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Un montañero en la cima del Kala Pattar, sobre el campo base y con el Everest y el Nuptse al fondo.
Cerrado por catástrofe

Cerrado por catástrofe

El terremoto de Nepal obliga a suspender todas las expediciones al Everest en plena temporada, un golpe a la maltrecha economía del país

antonio corbillón

Lunes, 4 de mayo 2015, 20:59

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La tierra se partió en Nepal el sábado pasado. Bailó el acordeón de montañas que ponen banda sonora a los sueños de los amantes de las cumbres. La falda de la madre de todas ellas, el Everest, ahora huérfana de escaladores, fue la trampa para docenas de ellos en su campo base. Pero allí siguen todos los picos nevados y sus míticas rutas de trekking. "En las montañas, las infraestructuras apenas se verán afectadas... porque no existían", resume José Antonio Masía, director de Trekking & Aventura, la primera agencia que abrió aquel mercado en España (1979) y la que más viajeros sigue llevando al país, unos 500 cada temporada. Los 28 millones de nepalíes, la mayoría hinduistas, están acostumbrados a que su vida discurra al borde de los desfiladeros. Y en estos días de caos, los expertos creen que en su reconstrucción volverá a pesar que es el eje mundial del montañismo.

"Después de la ayuda internacional, el turismo es la mayor fuente de ingresos de Nepal", explica el alpinista navarro y organizador de expediciones Koldo Aldaz, con 30 años de experiencia en la zona. Tenía su lógica en un país que ocupa el puesto 145 de los 180 que integran la lista mundial de la riqueza, por debajo de Laos o Bangladesh. La catástrofe les azota justo cuando el Ministerio de Turismo nepalí esperaba acercarse al millón de visitantes. Esto les hubiera permitido pulverizar las mejores cifras y superar los 400 millones de euros de ingresos para sus arcas, un 5% de la riqueza nacional.

El temblor de tierra ha llegado en la primera fase de la temporada turística, el momento álgido previo a los monzones. Unos 300.000 extranjeros se han desparramado por el país durante estos meses de marzo y abril, cuando el buen tiempo permite a los himalayistas intentar algún ochomil, a los menos ambiciosos lanzarse por las rutas de trekking y a los más convencionales conocer los templos donde nació el budismo. El rigor del clima hace que esta primera parte sea corta y, durante estas ocho o diez semanas, los grupos de visitantes entren y salgan sin parar. Al menos, la tragedia solo ha obligado a cancelar las últimas expediciones. "Si llega a caer la desgracia dentro de un mes, no hubiera pasado nada en el turismo de alta montaña", asegura Tente Lagunilla, que visita Nepal un par de veces al año y lleva en su mochila tres de los grandes picos: K-2, Everest y Gasherbrum II.

Ahora, montañeros y agencias fían el futuro a la capacidad de recuperación del país para la segunda parte de la temporada, que arranca en septiembre, después de las lluvias. "Habrá un hundimiento en las reservas, ya que los hotelitos de la zona de Lukla (ruta del Everest) están dañados", pronostica Koldo Aldaz, que combina allí su pasión alpinista con el trabajo y la cooperación. Después de recibir noticias de su "ahijado", Pasang Sherpa, al que acogió en Navarra y al que financió el albergue en ruta donde aloja a los grupos que viajan desde España, ya se siente más aliviado: "Un tío suyo murió en la primera avalancha del Everest, pero parece que el albergue ha resistido, aunque se le ha movido alguna pared".

«Este pueblo se lo merece»

De momento, todo son especulaciones porque los equipos de ayuda no han llegado a las zonas más alejadas de Katmandú como Namche Bazar, capital clave para la aclimatación de los trekkinistas. "El problema más grave es que hay cantidad de gente sin techo, la mayoría en las zonas rurales y de difícil acceso, ya que sobre el 10 de junio comienza el monzón. Es necesario y obligatorio ayudar. ¡Este pueblo se lo merece!", reclama Mikel Lizeaga, responsable de Asian Trecks. Fue de los primeros que logró salir de Katmandú con destino a Nueva Delhi. Más calmado, desde la capital india no le preocupan las crecientes cancelaciones. "Primero pensemos en su población y en tanta gente sin techo, y más adelante ya hablaremos de poder explotar el negocio turístico", opina este montañero que echó raíces y está casado con una nepalí. "El turismo cultural puede haber muerto, pero las montañas seguirán ahí", remarca el himalayista y también agente Jon Lazcano.

Fueron los alpinistas occidentales quienes crearon este negocio pero, en los últimos años, los nepalíes han tomado el control. Casi todas las agencias mundiales han buscado socios locales en un mercado con una competencia feroz. Curiosamente, esta temporada iba a ser clave después de un 2014 muy accidentado, que culminó con una huelga de porteadores tras un alud que en abril se tragó la vida de 16 sherpas en el Everest. En octubre se sumaron los 40 desaparecidos en un trekking en el Annapurna como consecuencia de las tormentas de nieve del ciclón Hudhud.

Los anuncios del Gobierno de subir las tasas y regular los permisos han sucumbido a la presión de la demanda mundial, a los ingresos turísticos y a la necesidad de un futuro para las familias de los sherpas. Más de 3.000 trabajan para los montañeros. Ganan en los tres meses de cada temporada unos 6.000 euros, diez veces el salario medio del país. Solo en el Everest, 360 montañeros han pagado este año los 11.000 euros que cuesta la licencia. Ya no es el dominio de los aventureros europeos, rusos y australes. Indios, coreanos, chinos y nepalíes se suman al selecto club. Cada uno se gasta entre 40.000 y 60.000 euros en intentar un ochomil, aunque el coste llega a los 100.000 para los que pueden pagarse todas las comodidades, incluido subir en helicóptero al campo base. Convertido en una ciudad montañera a 5.360 metros de altura, más de mil personas lo ocupaban cuando se desató la tragedia.

- ¿Estamos sobreexplotando las cumbres del Himalaya?

Tente Lagunilla: Los montañeros tradicionales reclaman numerus clausus. Pero primero está el negocio. La queja es absurda. Hay mil montañas solitarias.

Jon Lazcano: No es ético poner límites desde un país rico. El dinero no ha evitado la masificación. Y no somos nadie para dar lecciones en turismo de masas.

Grandes gestores mundiales del alpinismo, como la firma Peak Freaks, ya cancelaron sus ataques a la cima del mundo en 2015 al tiempo que anunciaban nuevos escenarios "libres de políticas espinosas y glaciares que se desmoronan". Desde este lado, los agentes españoles han tomado conciencia de que, una vez superada la emergencia, lo mejor que se puede hacer por el país es regresar. "Seguirán allí, esperando con sus enormes sonrisas, más allá de un donativo", asegura el director de Trekking & Aventura. En la misma línea se pronuncia el responsable de Natur Trek, Ángel Olabe, que insiste en que nuestras expediciones "son su pan de cada día" y las marchas de montaña "se pueden hacer en tiendas de campaña o en las casas de los propios sherpas, con lo que dejaríamos aún más dinero". Por eso los gestores españoles han decidido mantener sus planes para la temporada de otoño.

Hasta el turismo de templos budistas, que los más pesimistas dan "por muerto para siempre", podría tener un futuro. Nepal ya demostró tras el terremoto de 1931 su capacidad de seguir adelante. "Ellos son muy resistentes. Es su geografía humana y están acostumbrados a reactivarse rápido", explica Mónica Sans, que coordinara desde la ONG Amigos del Nepal la recogida en España de la mayor fuente de ingresos del país: los donativos internacionales.

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