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En familia con Chicho Gordillo y Rosa de Alba

En familia con Chicho Gordillo y Rosa de Alba

El cómico peruano, uno de los rostros populares de la televisión de los ochenta, famoso en la época por sus imitaciones del cantante de Nueva Jersey, viene a vivir a Valencia. Le acompaña su esposa, a la que conoció en la radio

ELENA MELÉNDEZ

Miércoles, 17 de mayo 2017, 19:27

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Cuando llego a la casa donde se acaban de trasladar el humorista Chicho Gordillo (Lima, 1936) y Rosa de Alba lo encuentro a él sentado frente a una vista panorámica de la espectacular arboleda del cauce del río Turia. Hace un mes el matrimonio llegó desde Perú para quedarse en Valencia, y los motivos fueron varios. Por un lado, a Chicho siempre le ha gustado mucho esta ciudad y además Enrique Vernetta, quien fuera su representante durante más de veinte años, nació aquí. También le unía una estrecha amistad con Rita Barberá. Al recordar a la ex alcaldesa, su rostro se ensombrece por un momento y comenta en voz baja: «Es horrible lo que sucedió, una pena». Chicho Gordillo se dio a conocer en España gracias al legendario programa Un, dos, tres, donde hacía, entre otras interpretaciones, las mejores imitaciones de Frank Sinatra que se conocen. «Llegué a estar con él en México y me regaló una camiseta. Posteriormente en mi show siempre contaba que Sinatra me dijo que vendía más discos porque yo le imitaba. La gente pensaba que se trataba de una broma, pero resulta que es cierto, me lo dijo esa noche», recuerda el humorista.

El fotógrafo se aproxima, Chicho levanta la mano y apunta al objetivo de la cámara formando una pistola imaginaria con los dedos índice y pulgar, uno de sus gestos más característicos. Lo suyo con las tablas le viene de niño, pese a que su padre era ingeniero de ferrocarriles, su madre pedagoga y escritora y ninguno de sus cinco hermanos se dedicó al mundo del arte. Con trece años, cuando aún estudiaba en el colegio de Los Salesianos en Lima, se presentó a una audición y comenzó a trabajar en la radio. Una profesión que, sólo dos años después, ya le hacía ganar veinte dólares de la época al mes. Al tiempo marchó a México con dos amigos y allí el cantante Andy Russell le contrató para formar un dúo. Ese fue su despegue en el show bussines, que le llevó a trabajar al lado de figuras como Sammy Davis Jr. o Nat King Cole. «En España he actuado con Raphael, Lola Flores, Julio Iglesias, Sara Montiel... Con Sarita siempre digo que compartí cama», asegura con gesto divertido y aclara: «Estábamos esperando que emitieran un programa de televisi en el que habíamos participado juntos. Nos tumbamos en la cama, Pepe Tous en medio, Sara a un lado fumando un puro y yo al otro».

Rosa, por su parte, nació en una aldea de Ávila y, gracias a un talento artístico natural, hizo mucho teatro durante años. En Madrid trabajó como relaciones públicas en el Scala Meliá Castilla. «Era como el Lido de París. Allí evité que un paparazzi publicase unas fotos en las que parecía que la Chunga tenía una relación con Carlos Andrés Pérez, presidente de Venezuela. Querían hacer un montaje y yo detuve el escándalo. Era un lugar en el que ocurrían muchas cosas», confiesa.

El gran encuentro de la pareja se produjo en la emisora de radio donde ella trabajaba, a la que Chicho acudió para que le hicieran una entrevista. «Cuando terminó nos invitó a tomar café. Empezamos una relación telefónica, semanas después pasamos un fin de semana juntos y ya no nos separamos. De eso hace unos veinticinco años», recuerda Rosa. La prensa del momento recogió las fotografías de su boda en Madrid, una particular ceremonia oficiada por un médico peruano amigo de ambos y en la que la pareja selló su amor mezclando la sangre de sus dedos. Ella confiesa que sigue colada por Chicho, que «está feo» que lo diga, pero que Entonces Chicho la ataja con humor y pregunta: «¿Has dicho «está feo mi marido»?». Ella ríe y retoma su relato: «Es uno de los grandes showmans de la historia, lleva un 50% preparado y un 50% lo improvisa. Siempre sube al escenario no por el lateral, sino desde el lado del espectador, porque así es capaz de captar qué tipo de público es y actuar en función de eso. Tiene mucha psicología», revela.

Chicho también conoció a Cantinflas, compartió mesa con Don Juan de Borbón en Estoril y fue testigo de la llegada de Fidel Castro a Cuba en 1958. «Estuve tres días sin poder salir de casa comiendo restos que había en la nevera. Permanecí tumbado en el suelo porque las balas entraban por las ventanas», rememora.

Asegura el artista que el tiempo que les quede lo van a pasar en Valencia, una ciudad por la que siente un cariño especial y que recuerda, entre otras cosas, por haber inaugurado el primer edificio de El Corte Inglés que se abrió en el centro. La idea de trasladar su residencia partió de un sobrino de ambos que es piloto de vuelo y reside en Japón. «Como él viaja mucho, estudió bien las opciones y le pareció que Valencia es la ciudad es ideal. Tienes el mar al lado y el clima es una maravilla. Cuando venga en verano va a comprarse un chalé aquí», cuenta Rosa. Según Chicho, la gente de Valencia es además más tranquila y educada que la de otras grandes capitales.

Pese a que todavía están instalándose en la casa, ya tienen sus pequeñas rutinas, como los chequeos médicos a los que debe someterse Chicho, quien en estos momentos se recupera de unos problemas de salud. También forman parte de su actividad diaria los pequeños paseos por el barrio en compañía de su perrita chiguagua o las horas que pasan por la noche escuchando programas de radio, una de sus aficiones favoritas. Al hablar de este medio de comunicación, Rosa revela que lo que más les ilusionaría es tener un programa de radio semanal, «un formato que aunara el tono serio con la broma y el sarcasmo, que es el estilo característico de Chicho. Sería una manera de matar ese gusanillo que nos tira. La gente que nos hemos dedicado toda la vida al espectáculo lo echamos siempre de menos».

Hablan el uno del otro con cariño, el mismo que irradian hacia sus interlocutores. En un momento de la entrevista Rosa pide a un familiar que le traiga un paquete que guarda en el armario. Cuando lo tiene en las manos extrae de él con cuidado dos coloridas pulseras artesanales que nos regala tanto al fotógrafo como a mí. «Están hechas con semillas de huairuro, son típicas del Perú y traen suerte». Un gesto que resume la hospitalidad de esta pareja de artistas enamorados de Valencia.

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