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Las sectas: «¿Cómo pude creerme todo aquello?»

Las sectas: «¿Cómo pude creerme todo aquello?»

Las sectas del siglo XXI usan como cebo las terapias alternativas y las técnicas de desarrollo personal. Dejan un rastro de familias rotas, cuentas vacías y personas lastimadas. «Ya tenía poca autoestima y esa poca me la destrozaron», dice una víctima

carlos benito

Jueves, 5 de mayo 2016, 21:17

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En 2011, Jordi se quedó sin trabajo. Estaba «hecho polvo», convencido de que no iba a encontrar un empleo nuevo, y ese desánimo le llevó a emprender un itinerario vital que acabaría por dejarle muchísimo peor. Primero probó las llamadas constelaciones familiares, una sesión en la que «tienes que hablarles a unos muñequitos como si fuesen tus padres», por la que pagó 40 euros a un supuesto especialista que un par de meses antes estaba sirviendo copas en un bar de su pueblo. Después, le recomendaron la homeopatía: acudió a la consulta privada de una doctora que por las mañanas ejercía la medicina convencional en la Sanidad pública. Además de comprarse «todos los botes» que le prescribió, salió de allí con un consejo gratuito: «Sigue las señales que el universo te irá mandando, me dijo. Y las seguí».

Las misteriosas señales del universo no tardaron en presentársele, minutos después, en forma de un cartel pegado a la pared: anunciaba un centro dedicado a la espiritualidad y las terapias alternativas. Sin saberlo, al cruzar aquel umbral, Jordi estaba pasando de la superchería sacacuartos más o menos inocua a la manipulación sistemática de una organización sectaria. En los dos años siguientes, se apartó de sus amistades y se fue enrolando en una cantidad inconcebible de talleres y tratamientos, siempre por orden de su gurú: gestión de energía, limpieza de chakras, radiestesia, poder de la palabra, reiki, cuencos tibetanos, biodanza... «Me he escrito una lista de todos, para no olvidarme. ¡Hasta hice un curso de acceso a la quinta dimensión!», se asombra ahora. «De vez en cuando, la gurú me decía que me veía jodido y que necesitaba una limpieza de aura de 40 euros. Salía sintiéndome bien, pero a la media hora estaba jodido de nuevo». Cuando se le agotó el dinero del finiquito, según marca el guion al que suelen atenerse todos estos grupos, empezó a pagar con su trabajo en la propia organización.

«Les dimos 19 años de nuestras vidas, sin cotizar, y el Estado lo permitió»

  • salvador (exmiembro de el patriarca)

  • El caso de Salvador pone de relieve un aspecto de las sectas en el que a menudo no se suele reparar la utilización de los adeptos como mano de obra barata y siempre voluntariosa. Este valenciano entró en 1979 a El Patriarca, la asociación de origen francés dedicada a la rehabilitación de toxicómanos, cuyo fundador acabó condenado por la Justicia gala ya en este siglo. «Cuando llegabas, te veías en una comunidad, rodeado de gente similar. Hasta entonces, tu vida había sido caótica, pero de pronto sentías que habías encontrado tu sitio. Aunque no te dabas cuenta, ahí ya había empezado a actuar el gurú

  • «Les dimos 19 años de nuestras vidas, sin cotizar, y el Estado lo permitió, igual que les pasa ahora a muchísimas personas. Allí dentro estábamos trabajando siempre, mientras el fundador se las daba de gran jefe y se compraba Rolex, y al final salimos con una mano delante y otra detrás. Los tribunales deberían dictaminar que tienen una deuda con nosotros».

