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En familia con Carmen Pérez Montalt y Toni Boix

En familia con Carmen Pérez Montalt y Toni Boix

Aunque está muy unido a su madre, aquel bebé que pasó de la leche al arroz heredaría de su padre la destreza con el plato típico. En Ibiza cocinó en una villa y días después su teléfono ya circulaba por la isla. Fue el inicio de una historia deliciosa

ELENA MELÉNDEZ

Miércoles, 10 de mayo 2017, 20:42

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Son madre e hijo pero además comparten aficiones como la cocina o la música y una complicidad que se instala en el aire desde el primer momento. La relación de Toni con el arroz tiene algo de místico que le viene desde la cuna. Según cuenta Carmen, prácticamente pasó de la leche al arroz y con catorce años cocinó su primera paella a leña. Una destreza que asegura haber heredado de su padre, fallecido hace ahora dieciséis años. «Siempre lo tuve como referente y he intentado imitarlo en todo. Una de sus pasiones era la paella», recuerda.

La trayectoria de Toni Boix comenzó en el mundo de la hostelería, donde admite haber pegado muchos coletazos. «Durante años tuve el Café Valencia. Yo ya cocinaba muy bien como afición, pero una noche hubo un problema con un cocinero y se marchó dejando a trescientas personas en la terraza. Me remangué la camisa, me metí en la cocina y saqué adelante las cenas. Ahí empezó todo», explica. Su destino continuó un verano que se fue a Ibiza a ver a un amigo y, estando allí, le surgió la posibilidad de hacer un arroz en una villa. En cuestión de días su teléfono empezó a circular por la isla. «He cocinado para Ricardo Urgell varias veces, cuando quiere una paella me llama a mí. También empecé a cocinar para muchos extranjeros y valencianos que iban a Ibiza. No es sencillo hacer paellas en un barco, me tenía que llevar hasta la botella de butano para tener suficiente fuego».

Aprendizaje mutuo

  • Tanto Carmen como Toni confiesan haberse quedado con enseñanzas importantes el uno del otro. «De mi hijo he aprendido lo que es superarse. Tiene un espíritu y una fuerza para solventar los momentos difíciles que me sorprenden y me sirven como ejemplo de vida», afirma Carmen. Toni continúa «Pues yo de mi madre me quedo con lo buena persona que es. Intento muchas veces copiarla. Una prueba de ello es que todas las amigas que tenía cuando yo nací aún las conserva, son como mis tías».

Carmen, por su parte, estudió Derecho pero nunca ejerció. Un tramo de su actividad profesional lo desarrolló en el mundo de las artes gráficas, trabajando catorce años en una empresa familiar. De la infancia de Toni recuerda que era un trasto con un corazón enorme y muy cariñoso. «Le inculqué el que nos preguntara todo a su padre y a mí. Eso hizo que estableciéramos una confianza muy fuerte que a día de hoy permanece», asegura. La primera imagen que le viene a Toni de su madre es en La Pobla de Farnals, de pie sobre una tabla de windsurf, deporte que practicaba llegando incluso a competir. «Yo iba detrás cogido a la orza», afirma, y Carmen añade: «De siempre he estado vinculada al mar y no puedo pasar mucho tiempo sin tenerlo cerca. De hecho hace años que vivo en la playa».

Comparten además su amor por la música, otra afición que les ha llevado a ir juntos a varios conciertos de Julio Iglesias. «Lo escuchábamos en las cintas que ponía en el coche de camino al colegio. Cuando no se acuerda del nombre de una canción me llama por teléfono y me la tararea. Siempre le dice a sus amigos: Mi madre la saca. Y normalmente acierto», comenta Carmen. Para Toni es tan importante la música que el nombre del restaurante que acaba de abrir lo escogió en homenaje a Héctor Lavoe, cantante portorriqueño precursor de la salsa que triunfó en los setenta. «Para mí la música duró quince años, del 70 al 85. Me gusta mucho todo lo que tiene que ver con el funky».

Toni se considera tremendamente social y reconoce que le gustan las personas, pues de todas se puede aprender algo. «Soy un amante de la espontaneidad, algo que también llevo en la sangre. Recuerdo que iba a un colegio en Artes Gráficas, mi padre llegaba a veces a media mañana con bogavantes en el maletero, me sacaba de clase y me decía: Vente que vamos a cocinar un arroz a casa de unos amigos». Le pido uno de sus secretos para dar con el punto perfecto en la paella y no tiene dudas: «Nunca hay que calentar mucho el aceite. Cuando voy a las fallas de mis amigos el día de las paellas y veo que al echar el pollo salta escaldado me digo: Esa paella yo no me la comería. El pollo tiene que cocinarse al chup chup», revela mientras Carmen asiente y añade: «Lo suyo con la cocina es pasión, prefiere ir a Madrid en coche antes que en tren para parar a comer en El Vasco de Villarrubio».

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