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Una imagen después y antes de pasar por Photoshop.
La huella del Photoshop

La huella del Photoshop

El programa de edición gráfica, que cumple 25 años, ha cambiado nuestra manera de mirar las fotos: ¿Hasta qué punto nos estarán mostrando la realidad?

carlos benito

Lunes, 2 de marzo 2015, 12:19

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La marca se hizo verbo, y dicen quienes entienden de estas cosas que ahí está la mayor prueba del éxito. Uno se pone a photoshopear una imagen del mismo modo que googlea los nombres que le interesan, porque esas actividades se han vuelto tan cotidianas que resulta enojoso emplear giros de tres palabras para referirse a ellas. Y eso que en el caso del editor gráfico de Adobe, que acaba de cumplir veinticinco años, existen ciertos desajustes entre su popularidad extrema y su verdadera relevancia: por un lado, hay muchas personas que lo mencionan con toda naturalidad pese a tener una idea muy vaga de lo que es, más allá de su capacidad casi mágica de eliminar imperfecciones en los retratos; por otro, la mayoría no acabamos de asumir que casi todas las fotografías profesionales que nos rodean han pasado, de manera más o menos rutinaria, por este programa ya veterano.

Photoshop, como tantos otros logros de la informática, surgió de una conjunción afortunada de necesidad y tiempo libre. Allá por 1987, Thomas Knoll se había comprado un ordenador Apple Macintosh Plus para trabajar en su tesis, pero se sentía insatisfecho con su resolución en blanco y negro: el estudiante, cabezón y creativo, se empeñó en encontrar la mejor manera de reproducir escalas de grises, un reto mucho más absorbente que aquel doctorado que jamás llegaría a terminar. Su hermano John había empezado a trabajar poco antes en Industrial Light & Magic, la compañía de efectos visuales de George Lucas, así que fue capaz de entender el potencial de aquellos tanteos. Photoshop nació como fruto de la colaboración entre ambos, y la primera imagen sometida a su influjo fue la ya histórica Jennifer en el paraíso: la entonces novia de John, hoy su esposa, haciendo topless en Bora Bora. Aparece de espaldas, de modo que el inevitable debut de Photoshop en la fotografía erótica todavía tendría que esperar.

La aplicación que lanzó Adobe en febrero de 1990 era bastante modesta, pero creció muy rápido y se convirtió en una herramienta omnipresente, mientras sus rivales iban cayendo por el camino. Tal vez resulte un poco exagerado decir que ha modificado nuestra manera de contemplar la realidad, como sostienen algunos de sus forofos más radicales, pero desde luego ha supuesto una revolución en nuestro acercamiento a la fotografía: nos hemos acostumbrado a imágenes corregidas y más próximas a lo pictórico, en una tendencia que ha terminado desbocándose con los actuales filtros para móvil, y a la vez hemos ido aprendiendo a recelar de lo que vemos. "Cuando una persona mayor mira una foto, piensa que es real: una realidad fragmentada, como decía Kafka. Ahora, en cuanto el contenido es un poco extraño o la luz parece fuera de lo habitual, rápidamente desconfiamos", resume Daniel Caballo, profesor de la Universidad CEU San Pablo y coautor del libro Fotografía sin verdad, un repaso a la manipulación de las imágenes a lo largo de la historia.

Porque, evidentemente, el trucaje fotográfico no lo inventaron los hermanos Knoll. Uno de los retratos más conocidos de Abraham Lincoln es, en realidad, una combinación de su cabeza con el cuerpo de otro político, y todos sabemos lo poco que solían durar en las fotos quienes se enemistaban con Stalin: al líder soviético, sin ninguna duda, le habría chiflado Photoshop. La diferencia es que la técnica artesanal y laboriosa de modificar una fotografía en el cuarto oscuro se ha transformado en un proceso de unos cuantos clics, un trámite rápido y cómodo que plantea claras implicaciones éticas para los fotoperiodistas: "Ha afectado mucho a la credibilidad, y lo ha hecho para mal. En la época analógica, la manipulación era mucho más compleja: ahora, la facilidad hace que proliferen los casos y que exista la tentación de hacer pequeños toques que quizá no tengan mucha importancia, pero que desvirtúan la realidad", lamenta Caballo. A su juicio "el uso ideal de Photoshop sería aplicar los mismos retoques y posproducción que se hacían en el laboratorio analógico".

Más humo

No faltan los ejemplos de fotógrafos prestigiosos que han caído en la tentación de mejorar la realidad y, tras rebasar la línea roja, han sido descubiertos. Son casos como los de Adnan Hajj, que dejó de trabajar para la agencia Reuters tras añadir humo a las tomas de un bombardeo israelí, o de Narciso Contreras, expulsado de AP por borrar una cámara que restaba impacto a su imagen de la guerrilla siria. También fuera del periodismo se han registrado escándalos por despreciar los hechos, tan tozudos: el científico Hwang Woo-Suk descubrió que clonar células con Photoshop para ilustrar sus textos le resultaba mucho más sencillo que lograrlo en sus experimentos. La aplicación se ha convertido además en un arma propagandística que multiplica prodigiosamente los ejércitos norcoreanos o los misiles iraníes y permite que el adversario político aparezca siempre con su peor cara. O, mejor dicho, con una mala cara que ni siquiera tuvo nunca.

Pero, sin duda, el uso de Photoshop que ha generado mayor controversia tiene que ver con la imagen de la mujer. Gracias a Photoshop, las cantantes, modelos y actrices se han vuelto seres ideales, en el sentido de que sus fotos ya no reflejan cómo son, sino cómo quieren mostrarse. Los cuerpos adelgazan -a veces, más allá de lo que permite la anatomía humana-, los miembros se tonifican, las arrugas y los granos son barridos por un amoroso soplo de perfección. Hace tres años, el artista portugués Daniel Soares se dedicó a buscar anuncios de moda por las calles y pegarles una barra de herramientas de Photoshop, para subrayar que ya no eran un espejo de la realidad sino una creación informática. Famosas como Beyoncé han protestado por el tratamiento al que se han sometido algunas de sus fotografías -fue el caso de una campaña de H&M que había moderado sus curvas-, pero después han compartido en sus redes sociales imágenes evidentemente manipuladas.

"En general, la gente diferencia lo que es publicidad de lo que no y sabe interpretar el grado de idealización de las imágenes de las revistas. No obstante, es fundamental que se persiga el abuso de la herramienta, puesto que se ha llegado a modificar el sentido de la propia palabra: el retoque ha pasado a ser sinónimo de irreal, cuando debería estar limitado a lo que fue en el origen, el arte de mejorar ligeramente la realidad", valora María Victoria Carrillo, profesora de la Universidad de Extremadura y experta en el impacto de la publicidad sobre problemas como la anorexia. A ella le preocupa particularmente la influencia sobre los jóvenes, "presas fáciles de una sociedad que exige ser lo que no se es", pero también establece una puntualización: "El canon de belleza no ha cambiado por el retoque, sino porque la sociedad cada vez mira más hacia lo exterior y porque hemos convertido el cuerpo en el centro del universo. La publicidad y las revistas han alimentado esta realidad, pero no la han creado". Y, de momento, nuestra manera de pensar no se puede corregir con Photoshop.

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