«Me sentía en deuda, estaba dispuesto a seguir pegando carteles para siempre. Yo a esa mujer le debía la vida, me sentía totalmente dependiente de ella. Le preguntaba antes de hacer cualquier cosa, para ver si le parecía bien», comenta. Los miembros del grupo se consideraban los elegidos, «los únicos despiertos en una sociedad dormida», pero por debajo de esa convicción les atenazaba un miedo asfixiante: «Era continuo, una sensación horrible. Me hicieron creer que alguien allá arriba llevaba la cuenta de todo lo que hacía, también de todo lo que pensaba. La gurú nos decía siempre lo que debíamos hacer y, después, sabía si nos habíamos portado bien o no: ahora me doy cuenta de que yo llevaba la culpabilidad escrita en la cara, pero entonces pensaba que me había visto el de arriba y se lo había contado». Dos años después de su salida de la secta, Jordi continúa en tratamiento psicológico, con antidepresivos y ansiolíticos: «No quería salir a la calle, ni siquiera bajar a por el pan. Ya tenía poca autoestima y esa poca me la destrozaron. Siento vergüenza, me digo a mí mismo ¡cómo pude creerme todo aquello!».

Las sectas que saltan a los medios de información suelen ser las más llamativas, pintorescas en su organización e incluso en sus vejaciones: grupos como los miguelianos, con sus monjas vestidas de azul y amarillo chillón, su aparatosa casa-fortaleza en Galicia y esos presuntos abusos sexuales que remedaban el sacramento de la eucaristía. Pero, fuera del alcance del ojo público, la mayoría de las sectas que operan en nuestro país se ajustan más a lo que experimentó el sufrido catalán: «Casi el 80% de las consultas que recibimos están relacionadas con las nuevas psicoterapias y los métodos de sanación sin acreditar», explica Juantxo Domínguez, exparlamentario vasco que preside RedUNE, la Red de Prevencion Sectaria y del Abuso de Debilidad. Estos grupos, camaleónicos por naturaleza, saben adaptarse siempre a las inquietudes dominantes: del mismo modo que en los 60 explotaban la revolución y la utopía política y en los 70 escudriñaban el cielo en busca de platillos volantes, las sectas del siglo XXI utilizan como anzuelos las supuestas terapias alternativas, la espiritualidad new age y los métodos de desarrollo personal (aunque, nunca está de más la puntualización, no todos los que se dedican a estas disciplinas forman parte de grupos destructivos). «La crisis y la enfermedad son ideales para ellos: aquí siempre acaba pagando el más necesitado», resume el marido de una mujer enredada en un colectivo sectario.

«Me felicitan la Navidad para demostrar que saben dónde vivo»

  • miguel perlado (Presidente de AIIAP)

  • El psicólogo Miguel Perlado, presidente de la AIIAP, conoce a la perfección la mecánica de entrada en las sectas y también los resortes que pueden mover a romper con ellas. Según explica, hay factores que deberían hacer saltar las alarmas cuando se acude a alguna convocatoria que pueda resultar sospechosa «Hay que tener cuidado con las propuestas en lugares apartados, incomunicados, de difícil acceso. También con las que le hacen a uno sentirse culpable, hasta el punto de dificultar su marcha, y con las que indican que lo de dentro es muy particular, tanto que los de fuera no lo podrán entender. Por último, hay que recelar de las situaciones que impelen a tomar una decisión rápida, no pensada, guiada por el corazón o por la energía que fluye».

  • Perlado mantiene la web EducaSectas y practica el exit counseling, intervenciones que pueden extenderse dos jornadas, en las que se aporta al adepto la información objetiva. «Si quiere seguir en el grupo, la decisión es suya. Desde dentro, te dicen que puedes marcharte cuando quieras, pero que es una pena, porque habías superado dos de los cuatro niveles, porque fuera está Satanás, la enfermedad, el rechazo...». ¿Ylas sectas nunca se revuelven contra el psicólogo? «Hay presiones de todo tipo, algunas muy sutiles envían felicitaciones de Navidad a mi domicilio, para demostrar que saben dónde vivo. A veces también me he encontrado las ruedas pinchadas».

