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La ciudad de los médicos

La ciudad de los médicos

Cada año, mil estudiantes eligen Oviedo por su fama para preparar el examen MIR que los convertirá en residentes

irma cuesta

Domingo, 19 de abril 2015, 21:13

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El despertador suena a las seis de la mañana. Desde que llegó a España, hace ya tres semanas, el tiempo pasa sin darse cuenta. Tener claro el objetivo le ayuda a levantarse de un salto, meterse en la ducha y desayunar sin prisa pensando en lo que queda de día. En un rato, apenas tendrá tiempo para nada que no sea medicina. A las ocho está en su habitación y se ha sentado a estudiar. Seguirá haciéndolo hasta las doce y solo descansará diez minutos cuando den las diez. Luego encenderá el ordenador y pasará las siguientes dos horas contestando los test que le han preparado en la academia. Hacerlo le mantendrá ocupado hasta las dos, el momento de descansar de verdad, comer algo y perderse en un duermevela. De cuatro a siete hay clase presencial; luego, volver a casa paseando y cenar algo se llevará el poco tiempo que le queda teniendo en cuenta que a las diez caerá rendido. Las jornadas se suceden como aquel interminable Día de la Marmota hasta que llega el domingo. «El único de la semana en que estudiar está terminantemente prohibido».

Mario Berrios nació en León (Nicaragua) hace 29 años y ha estudiado Medicina en la Universidad Nacional Autónoma de su país. Ha dejado casa y familia a ocho mil kilómetros de distancia para engordar la lista de los cientos de estudiantes que eligen la Academia MIR Asturias, en Oviedo, para preparar el examen que le abrirá la puerta a cuatro años de aprendizaje con sueldo; esa suerte de oposición a la que los aspirantes a un puesto de médico interno residente (MIR) deben enfrentarse después de seis años de estudio si quieren apuntalar su formación en uno de los mejores escenarios posibles: los centros del enorme entramado de la sanidad pública.

Mario está matriculado en lo que llaman preMir; el curso intensivo llegará en junio cuando, como cada año desde 1988, una nueva hornada de licenciados en Medicina tomará la capital asturiana dispuesta a entregar los siguientes siete meses de sus vidas a cambio de un número que les permita elegir en qué y dónde se formarán los cuatro años siguientes. Mario ha aterrizado en Oviedo arrastrado por el prestigio. «Tenía buenas referencias de esta ciudad y esta academia. Quiero conseguir nota para poder convertirme en internista en un hospital grande de Madrid o Barcelona».

Oviedo, con 226.000 habitantes y cerca de 25.000 estudiantes, está acostumbrada a ver cómo cada año una avalancha de aspirantes a MIR desembarca en la ciudad buscando el amparo de la academia de Jaime Baladrón; el especialista en Cirugía Maxilofacial y Estomatología que un año después de aprobar su propio examen montó la escuela sin imaginar que el tiempo la convertiría en un referente internacional. El primer año prepararon a 160 alumnos; el pasado enero, de los 10.790 aspirantes, 940 entrenaron con su equipo. Tanta celebridad le lleva a uno a preguntar cuál es el secreto de semejante éxito.

Paula Jiménez aún recuerda la noche que, hace ya diez años, pasó frente al banco en el que debía formalizar su matrícula para no arriesgarse a quedarse sin plaza. «Entonces la academia tenía menos capacidad y había que ser de los primeros si querías asegurarte la formación en MIR Asturias», cuenta, orgullosa de haberlo conseguido y de haber podido formarse como oncóloga en Oviedo gracias a la ayuda de quienes en aquel momento estaban al frente. La doctora Jiménez, que con el tiempo pasó a formar parte del centenar de médicos del equipo docente que lidera Baladrón, opina que la clave está en el alumnado; que el éxito del método de preparación radica en el trabajo continuado de los estudiantes. «Ellos son los verdaderos artífices y responsables de su éxito. Nosotros actuamos como entrenadores que intentan llevar a cada uno de ellos a su máximo potencial a través de un trabajo orientado hacia lo más rentable». Hoy, MIR Asturias tienen delegaciones en Sevilla, Madrid y Barcelona,

En realidad, la filosofía que aplica el centro está inspirada en los centros deportivos de alto rendimiento. «La diferencia -apuntan- es que en uno el trabajo y el esfuerzo es físico y en el otro mental».

