas... «En la letra a mano hay algo a donde no llegan los emoticonos del Whatsapp»

FRANCISCO APAOLAZA

Viernes, 9 de septiembre 2016, 20:15

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Una noche en Chicago, el escritor Juan Gómez Jurado volvía de una entrevista cuando pasó por delante de un gimnasio. La sala estaba oscura y bajo la única luz, una chica sacudía con furia un saco de boxeo. El autor se quedó mirándola e imaginó una historia. Salió corriendo, llegó a su hotel y tomó el bloc de notas. En el papel comenzó a dibujar los primeros trazos aún febriles de un relato. No fue en el ordenador, sino en el papel: una página, y después otra, y otra... Así nacía Irina, la protagonista de su novela 'Cicatriz'. Comenzó letra a letra, palabra por palabra, gracias al antiquísimo y a veces denostado arte de escribir a mano, una costumbre que pareció desaparecer de la faz de la tierra moderna y digitalizada, y que, sin embargo, está reverdeciendo. Cada vez más, y pese a la proliferación de 'apps' para organizar nuestra vida y a la tecnología en la nube, aquí y allá, personas de todo tipo reivindican el placer de dibujar letras y de poner sus vidas, sus notas, sus novelas, hasta sus proyectos en un papel. Esta es la historia del resurgir de la pluma frente a la tecla.

Todos hemos tomado una nota en un 'post-it': 'Falta leche' o 'Reunión con el jefe a las 12', pero hace tiempo que usted no escribe un texto largo a mano. Con la llegada del ordenador y de los procesadores de textos primero y las redes sociales más tarde, cada vez se escribe menos. Un estudio de la compañía británica Docmail con 2.000 encuestados concluyó que una de cada tres personas no habían escrito una sola palabra a mano en los últimos seis meses. Malos tiempos para los bolis. En Estados Unidos, la caligrafía y la manera de escribir una sola palabra sin separar el bolígrafo del papel ha dejado de ser obligatoria. Algunos estados lo han eliminado y otros siguen enseñando la materia. Otros países como Francia han tomado el sentido contrario. En el año 2000, el Ministerio de Educación obligó a los estudiantes a aprender caligrafía. Usan pluma y lo toman como parte del desarrollo cognitivo del niño. El estado norteamericano de Indiana defiende la enseñanza de la escritura a mano para que los niños «puedan leer las cartas de sus abuelos o la constitución americana».

No solo es eso. También podrán leer los manuscritos de los relatos del escritor Enrique Montiel de Arnaiz. La cuestión está en saber si la escritura es un acto caduco puesto que lo digital es más rápido, o si, sin embargo, aporta algo más al proceso cognitivo y creativo. A Montiel de Arnaiz le gusta el papel. Le relaja: Moleskine y 'roller' para escribir y pluma para firmar en su despacho de abogados. En sus cuadernos (los guarda por decenas) hay de todo: un haiku, un dibujo de su hija, una columna en prensa y un capítulo de su novela. Escribir a mano es más lento y es eso mismo lo que le gusta. «En el teclado, vomitas lo que escribes, pero a mano da tiempo a ir viendo las concordancias, los tiempos, las correcciones... Estoy escribiendo una escena y ya estoy pensando en la siguiente», explica el escritor, autor de 'Bulerías nazis'. Su abuelo, que era capitán de navío, le decía que «el que no tenga memoria, que se compre una de papel», y así lo hizo.

