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Óscar Tramoyeres, Don Pío ya tiene heredero

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Damián Torres

Óscar Tramoyeres, Don Pío ya tiene heredero

Tal vez fueron aquellos casetes de chistes que escuchaba en el camión de su padre. O quizá las experiencias como pinche, empleado de limpieza, 'collidor', repartidor de pollos o chapista. De este amasijo de vivencias surgió su 'humor de l'Horta Nord'

Ramón Palomar

Valencia

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Viernes, 6 de octubre 2017, 21:46

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Los monólogos y los monologuistas llegaron desde la radiactiva tradición americana, con monstruos dinamiteros como Lenny Bruce o Andy Kauffam, para quedarse. Llegaron tarde, no digo que no, pues esa fórmula de directo en la cual un tipo/a con desparpajo aguanta las miradas del público a palo seco durante una hora o más parecía no encajar con nuestra tradición del chiste breve. Enlazar historias, crear el ritmo necesario y la atmósfera propicia, levantar cierto suspense, exigía otro tipo de esfuerzo y de talento. Ni mejor ni peor, diferente.

Nuestra Comunitat no ha permanecido al margen de esta corriente, y no sólo ejercemos de excelente público que acude a garitos con programación consolidada, sino que también ofrecemos nuevos monologuistas para mayor gloria de España, por parafrasear nuestro himno. Prueba de ello son los triunfos en cualquier rincón de nuestra piel de toro de paisanos como Raúl Antón, Jorge Benavent y Óscar Tramoyeres. Hoy nos fijamos en este último... Ahí va el primer dato para abrir boca: el año pasado actuó en 274 ocasiones. A eso se le llama marchar a toda vela. Pero conviene demarrar desde el principio; esto es, ¿de dónde le viene la querencia humorística a Óscar? Pues la historia se me antoja tan buena como entrañable. Cuando el monologuista era un chavalín saleroso acompañaba durante las vacaciones escolares a su padre camionero atravesando el asfalto de nuestra geografía. Para amenizar esos trayectos el padre enchufaba cintas de casete, esos clásicos de la carretera, donde Arévalo, los hermanos Calatrava y don Pío disparaban chistes con la velocidad del mítico Winchester 73 entre las manos de James Stewart.

El pequeño Óscar, pues, desde temprana edad se vio asaetado por los dardos del humor más popular, estrepitoso, cañí y cañero. Por supuesto su inclinación siempre se decantó hacia esa fase de la vida que te convierte en el gracioso de la clase y de la pandilla, en el coleguita que narra las anécdotas como nadie. En las reuniones de amigos, la coletilla que le perseguía era la de «cuéntalo tú, que tienes más gracia». Y Óscar no sólo fue brindando al prójimo sus propias aventuras, sino también las de los demás, con lo cual, y de una forma espontánea, forjaba su lado de actor al suplantar personalidades mientras redondeaba su vis cómica.

Tras probar estudios de administrativo en FP desempeñó trabajos de todo tipo, lo cual le enriqueció y le nutrió de munición para sus espectáculos. Esto de currar en actividades difusas, por cierto, nos equipara a los americanos que se buscan la vida hasta que se acomodan en la farándula. Primero sufres y luego logras tu sueño. El amigo Tramoyeres dedicó energía ejercitando labores de camarero, pinche de cocina, operario en una empresa de limpieza, ‘collidor’ de naranja, repartidor de pollos y comercial. También trabajó colgando pollos vivos en un matadero (Óscar insiste en que no le preguntemos más al respecto) y cortando chapas de hierro.

Nunca ha dejado de formarse y el año pasado realizó 274 actuaciones

Tanto trajín no le desvió de su camino y, en el año 2001, sus amigos le apuntaron al concurso de monologuistas en el pub de su pueblo. Los aplausos le iluminaron y tuvo clara su vocación sobre las tablas. Pero lejos de seguir en plan aficionado, o sea perpetuándose en el rol de simpatiquito de la pandilla, decidió formarse. Aprendió locución para radio y publicidad, dobló series y dibujos animados para Canal Nou y recibió clases de interpretación de la mano de María Colomer.

Si por algo destaca es por vindicar el típico humor valenciano, algo grosero, algo salvaje, algo animal y algo sublime. Él lo llama ‘humor de l’Horta Nord’ y ese punto suyo le otorga un plus de originalidad que le convierte en único. Conectó con el respetable valenciano de inmediato y, más difícil todavía, también con el de otras latitudes. Rebaja por supuesto el tono valenciano cuando actúa en Zaragoza, Pamplona o Madrid, pero sigue colando palabros en valenciano y esto le traslada hacia otra dimensión. En efecto, se habla del humor andaluz, de la retranca gallega, del humor manchego gracias a la tropa de ‘Muchachada Nui’ y a José Mota, pero el humor valenciano, escatológico y agropecuario, también existe. Nuestra progresía del lado exquisito no sólo nunca apostó a su favor, sino que le repelía. No sé por qué se le supone más gracia a un cateto manchego que un ‘llauro’ valenciano. Con el humor bestia de ÓscarTramoyeres nos hemos quitado complejos y hemos roto algún tabú que nos perseguía. Nació en 1977 y, por algún motivo, sus excesos, sus gestos y su visión de las rutinas cotidianas me recuerdan al protagonista de la novela de J. K. Toole, el de ‘La conjura de los necios’.

A Óscar la fama no se le ha subido a la cabeza y le gusta lucir aplastante normalidad cuando no parlotea uno de sus monólogos. Sin embargo el año pasado actuó en 274 ocasiones. Y la cifra sube. Y llena grandes teatros... Enrique Fayos, que de este negocio sabe, le dijo en cierta ocasión que era como el hijo espiritual de don Pío. Pero en mucho más trallero y faltón, añado yo.

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