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Freddy Mas Franqueza, un hueco en el plató de los sueños

Freddy Mas Franqueza, un hueco en el plató de los sueños

La trayectoria del director pegolino recorre la senda de lo onírico, en concordancia con aquel primitivo guión que le supervisó Win Wenders. Cuando ayudaba a sus tíos en el restaurante de Los Ángeles no imaginaba que trabajaría en ‘Good bye Lenin!’ y se codearía con Viggo Mortensen, Eva Mendes o Joaquin Phoenix

Ramón Palomar

Viernes, 26 de mayo 2017, 19:46

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Aquejados por la pertinaz amnesia tendemos a olvidar que, más allá de Banderas, Bardem y Penélope, hubo otros españoles que se pasearon por Hollywood luciendo su palmito. Edgar Neville forjó fraternal amistad con Chaplin. Sara Montiel enamoró a más de uno. Xavier Cugat alternó con el Rat Pack liderado por Sinatra e incluso Luis Buñuel encontró trabajo durante un tiempo, antes de instalarse en México. Y no son los únicos. Nuestro paisano de Pego Freddy Mas Franqueza aterrizó con 17 años en Los Ángeles, esa moderna Babilonia donde florecen los pecados y las intrigas de una industria que mueve miles de millones. Marchó para visitar a sus tíos, los propietarios de un restaurante español llamado La Paella en un claro homenaje a la terreta. Les ayudaba entre los fogones y de paso se buscó la vida para currar de meritorio o de lo que fuese en los grandes y pequeños estudios. Acaso aquella experiencia le influyó y por eso siempre tuvo claro que, cuando llegase a ejercer de cineasta, intentaría levantar sus proyectos fuera de las fronteras españolas. Viajar despeja la mente, y si además viajas a temprana edad encima la sesera se te espabila, pues comprendes que el mundo es muy grande y que existen estupendas oportunidades alejadas del núcleo familiar.

De regreso a Valencia estudió imagen y fotografía. La fotografía le apasiona pero observó que se le quedaba pequeña. Convenía, pues, centrarse en el cine, en el audiovisual. Su cortometraje Inconscientes le proporcionó no sólo un nombre en el mundillo, sino unos cuantos premios y una beca para estudiar cine en Berlín. Desembarcó en la efervescente ciudad alemana con veinte años. Allí consiguió acomodo como ayudante de dirección de una peli que seguro les suena: Good bye Lenin!. La comedia se convirtió en la sensación del año y en un inesperado éxito mundial. Freddy llegó a mitad del rodaje porque acababan de despedir al anterior ayudante. Aprendió. Se curtió. Celebró aquel triunfo de un largometraje rodado con dos euros y talento a raudales.

Muy pronto el prestigioso director Wim Wenders se convertiría en su mentor, en su tutor, en su amigo. De hecho le supervisó durante toda la temporada el guión de Amanecer de un sueño, que luego se plasmó en la gran pantalla con Héctor Alterio de protagonista. La película funcionó entre la crítica y el público, se vendió a varios países y recorrió diversos festivales. Freddy logró reconocimiento. Estaba lanzado. De Wim Wenders dice que «es muy rock and roll». De Héctor Alterio sólo comenta maravillas, de él y también de sus hijos actores. Conoce bien el clan Alterio y disfruta con él. De hecho Freddy considera que los actores son, ante todo, personas, y no soporta quedar con ellos y percibir que están interpretando incluso cuando sorben una cerveza. «En esos casos me levanto y me voy».

Aprecia a Viggo Mortensen y a Eva Mendes porque son naturales, inteligentes y nada afectados. De Eva Mendes me sopla que, al natural, en la distancia corta, segrega todavía más morbo que en la gran pantalla, y si no sabe usted de lo que estamos hablando le sugiero que no se pierda a la sensual Eva Mendes en la versión de Herzog de El teniente corrupto. A Eva la conoció en el restaurante de sus tíos, pues es clienta habitual, y por poco no la dirigió en un gran proyecto que iba a comandar Freddy y que merece la pena narrar... Tenía ya hilvanado un gran largometraje con Eva Mendes y Joaquin Phoenix de protagonistas. El presupuesto rondaba los 20 millones de dólares y las imágenes girarían en torno a ese tren llamado La Bestia que circula desde Honduras hasta Estados Unidos pespunteado por polizontes que anhelan abrazar el bienestar de la tierra prometida. Una historia potente cargada de metáforas y simbolismo. Pero cuando la cosa marchaba a todo vapor unos indeseables se cruzaron en el camino y plagiaron las ideas. Freddy contraatacó mediante abogados y venció parte de la batalla. Plagiaron algo, pero no todo. Sin embargo aquel edificio levantado con tanto tesón y paciencia se desmoronó.

Pero no hay mal que por bien no venga, Freddy ha reciclado el proyecto y posiblemente lo rodará entre Francia, Alemanía y Turquía. Volvemos a subirnos al tren pero esta vez con refugiados en vez de inmigrantes ilegales. Freddy se muestra contento y optimista. Está cerrando la preproducción y sólo falta un 20% para cubrir la película. Confía en colocar esa participación en el próximo festival de Cannes. En octubre conoceremos si prospera, ojalá sí, su iniciativa. De momento reside con su mujer y su chavalín en Valencia, aguardando el momento de dirigir, mientras atiende en la plaza del Patriarca el restaurante Mar de Avellanas y organiza junto a otros cinéfilos empedernidos el festival de documentales que ahora mismo alegra nuestra ciudad y cuyo epicentro radica en esa misma plaza. «Para mí la restauración y el cine están muy unidos...», me asegura. Si algún día acudo hasta Los Ángeles prometo ir saludar a sus tíos, los del restaurante La Paella. Y desde luego no me importaría coincidir con Eva Mendes. Freddy Mas Franqueza, no olviden su nombre.

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