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Cientos de personas hacen la ola durante un evento deportivo.
La ola mexicana cumple 30 años

La ola mexicana cumple 30 años

El mundial en 1986 universalizó la fórmula de animación en los acontecimientos deportivos masivos

JOSÉ MARÍA CILLERO

Viernes, 27 de mayo 2016, 20:24

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El partido inaugural de la Eurocopa de Francia, que disputarán el país anfitrión y Rumanía el próximo viernes 10 de junio en el parisino Stade de France, constituirá un momento idóneo para celebrar el trigésimo aniversario de la ola de los estadios, un fenómeno de animación coordinada en las gradas que tal vez pudo inventarse algunos años antes en recintos deportivos de Canadá o Estados Unidos, pero que se universalizó durante el Mundial de México en 1986.

Si bien todo el mundo acepta que la ola llegó a la cultura colectiva mundial en aquel campeonato que dejó además el gol del siglo y el de la mano de Dios -ambos, obra de Maradona-, son muchos los que se disputan la autoría del fenómeno, entre ellos el animador profesional Krazy George Henderson, que aseguraba haberlo creado en 1980, durante un partido de la liga de hockey sobre hielo de Canadá.

Otras teorías sitúan su nacimiento también en México, en el estadio Azteca, con motivo de los Juegos Olímpicos de 1968, o durante el Mundial de fútbol disputado dos años después en ese mismo país.

En todo caso, la aldea global incorporó este fenómeno de las gradas a su acervo tras el Mundial de 1986, hasta el punto que muchos países lo conocen como la ola mexicana. Y la cultura popular acogió la ola con tanta intensidad, que traspasó los acontecimientos deportivos para contagiar los espectáculos musicales -el pasado sábado, las atiborradas gradas del Santiago Bernabéu fueron escenario de la ola en los prolegómenos del concierto de Bruce Springsteen-.

Incluso ha dado lugar a una expresión de rendida admiración que sustituye al quitarse el sombrero por el más moderno hacerle a alguien la ola; aunque para ser justos, su ejecución durante acontecimientos deportivos a menudo es síntoma de que los aficionados buscan diversiones alternativas al tedio del partido en disputa.

Y ya, en el colmo del paroxismo olero, los puristas llegan a distinguir hasta tres modalidades de ola de los estadios. Para que luego digan que lo sencillo no puede llegar a ser complicado.

Así, háganme el favor de diferenciar entre tres variedades de ola, por mucho que lo difícil sea que los miles de reunidos en un estadio sepan de antemano cuál toca en cada momento.

A saber, la ola transversa, si en lugar de avanzar a la derecha o izquierda de los espectadores, avanza hacia atrás o hacia adelante de ellos, como si surgiera del centro de la cancha o hacia él, respectivamente; reflexiva, si al llegar a su punto de partida regresa por donde vino, sea transversa o longitudinal, y ola bidireccional u opuesta, si avanza en direcciones opuestas simultáneamente. Total nada.

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