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Domingo, 18 de marzo 2018, 15:07
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Cuando acaba la jornada laboral, tras guardar agujas y telas, a Antonio Puebla le gusta seguir exhibiendo su precisión con las manos, en este caso frente a una diana como testigo. Quedamos con el conocido sastre, uno de los más aclamados de España, para conocer sus aficiones y lo hacemos muy cerca de su casa, en el pub Robin Hood, donde suele relajarse jugando a los dardos. «Me gustan desde hace años y practico a menudo. Llevo viniendo aquí desde 1992, cuando inauguraron el bar, así que me conozco bien esta diana». Le sirve para pasar un rato divertido y charlar con sus amigos, pero también le gusta ser competitivo. «Solemos jugar a cerrar números o al que llegue antes a cero -modalidades de cricket y 501, respectivamente- y suelo ganar bastante porque tengo mucha práctica con las dianas y también con algunos números. Se me dan especialmente bien el 17 y el 13, es donde más acierto. Aunque también supone una buena forma de relacionarme. Antes jugaba con mi esposa, pero ya murió. Hacíamos campeonatos por parejas y lo pasábamos muy bien».
No siempre va acompañado, también le gusta practicar en solitario para así evadirse de su día a día en el trabajo. «Dos o tres veces a la semana juego un rato a los dardos, a veces incluso yo solo, y me sirve para relajarme y divertirme. Tengo una diana pequeña en mi casa, de esas magnéticas, y me la pongo en la pared, o incluso me la llevo cuando voy de viaje, es un pasatiempo, me entretiene». Y con frecuencia deja los dardos, camina unos metros hacia un local cercano y coge el micrófono para realizar otra de las cosas que le apasionan, cantar en un karaoke. «Me gusta ir a cantar, mi canción favorita es ‘My way’ de Frank Sinatra y la interpreto muy a menudo. También me divierto con temas de Lola Flores, la imito en ‘La Zarzamora’ y nos reímos. A mi amigo Jesús Barrachina, que ya murió, le encantaba que lo hiciera, porque me sale muy bien. Voy varias veces al mes al karaoke y me paso un rato divertido».
Antonio Puebla es uno de los sastres de referencia en el panorama nacional. Lleva en Valencia desde 1971 y ha vestido a lo más granado de la sociedad valenciana y madrileña.
Para el resto de sus aficiones prefiere el aire libre, con el sol que garantiza Valencia, su ciudad de adopción, ya que él es madrileño -«a veces quedo con mi familia a mitad de camino, en Motilla del Palancar, y pasamos el día»-. Lo que más hace a diario es andar. «Tengo una aplicación en el móvil que me dice los kilómetros que recorro, y si tengo que ir a un sitio, doy una vuelta enorme y me voy por las torres de Serranos para hacer más distancia, y para volver me voy más lejos todavía. Lo mínimo que hago al día son seis kilómetros, a veces diez», y eso le sirve para mantenerse ágil. Muchos fines de semana opta por relajarse. «Me marcho a Altea y si puedo a un spa. Allí desconectas totalmente. Si estoy estresado, se me olvida todo. Luego, cuando vuelves a Valencia, caes de nuevo en el pozo y la rutina, pero al menos descanso. Ando también por el río, voy a menudo, ya que han hecho zonas fantásticas, aunque una vez me arrolló una ciclista que iba despistada y me tiró al suelo. Iría más habitualmente si fuese con compañía, pero yo solo a veces da pereza», lamenta.
También disfruta en el agua. «Me gusta la natación, me ayudaba mucho a mantenerme en forma aunque hace un tiempo que no la practico. En Altea, en la playa de la Olla, hay una isla que está a 480 metros, y eso me lo he hecho nadando varias veces. Es muy fácil, te puedes tirar un buen rato en aquella islita, que estás solo allí y eso es impagable, disfruto y me llena de paz. Como sabes el camino de regreso, hay sitios donde puedes parar porque tienes como unos montículos en los que haces pie y eso te permite descansar. Antes también iba a la piscina, pero ya no, aunque el médico me aconseja que vaya».
Se ha recorrido varios continentes y si fuera por él no pararía de viajar. «Me encanta subir en avión y estar las horas que sean. Llegué a volar 34 horas a Bora Bora, un viaje precioso. En México he estado varias veces y Costa Rica me encantó. Me tiré en unas tirolinas impresionantes desde una montaña, por encima de un lago. También en Dubai, Shangai, y en Cuba estuve hace poco, pero me gustaría tomar un año sabático para pasarlo en Londres, aunque la conozco muy bien. Otro sitio al que deseo ir es la Selva Negra en Alemania, y me encantaría volver a Praga». En cuanto a la gastronomía reconoce que prefiere «las cosas pequeñas pero muy bien hechas, de poca cantidad», adora el atún fresco y le vuelve loco el salmorejo de su Córdoba natal. Y ha perfeccionado su técnica para la cocina tradicional valenciana. «Me gusta hacer paellas, las cocino siempre con la familia. Aprendí en la falla, pero por mediación del hostelero Fabián, su cuñado me enseñó cómo se deben hacer, él las hacía a leña para llevar. Me lo apunté todo y cada una que hago es con esa fórmula, aunque ya no miro la chuleta, me salen todas iguales, muy buenas. Todos quieren que haga yo la paella, es una buena forma de reunirse alrededor de una paella».
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