«No entras, te entran»

Los grupos con un planteamiento religioso al estilo clásico han quedado ya como la vieja escuela, pero el mecanismo de captación sigue funcionando igual: una introducción de apariencia inofensiva, acompañada por la grata sensación de encontrarse en compañía de personas afines y recibir lo que se conoce como un bombardeo de amor, y un proceso posterior en el que s aplican técnicas de lavado de cerebro, evidentes cuando se contemplan desde fuera pero invisibles para quien las sufre. «A las sectas no entras tú, te entran. Utilizan el milagro, el misterio y la autoridad. Te dicen que vas a ver cosas asombrosas, pruebas evidentes. Te piden que tengas paciencia, que no preguntes, que ya te darás cuenta a medida que avances. Y se presentan como el canal directo en el que hay que tener confianza ciega. Muchos gurús son narcisistas patológicos: se alimentan parasitariamente de los demás. Con una gran sonrisa, prometen ayudarte, transformarte, sanarte, elevarte, pero lo que harán será retorcerte más y más la tuerca, en una dinámica de dominio y sumisión», expone Miguel Perlado, psicólogo especializado en sectas y presidente de la Asociación Iberoamericana para la Investigación del Abuso Psicológico (AIIAP).

Los que acuden en busca de ayuda suelen ser los allegados, que asisten con preocupación a la deriva del adepto. Son personas como el guipuzcoano Mikel en este entorno, las contadas personas que se animan a relatar su experiencia suelen reclamar discreción en cuanto a los apellidos y cierta vaguedad a la hora de identificarlas, que en 2008 observó cómo un familiar muy cercano empezaba a comportarse de manera extraña: de pronto se volvió más huraño, caminaba «como un zombi», hablaba solo, daba portazos... De ahí pasó a pedirles dinero a Mikel y su esposa, más de mil euros mensuales, pese a contar con un empleo espléndidamente remunerado. La explicación a aquella repentina metamorfosis se escondía en un centro de terapias que acumula ya una veintena de denuncias. «Para cuando nos dimos cuenta, llevaba diez años acudiendo. Nosotros pensábamos que simplemente se daba masajes, pero presuntamente ha sido víctima de un lavado de cerebro, y digo presuntamente por imperativo legal, porque el caso no está juzgado. Era una persona brillante como un diamante, maravillosa, y se ha convertido en un monstruo deshumanizado y sin sentimientos. Es una marioneta que hace todo lo que ordena la gurú, incluidas las cosas más absurdas. El contacto se ha roto por completo y ya nos hemos resignado a que su caso sea irrecuperable, pero al menos estamos luchando para que no caigan más personas».

«Te captan por lo emocional, no por lo racional, y ahí todos flaqueamos»

  • MARGARITA BARRANCO (PSICÓLOGA)

  • Margarita Barranco, actual vicepresidenta de RedUNE, lleva ya 29 años tratando a víctimas de sectas, pero no ha olvidado su primer contacto con este mundo «Era un caso compartido, un chico de la Gran Fraternidad Blanca Universal. Me quedé a solas con él un rato y me di cuenta de que me estaba llevando a su terreno con una facilidad enorme». A menudo, cuando leemos sobre estos grupos, pensamos que a nosotros no nos podrían cazar, que jamás nos creeríamos ciertas cosas ni aceptaríamos ciertos desprecios, pero la psicóloga desmiente esa supuesta inmunidad

  • Una vez que interioriza la máxima de que todo lo que se dice en el grupo es verdad y todo lo de fuera es falso, el nuevo acólito asumirá cualquier cosa, por mucho que en algún rincón de su cerebro se acumulen las dudas. «Recuerdo a una chica con la que estuvimos hablando más de cinco horas, sin que ella abriese la boca para nada. No sabíamos qué hacer para romper todo aquello que había en su cabeza. Y, de pronto, empezó a hacer preguntas fue como un chorreo de dudas que estaban ahí», relata Barranco, que se declara especialmente alarmada por un rasgo de las sectas de nuestro tiempo

