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Las expedicionarias, junto a los guías, camino de la cima del Kilimanjaro.
Un lazo rosa en el Kilimanjaro

Un lazo rosa en el Kilimanjaro

Cinco mujeres que superaron un cáncer de pecho hacen cumbre juntas en la montaña más alta de África

DANIEL ROLDÁN

Miércoles, 7 de octubre 2015, 19:19

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Kirguistán. Un país desconocido, más pequeño que su vecino Kazajistán -capital Astaná, como el equipo ciclista-, pero que tiene una atracción especial para los amantes de la montaña de todo el mundo. Hermosas cumbres, dificultades de todo tipo y, todavía, escasa presencia occidental. Hasta allí se fue Eva García para retomar su contacto con la altitud, las cuerdas o las noches a miles de metros de altura. Quería volver a las alturas tras superar un cáncer de mama que le diagnosticaron en 2008, de recuperarse de las arduas sesiones de quimioterapia que la dejaban, como a muchas pacientes, agotada. Su objetivo era la cima del Khan Tengri, a 6.995 metros. No lo consiguió, aunque se fue satisfecha. Había superado los seis mil metros sin problemas, lo cual fue "mucho más satisfactorio".

Este ensayo le hizo ver que podía volver a una vida normal, así que no dudó en aceptar la propuesta del fotógrafo y escritor Eric Frattini de formar parte de una peculiar aventura: hollar el monte más alto de África, el Kilimanjaro (5.885 metros), en compañía de otras cuatro mujeres que habían superado su mismo trance. Al igual que Eva, Araceli Oubiña, María Barrabés, Rosa Fernández y Carmen González-Meneses dijeron que sí a la propuesta, al reto lanzado por la consultora de viajes TREX Exploring, con el apoyo económico de Pelayo Seguros y la colaboración de la Federación Española de baloncesto y la Obra Social La Caixa. "No nos conocíamos de nada, pero enseguida montamos un grupo de WhatsApp y nos hicimos íntimas", relata Carmen, que no podía esconder su alegría por que la aventura que comenzó el 20 de septiembre terminase el pasado martes con las cinco compañeras en el punto más alto de África. "El reto era llegar juntas. Si alguna se hubiera quedado y no lo hubiéramos conseguido, no hubiera sido lo mismo", cuenta esta montañera valenciana que aterrizó en Barajas desde Tanzania junto al resto de sus compañeras.

Juntas sufrieron el mal de altura, los dolores de cabeza, las intoxicaciones, los mareos y el cansancio de una ascensión que no es complicada pero que necesita una preparación. "Mientras estás ahí, piensas en todas las mujeres, para que vean que siempre se puede luchar", asegura emocionada Carmen. Como Eva, coincide en que el último día fue el peor de la expedición. "Salimos a la medianoche, con las luces en la frente y subimos, a pesar del cansancio acumulado. Porque estamos agotadas", relata Eva. En el Kilimanjaro se encontraron con un montañero neerlandés que se echó a llorar cuando le contaron que hacían por esos lares. "Había perdido a su mujer en 1979 por culpa del cáncer de mama", añade Carmen. Aseguran que lo "primero es vivir", pero no esconden las ganas de volver a hacer más pronto que tarde una aventura similar y colocarle, de forma simbólica, un lazo rosa a otra montaña. El Kilimanjaro ya lo tiene.

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