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¿Quién es Vicente Vert?

¿Quién es Vicente Vert?

El presidente de los ingenieros está desempleado, lo que constituye el más fiel reflejo de todo un sector profesional

MARÍA JOSÉ CARCHANO

Martes, 14 de junio 2016, 21:59

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Vicente Vert es el alma del Colegio de Ingenieros Químicos, del que ha formado parte desde sus recientes inicios, siempre en puestos de responsabilidad. Es que este profesional, ahora en paro, tiene madera de líder desde el instituto. De sonrisa fácil y aspecto bonachón, quedamos en el barrio del Carmen y avisa de que es la primera vez que se enfrenta a la cámara y la grabadora. «Somos apenas quinientos, acabamos de llegar».

-¿En qué modo ha afectado la crisis económica a su profesión y a usted en concreto?

-Tenemos el hándicap de que somos unos desconocidos. No se pide nuestro perfil porque no saben que existimos, aunque en realidad es un problema que no sufrimos sólo los ingenieros químicos. Se ha sumado la falta de industrialización, que ha hecho que yo me quedara en el paro recientemente.

-¿Cómo se vive ese proceso, estar en el desempleo? El cambio suele ser duro la mayoría de las veces.

-Es complicado porque intentas ocupar las horas en que antes trabajabas y hacerlo en algo que sea efectivo. Intento reciclarme. Hay que ser capaz de perder el miedo e incluso trabajar en otras tareas de las que puedes aprender cosas que no te da tu profesión. Hay que sacar lo positivo de todo.

-¿Se plantea incluso irse fuera?

-Totalmente. Hoy en día no te puedes quedar con lo que te ofrecen a veinte kilómetros a la redonda. Ya he tenido experiencia fuera, primero de Erasmus, y también en mi primer trabajo en Alemania como científico. Si te alejas 200 kilómetros de tu lugar ya te da lo mismo coger un avión, un tren o un barco.

-A pesar de que en Alemania mucho sol no hay. ¿Qué cosas se sacrifican fuera?

-Sobre todo la familia y los amigos. Obviamente hablaremos de los tópicos de la comida o el sol pero quien se va contigo sufre esa distancia con los afectos más todavía. Por eso tiene que ser un paso muy consensuado. En mi caso siempre ha sido importante el apoyo de mi pareja, pese a que al tener un hijo las decisiones se ven más limitadas. Sin embargo, con la familia al lado se puede ser un poquito más analista desde el punto de vista ingenieril.

-¿Ha sido muy analítico?

-Mi madre siempre me lo decía, que he sido de trastear, y necesitas un orden para volver a montar las cosas que has desguazado. Eso me viene de mi padre, que era delineante y carpintero, y me inculcó que tenía que medir dos veces y cortar una. Y lo traslado a todo, hay que dar una vuelta a las cosas antes de tomar decisiones.

-¿Ha sido un empollón?

-Podría decir que sí, pero siempre he intentado ayudar a la gente. Sacaba muy buenas notas pero no he estado nunca aislado. Al revés, era el que organizaba las cenas de clase, los viajes o las camisetas. Me ha gustado mucho meterme en esos fregaos. Si vas con nobleza recibes nobleza. Soy transparente y no tengo maldad. Al final notas una retroalimentación.

-¿Es importante para usted la amistad?

-Es fundamental. Todavía mantengo el grupo de amigos de la universidad, del instituto, y en la falla tengo a mi lado gente que no son hermanos porque no hay ligazón de sangre pero han sido fundamentales en mi vida. Lo que perdura en realidad es esa amistad sincera, bonita, que te curte, y tu personalidad va ligada a esas personas cercanas.

-Usted no nació en el Cabanyal pero sus raíces son de allí. Pertenecer a un barrio como ése también curte, supongo.

-Mi abuelo era guarda de la acequia de Mestalla, en casa de mi abuela siempre había paella para toda la familia los sábados, la falla es la del barrio y muchos amigos también. Mi madre decía: «Vamos a Valencia». Para nosotros más allá de las vías era un lugar inhóspito. Ese sentimiento de pertenencia a un lugar lo compartimos los que nos hemos criado allí.

-¿Siente además una identificación importante con la falla, con los falleros?

-Soy fallero prácticamente desde antes de nacer, pero no de venir al centro o de participar en los actos oficiales, sino del pasacalle de barrio, de vestirse con el traje toda la familia y quedar con los amigos. Eso son para mí las Fallas.

-En una encrucijada como la que está viviendo ahora, ¿piensa mucho en el futuro?

-Reflexiono sobre hacia dónde encaminarme, ya sea a veinte, doscientos o cuatro mil kilómetros de aquí.

-¿Y si le pilla fuera la semana de Fallas, ¿llorará mucho?

-Intentaré venir. Estando en Alemania, en Londres y en Praga vine. Sólo en el viaje de fin de curso de la universidad sacrifiqué las Fallas, aunque valió la pena: fuimos a Punta Cana.

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