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Javier Luxor.
«Me dedico a una profesión que no existe»

«Me dedico a una profesión que no existe»

El mentalista Javier Luxor cambia el escenario por las empresas que reclaman sus servicios para mejorar la comunicación entre empleados y clientes

Iker Cortés

Domingo, 19 de junio 2016, 07:48

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Es todo un embaucador, en el buen sentido de la palabra. Una de esas personas que logran llevar al interlocutor a su terreno sin que éste apenas lo perciba. Javier Luxor lleva años dedicándose a "una profesión que no existe", como él mismo señala. Es mentalista, pero en los últimos años se ha alejado del escenario y ha trasladado el 'espectáculo' a las empresas, que no dudan en reclamar sus servicios. "Estamos rodeados de tecnología y es algo estupendo pero también es una forma de comunicación que separa cada vez más a las personas. Lo que necesitan las empresas es unir más a las personas", reflexiona. Y es ahí donde entra en juego la habilidad de Luxor, cuya labor consiste, entre otras cosas, en tratar de enseñar a través del juego y los efectos, distintas técnicas para mejorar la comunicación y generar una "empatía instantánea, una capacidad de persuasión ética, con la que poder hacer entender al público cómo es tu idea y cómo puede interesarles".

Formado academicamente como ingeniero técnico, el mentalismo siempre estuvo ahí como afición. "Me interesaba la forma en la que funciona la mente de las personas, por qué reaccionan de determinada manera y cómo podía influir en ella", relata. Atraído por la magia desde pequeño, se dio cuenta de que no era muy habilidoso con las manos, pero estaba fascinado por la parte psicológica que había detrás de cada juego: la forma en la que se comunica el efecto para que parezca aún más grandioso. "Me di cuenta de que se podían hacer cosas increíbles", confiesa. Así que empezó a explorar esa senda de forma autodidacta hasta que encontró un grupo de mentalistas en EE UU que lo arropó. "Nos reunimos una o dos semanas al año para compartir nuestros conocimientos", se sincera.

Y hubo un momento en el que el mentalismo empezó a ganar terreno a la ingeniería. El click llegó cuando empezó a monetizar la afición. "Tuve la suerte y el coraje de intentarlo y aquí estoy haciendo lo que me gusta", explica quien ha encontrado la forma de fusionar ambos elementos. En sus sesiones, dice, utiliza las técnicas del mentalismo no solo para entretener sino para comunicar conceptos "serios e importantes" a través de juegos y metáforas. "Jugar es como aprender al cubo".

A juzgar por sus palabras, casi podría decirse que Luxor es, además de mago y mentalista, un 'coach'. "No es mi objetivo, pero tampoco quiero que una herramienta tan potente como el mentalismo se quedara en mero entretenimiento y en el teatro. Yo lo saco fuera y lo utilizo para contar cosas que para mí han sido útiles".

Ficción y realidad

Luxor no se esconde y afirma que los espectadores tienen que tener claro que cuando ven a un mentalista están viendo una representación de alguien en un escenario. "Siempre dejo claro que no tengo ninguna capacidad extrasensorial especial, ni poderes... Lo que tengo son habilidades que otra gente no tiene y muchos años de experiencia en una profesión muy curiosa".

-¿Y qué pasa cuando algo va mal?

Todos fallamos, pero ahí también esta la gracia del mentalismo porque estamos siempre muy al límite. Ahí también esta nuestra habilidad para corregir eso. Se puede persuadir a la persona para que no perciba ese error o no lo perciba como tal. Uno de los secretos es que tu no sabes cómo va a acabar la historia, de tal forma que siempre tenemos una salida extra. De todas maneras, cuando te has ganado la empatía del público, éste no quiere que falles. Es un ejemplo más de influencia y liderazgo.

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