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La casa de Sara Sánchez

La casa de Sara Sánchez

Querían una casa abierta en la que sea imposible perder el contacto visual con el resto de personas. Sin duda lo han conseguido con este loft futurista donde podemos hallar una ducha a la vista de todos, un gran volumen esférico en medio del salón que alberga un aseo u objetos cotidianos elevados a la categoría de elementos decorativos

ELENA MELÉNDEZ

Martes, 14 de febrero 2017, 18:28

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La misma nave de Albalat dels Sorells que en su día fue un antiguo almacén de verduras acoge hoy un loft de corte futurista que alberga la vivienda familiar de Sara Sánchez, diseñadora especializada en interiorismo corporativo, profesora en Barreira y miembro de la junta del Colegio de Interioristas de la Comunidad Valenciana. Todo empezó por una casualidad. Su pareja y ella estaban buscando casa y lo único que sabían es que querían una vivienda a medida. Entonces un amigo les regaló un libro de lofts neoyorquinos que les animó a investigar sobre este tipo de construcción abierta. Se dieron cuenta de que era algo con lo que los dos se identificaban. «Nos daba la posibilidad de hacer todo lo que queríamos dentro. Es un espacio muy amplio y para nosotros era fundamental tener comunicación visual en todo momento. En esta casa, estés donde estés, siempre mantienes el contacto directo con el resto de personas».

Cuando entraron estaba todo para tirar abajo. Lo primero que hicieron fue abrir unos vanos en la fachada con el fin de hacerla más luminosa, pues las puertas que había antiguamente llegaban hasta el techo y la oscurecían. La misma propuesta la llevaron hasta el garaje, donde instalaron unos paneles de cristal que hacen que el coche sea un elemento más de la casa. A la hora de almacenar, también se decantaron por una opción más atrevida. «Siempre nos ha gustado tener nuestros recuerdos en contenedores singulares, pero no queríamos estanterías al uso. Diseñamos esta librería de escayola que hicimos con una plantilla y que abre espacios en la pared pintados en rojo. Me subí yo a dibujarla, tiene un punto futurista», explica Sara. Como no encontraban un mueble para el televisor que les gustase, se decantaron por unas ruedas de recambio de Mini, el coche que ambos tenían en ese momento.

La distribución sigue un orden lógico. Optaron por mantener y ampliar el patio interior original. «Decidimos diferenciar entre zonas de noche y zonas de día; que cuando vinieran los amigos no tuvieran que atravesar nuestra habitación ni nuestro cuarto de baño. Desde el patio interior hasta la fachada está la zona de usos comunes y del patio hacia dentro, el área más privada», detalla. Querían asimismo que la cocina tuviera visibilidad directa al salón y que fuera muy luminosa. Por eso la situaron cercana al patio interior. Los muebles los diseñó Sara en blanco y negro lacado. La idea era tener una isla bastante larga donde ubicar el espacio destinado al fregadero, el de cocción y uno específico para desayunos. «Como no queríamos que nada entorpeciera la visibilidad, la campana va enrasada en la propia encimera. La grifería es industrial y nos permite tener mucha movilidad por todo el espacio».

El elemento más singular de la vivienda es el enorme huevo que acoge un baño de cortesía cerca de la entrada y que centra el protagonismo visual de este hogar sin fronteras. «No queríamos restar amplitud a la casa, así que se nos ocurrió la idea de meter el aseo en ese volumen esférico. Detrás de él se generó un espacio al que llamo el rincón del arte. Yo soy música, tocaba el violín y la bandurria, por lo que tengo ahí mis instrumentos y la partitura con la que me licencié», indica al tiempo que la muestra. En una esquina están ordenadas varias zapatillas Converse, tanto de Sara y de su marido como de su hijo, otro guiño personal que sitúa las cosas que les agradan al nivel de objetos decorativos. «Lo que está a la vista dice mucho de lo que nos gusta a mi marido y a mí. Esta casa habla de nosotros. Es una propuesta arriesgada pero cada vez estamos más a gusto en ella».

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