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MARÍA JOSÉ CARCHANO
Lunes, 4 de junio 2018, 02:01
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Deja el móvil a un lado para la entrevista Carolina Pascual, decana del colegio de ingenieros de telecomunicación desde hace tan sólo unos meses, para hablar cara a cara, con la ilusión de una niña que se mete de lleno en un proyecto que, como en el resto de decisiones que ha ido tomando en su vida, no ha sido demasiado meditado. Nos recibe con una amplia sonrisa y unos ojos que brillan en la sede del colegio en Valencia, aunque no vaya a hablar de la llegada del 5G, de la brecha digital, de las smart city o de las ciudades inteligentes; ni siquiera de la noche de las telecomunicaciones, que se celebrará la semana que viene, sino de su día a día más personal.
-Ha sido la primera mujer en ocupar el cargo.
-Es cierto, la primera no sólo en la Comunitat Valenciana. En ninguna otra demarcación el decanato había sido ocupado por una mujer, y eso que el colegio cumple ya su 50 aniversario.
-¿Por qué dio el paso?
-Me metí en la junta directiva, aunque no es que yo tuviera ninguna intención clara. Era vicepresidenta y cuando el decano se lo tuvo que dejar, tiré para adelante. Y todavía quedan dos tercios de legislatura.
-¿Pensó en preguntar a su entorno qué le parecía la opción de ocupar un cargo de estas características?
-Sí, porque el tiempo que le dedicas no compensa el desgaste personal que conlleva. Así que pregunté a mi marido qué le parecía, porque tengo una niña de doce años. Pero vi que por las circunstancias personales y laborales tenía posibilidades de dedicarle tiempo. Mi marido, que también es ingeniero de telecomunicaciones y está en la junta, me contestó: «Adelante».
-En la época en que usted estudió la carrera, 'teleco' era una de las más complicadas, con una nota de corte muy alta.
-Las ingenierías siempre han tenido fama de ser exigentes. Si le digo la verdad, yo soy la menor de cuatro hermanas y todas hemos estudiado carreras de ciencias, y la culpa es de mi madre, maestra, que aunque ejerció poco tiempo, siempre le gustaron mucho las matemáticas. Como en su momento no pudo estudiar nada relacionado, creo que nos influyó a todas. Y cuando tuve que elegir, esta carrera era algo distinto a lo que habían hecho mis hermanas, no me desagradaba, y fue una decisión adecuada. Exigente también, eso sí.
-¿Se encontró en un mundo de hombres?
-Es verdad que todavía hoy somos un porcentaje pequeño de mujeres, ahora mismo un 17%. En clase tampoco éramos muchas. Sin embargo, yo en particular no he sufrido ningún tipo de discriminación, ni me han puesto barreras, por ser mujer. En la universidad, donde soy profesora titular, desde luego que no, y tampoco de libre ejerciente, aunque el hecho de que llegara una ingeniera a la obra era raro. Así y todo, me resultaba divertido, anecdótico quizás.
-Pero tiene muy claro que a su hija le va a inculcar que puede estudiar una ingeniería, o una carrera científica.
-¿Sabe qué pasa? Que los hijos no son como uno quiere que sean, y tienen sus gustos y sus preferencias. Yo no tengo ninguna intención de intentar orientarla hacia algo que a ella no le guste, quiero que tenga libertad total, y creo que justamente mi casa es un ejemplo de que puede dedicarse a lo que desee. Puede que a ella no le atraiga la ciencia, y no pasa nada.
-¿Tenía vocación por la formación?
-La verdad es que tampoco, han sido las circunstancias las que me han ido llevando. Se presentó la posibilidad de quedarme en la universidad y me pareció que estaba bien, que me permitía vivir en Alicante y, además, estar cerca de mi familia, que era lo que yo quería. Después me di cuenta de que me gusta el contacto con los alumnos porque te obliga a salir de tu burbuja. Y estar al día.
Hace veinte años, cuando Carolina estudiaba en la Politécnica, los programas Erasmus no estaban tan generalizados como ahora. «Me ha quedado la espina clavada de no haber podido pasar tiempo fuera». Se convirtió en profesora recién licenciada, así que tiene pendiente una estancia en el extranjero. «No descarto todavía, quizás cuando mi hija se haga más mayor, irme en un intercambio de profesorado».
-Confiéseme. ¿Pasa muchas horas enganchada al teléfono?
-Paso más horas de las que debería, estoy bastante conectada, y quizás es un reto el decir: «Hasta aquí, tengo que desconectar». Mi hija es la que a veces nos dice a su padre y a mí que dejemos el móvil, que charlemos. Creo que no me pasa sólo a mí, pero es cierto que al usarlo para el trabajo da la sensación de que estás disponible las 24 horas del día, los siete días de la semana.
-¿Qué le permite desengancharse de verdad?
-Cuando paso tiempo con la familia, con mis amigos, al aire libre, consigo hacerlo. En ese sentido, es un lujo vivir en Alicante, y disfrutar del sol incluso en los meses de invierno. Además, me gusta leer, escuchar música, viajar… Supongo que son los hobbies típicos de cualquier persona.
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