Una libreta en la mesilla

Juan Gómez Jurado siempre tiene una libreta en la mesilla y cuando se despierta sobresaltado con alguna idea en alguna fase remota del sueño, la toma y apunta. La libreta en la mesilla del escritor es la pistola bajo la almohada del sicario. Jack London lo describió así: «Mantén un cuaderno. Viaja con él, come con él, duerme con él. Vierte en él cada pensamiento mundano que chisporrotee en tu cerebro. El papel barato es menos perecedero que la materia gris, y los surcos de un lápiz de plomo duran más que la memoria». El murciano José Martínez va por ahí con su cuaderno de piel Midori, color marrón, diversos cuadernillos en su interior, 70 euros el kit completo, mercancía japonesa: el 'porno' de la papelería. Y siempre, dos plumas niponas con dos colores. Le gusta tanto escribir a mano que en algunos 'mails' escribe el mensaje en papel y lo escanea. En sus viajes se deleita escribiendo sus experiencias en alguna terraza, como si celebrara un rito, y allá donde va le hace fotos a su cuaderno en lugar de hacérselas a él mismo. El cuaderno es parte de sí mismo y encuentra «un placer enorme en cada línea» que escribe. Es veterinario, le gusta viajar y en Japón -la meca de la papelería- vio ese mismo cuaderno en una tienda. «No lo compré, y cuando lo busqué en España no estaba». En ese momento, comenzó a fraguar una idea que llevó a término hace cuatro años con su mujer, que también es veterinaria. Se llama Inktraveler.com, una tienda online y uno de los pocos comercios en los que se pueden encontrar en España los cuadernos Midori y otras exquisiteces como las plumas japonesas Sailor, papeles... En la casa de los papeleros 'gourmet' «cada vez son más». Algunos españoles no solo no han dejado de escribir, sino que gastan un dineral en sus gustos de escritorio. Un ejemplo: cien hojas del afamado papel Tomoe River japonés se pagan en España a 15 euros el paquete, quince veces más caro que el papel común de impresora. Martínez escribe las cartas a sus clientes a mano. «Hay algo más. Algo a lo que no llegan los emoticonos del Whatsapp».

Sus clientes son de todo tipo. «La gente se imagina a un abuelo de 80 años escribiendo en casa, pero en realidad son gente muy joven». En todo el mundo, miles de personas comparten en la red sus Midori -y variantes- con fotos, relatos y vídeos. Hay viajeros que comparten un texto sencillo y otros que pegan en los cuadernos fotos, billetes de metro, poemas, pinturas y que hasta dibujan los mapas de donde han estado. El asunto, llevado al extremo, supone que en la red hay auténticos gurús de la decoración de diarios que viven para el objeto. Se venden para este cometido todo tipo de clips, cintas decorativas y pinturas para ilustrar la vida de cada cuál. En ocasiones se alcanza el punto bizarro en que el cuaderno tiene más importancia que las memorias que guarda. Por ejemplo, en las listas de cosas a hacer en el día en las agendas de algunos aparece en ocasiones «hacer más listas».

Sobre este movimiento se generan todo tipo de tendencias. Una de ellas es la de recuperar la buena letra en el papel. Miles de personas comparten en Instagram sus progresos bajo la etiqueta #Rockyourhandwriting, en la que se plantean retos diarios: escribir los siete días de la semana, el abecedario, tus cinco libros preferidos, una cita de un escritor, una receta...

Recuperar la letra

El que quiera aprender caligrafía de verdad necesitará un profesor. Isabel Padilla encontró uno y se dedica profesionalmente al asunto desde hace tres lustros. Era fotógrafa, pero hace cuatro años comenzó a impartir talleres de letras (Tallerdecaligrafia.com) en Madrid. «Me lo estaban pidiendo. Cada vez son más». Este año tiene el doble de alumnos que el pasado curso. «El interés por la escritura a mano es cada vez mayor. Aquí se desconecta del mundo. Es una terapia de relajación». Explica que las principales habilidades de escritura de las personas se pierden en la universidad, pero nada es para siempre. Esta aptitud está asociada a movimientos que podemos grabar en nuestro cerebro una y otra vez. Los que no se entienden ni ellos mismos tienen una esperanza. El consejo de Padilla es este: «Que tomen un lápiz y un cuaderno con un abecedario y comiencen a copiarlo, pensando en los trazos. Que escriban despacio». Con unos minutos al día, se harán entender hasta los médicos.

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