Rodrigo Sánchez Barona no escatimó ninguno de ellos. Con las clasificaciones recién publicadas, exhibe con modestia ¡un 26! Quienes no son capaces de disimular el orgullo son sus abuelas. Llevan semanas presumiendo de nieto listo mientras el chaval se toma un respiro. Con 25 años, licenciado en medicina en la Universidad de Navarra, no lo dudó cuando tuvo que decidir cómo preparar su examen. «Aunque soy de Tudela, cuando terminé no me planteé ir a otro sitio que no fuera Oviedo. Tiene mucha fama y los mayores siempre la recomiendan».

Como otros tantos, en unas semanas decidirá especialidad y destino. Su idea es convertirse en oncólogo -«una disciplina, por desgracia, con mucho futuro, que garantiza un trato único con el paciente»-. Lo que no tiene tan claro es si se quedará en Pamplona o al final hará las maletas y se marchará a Madrid.

Es fácil hacerse una idea, pero en Oviedo saben de primera mano lo duro que es el MIR. Baladrón ha contado que los ovetenses muestran tal nivel de solidaridad que sus alumnos disfrutan, incluso, de ciertos privilegios. «Cualquiera aquí ha escuchado en el supermercado déjale pasar, que es del MIR».

Una cosa es cierta: la ciudad lleva años creciendo arropada por esa población flotante. Se han abierto hospederías y residencias especializadas, bares que ofrecen menús sanos y económicos para los futuros médicos mientras proliferan ofertas dirigidas a ellos en tiendas de fotocopias, librerías, restaurantes...

Comida y lavandería

El bar de los padres de Roberto Alonso está situado justo al lado del seminario en el que Baladrón y su equipo imparten las clases, de modo que creció viendo pasar por delante riadas de médicos. Por eso, cuando terminó de estudiar -se ha licenciado en Economía y Turismo-, decidió sacarle partido a semejante tráfico de gente. Su inmobiliaria, Alojamir.com, se encarga desde hace ya cuatro años de dar cobijo a los alumnos. El primero tuvo tres clientes; para el año próximo cree que podrá cerrar cerca de cien reservas. «La idea es facilitarles las cosas en la medida de lo posible. Les ofrezco vivienda, de una sola habitación o varias, pero siempre a compartir con personas de las mismas características; servicio de catering, comida y cena; limpieza doméstica y lavandería». Este año tiene tres chicos latinoamericanos, pero la mayoría llega de Cataluña, Galicia y Canarias. «Al principio contraté el servicio de comidas, pero no podía controlarlo ni mejorarlo si creía que debía hacerlo, así que amplié la cocina del bar de mis padres y ahora los atiendo yo mismo. También hemos comprado máquinas de lavandería industriales. Hacer las coladas con las domésticas era un lío».

En los 27 años de historia de la academia han desfilado 31.045 médicos de los que 24.962 han podido escoger plaza. Algo deben hacer bien porque -al menos para los que no estamos acostumbrados a semejante nivel de exigencia- el método tiene una apariencia infernal: 44 libros que estudiar en jornadas de unas once horas durante seis días a la semana a lo largo de siete meses pueden acabar con el entusiasmo de cualquiera.

Rodrigo está entre los que ya lo han conseguido y Mario hará lo imposible. Si lo logra, se formará durante cuatro años en algún hospital español, luego volverá a Nicaragua: «Mi objetivo es ayudar a la gente y lo haré mucho mejor si consigo convertirme en un buen médico».

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