En el radar de las organizaciones que combaten la manipulación aparecen nombres y filosofías de lo más variopinto. Desde las ramas más oscuras de las iglesias católica y evangélica hasta entramados piramidales de inversión. Desde la pujante bioneuroemoción, que explica las enfermedades a partir de conflictos anímicos, hasta sistemas de creencias tan abrumadores como el Libro del Conocimiento, supuestamente proclamado por una Jerarquía Universal y canalizado para los terrestres a través de una gurú turca. «Los Hijos del Ser Humano tienen tal potencial que mueren en el momento que lo desean y resucitan cuando quieren», dice una de sus pretendidas verdades. «Es una mezcla de religiones y ufología que, aquí en Madrid, se anuncia por todas partes en forma de cursos gratuitos. Al principio, te dan solo un fascículo y entras en una estructura de pequeños grupos. Tienes seis meses para copiar el libro entero a mano, con un Pilot negro», detalla María, que ha tenido a un ser querido dedicado a tales caligrafías. Entre los colectivos que más inquietan a los expertos destacan los derivados del Ashram Shambala, un movimiento de chamanismo siberiano ilegalizado en Rusia, cuyo fundador hoy encarcelado por abusos sexuales, entre otros cargos mantenía a sus seguidores desnutridos, esclavizados, sometidos a continuas y caprichosas humillaciones: por ejemplo, solo les conectaba el suministro de agua a las tres de la madrugada.

«Sus ramificaciones son preocupantes, sobre todo por los sectores de población a los que pueden llegar a tocar, especialmente menores alerta Miguel Perlado. También son muy graves los formatos de pseudocoaching y encuentros en grupos grandes, que rompen todas las defensas de los participantes, los destripan y los dejan con una hemorragia emocional». El campo del coaching, tan de moda y tan poco controlado, está abierto al intrusismo, a la charlatanería y también a maniobras más siniestras, que pretenden justo lo contrario que los auténticos profesionales. «Crean una dependencia a sus pacientes, recopilan información para conocer sus puntos débiles y agrandan su herida. Acaban teniéndolos por el cuello comenta Juantxo Domínguez. Grupos diversos, que hace quince años estaban en otras historias, se han metido en el campo del desarrollo personal: es como una epidemia de fiebre tifoidea».

La realidad de las sectas es un colosal iceberg del que solo emerge una mínima parte: los especialistas calculan que alrededor de medio millón de españoles forman parte de alguno de estos grupos, y basta una mínima búsqueda en internet para que el profano se pasme ante las dimensiones de este mundo oculto y su mareante palabrería. En buena medida, su invisibilidad se debe a la falta de repercusiones judiciales: aunque el artículo 515.3 del Código Penal declara ilícitas las asociaciones que utilicen «medios de alteración o control de la personalidad», las denuncias suelen tener un recorrido muy corto, porque los jueces consideran indemostrable la manipulación e invocan como argumento exculpatorio la mayoría de edad del afectado. «No saben por dónde sopla el viento y guardan la demanda en un cajón, aunque ese argumento de la mayoría de edad podría aplicarse igualmente al terreno laboral o al de la pareja. Llevamos unos treinta años de retraso con respecto a Europa en la prevención de las derivas sectarias», reprocha el presidente de RedUNE. La asociación aspira a que se tipifique el delito de abuso de debilidad, igual que en Francia y Bélgica. Así, al menos, las víctimas obtendrán algún reconocimiento mientras afrontan el difícil reto de recomponer sus vidas: «Antes yo era un tío divertido, pero me está costando mucho recuperar aquella personalidad concluye su relato Jordi. Hoy es la tercera vez que me atrevo a salir a la montaña, que era una de las cosas que más me gustaban. Pero todavía tengo ese miedo de que me están observando desde arriba».

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