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Camareras norcoreanas cantan en un restaurante de ese país en China. :: reuters
Fuga a la carta

Fuga a la carta

Trece trabajadores de un restaurante norcoreano en China han desertado

FRANCISCO APAOLAZA

Domingo, 29 de mayo 2016, 22:57

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No hay en internet una sola crítica gastronómica que alabe la excelsa cocina de los restaurantes norcoreanos por el mundo, pero todos coinciden en que las camareras son magníficas. Cuando han servido las mesas, suben al escenario y tocan piezas del barroco al violín, interpretan grandes éxitos del rock e incluso se arrancan por Rossini y recitan un aria excelsa de ópera. Dicen sus clientes que son bellas, educadas y maquilladas hasta el extremo, como las azafatas de primera clase de una aerolínea de lujo. Todas han estudiado en la escuela de Artes de Corea del Norte y son la cara amable de un país áspero. En realidad, están presas. Cuenta la BBC que todas esas bellezas provienen de las familias del poder norcoreano, que están elegidas entre los más leales al régimen de los Kim y que no pueden salir de los locales en los que trabajan. Pasan allí día y noche (ni siquiera salen a dormir para tenerlas bajo custodia), se vigilan entre ellas y sus conversaciones con los clientes no van más allá de lo estrictamente necesario para que no asome la sombra de la traición. Y cada una de ellas tiene familiares en su país que son reos de las autoridades de Piongyang por si se les ocurriera escapar, o siquiera hablar de más. Y a pesar de toda esa carga, la libertad ha podido más.

En un par de meses, varias camareras se han fugado a Corea del Sur, donde han pedido asilo. A principios de abril fueron trece trabajadores: un gerente y doce camareras de un 'mesón' en Ningbo, una urbe china de ocho millones de habitantes cerca de Shanghái. Habrían escapado después de haber recibido presiones del régimen de Kim Jong-un para que enviaran el dinero ganado de vuelta a su país. Medios asiáticos han publicado que para su huida contaron -además del apoyo de Seúl- con la asistencia de las autoridades chinas, lo que supondría un hecho sin precedentes.

Las camareras son una pequeña parte de los 50.000 norcoreanos empleados en el extranjero en condiciones de estricta vigilancia y obligados a poner a disposición del gobierno la mayor parte de sus ingresos. Estas deserciones, que para muchos analistas suponen un signo de la debilidad de la dictadura norcoreana, ya tuvieron otro fuerte repunte en 2010.

Las autoridades de Corea del Sur prefieren no aportar ningún dato sobre cómo han llegado hasta allí ni de dónde proceden, pero sí han contado a los medios que las trabajadoras del restaurante vieron por televisión la situación real en la capital Piongyang y decidieron poner tierra de por medio. No han trascendido más detalles.

Pequeñas embajadas

Desde hace años, Corea del Norte ha desarrollado una red de restaurantes propiedad del estado. Se calcula que son 130 en 12 países, sobre todo en Asia. Se llaman Piongyang, Corea o Corea del Norte y funcionan como pequeñas embajadas del estado más hermético del mundo. Sus paredes están empapeladas de fotos con paisajes y monumentos de la tierra de los Kim, y además del exótico número musical de las camareras (programado por horas), se sirve el tradicional kimchi, elaborado con col fermentada, y la sopa de carne de perro. Son esas rarezas, más que su gastronomía, las que llenan las mesas. En un principio podría pensarse que los comedores son una manera sencilla de promocionar el país, de abrir su cultura y tradiciones a los ojos del mundo con el gancho de la cocina, pero esa idea no casa con la manera férrea con la que la nación controla el turismo y las barreras burocráticas y económicas que impone a sus visitantes. Aumentar el número de viajeros a Piongyang no parece ser la razón principal de esas 'miniembajadas'.

La BBC cita informes que apuntan a que los 130 restaurantes son en realidad una manera de conseguir divisas. Los ingresos no representan montañas de dinero. Se calcula que toda su cadena (se come por entre diez y sesenta euros por persona) genera unos diez millones de euros al año de beneficios, una cantidad respetable si va al bolsillo de los mandamases, pero muy pequeña en comparación con su PIB, de 35.000 millones de euros.

Otras fuentes apuntan que los locales son una tapadera financiera para otros negocios bastante más turbios.

A principios de año, con motivo del lanzamiento de un cohete de largo alcance del régimen militar de Corea del Norte, el gobierno de sus vecinos del Sur activó una campaña en las redes sociales contra este tipo de establecimientos en la que animaba a sus ciudadanos (y a los de otros países) a boicotearlos para así estrangular aún más el flujo de divisas hacia el país. Las páginas web de recomendaciones gastronómicas se llenaron de incómodos mensajes a los posibles clientes: «¿De verdad quieres financiar a una dictadura?». Ahora han sido las camareras las que han dado la respuesta a esa pregunta... y sin atragantarse.

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