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En familia con Anabel Navas y Alejandro Jardel

En familia con Anabel Navas y Alejandro Jardel

«A veces lo lleva mal», admite Anabel ante la doble condición de Alejandro como hijo y empleado suyo. Sin embargo, es la forma de pasar más tiempo juntos, con la cerveza como hilo conductor de sus vidas

ELENA MELÉNDEZ

Domingo, 12 de marzo 2017, 21:56

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En ocasiones una profesión que más tarde se convierte en pasión marca el curso vital de toda una familia. Es el caso de Anabel Navas y Alejandro Jardel, madre e hijo, mentora y aprendiz, quienes han hecho de la cerveza el centro de sus vidas. La historia de Anabel empieza en Cuenca, sigue en Marruecos y termina en Valencia, el lugar donde su padre, militar, decide que sus hijos crezcan. Cursando estudios de Filosofía conoce a Christian, un francés de mente inquieta que deja su tierra natal para instalarse en España junto a ella, la mujer que tiempo después se convertiría en su esposa. Tras adquirir experiencia en hostelería, hace ya más de veinte años Anabel y Christian se inician en el mundo de las cervezas de importación, una trayectoria exitosa que les lleva a convertirse en un referente en todo el mundo con una distribuidora y dos locales.

Frente al espejo

  • Alejandro ha aprendido de su madre la formalidad, así como la capacidad para ser más dinámico y abierto. «Valoro la importancia que mis padres dieron a la honestidad y que me hayan animado a abrirme a nuevas ideas o valores distintos de los míos». Anabel, por su parte, se queda con la vitalidad de Alejandro. «No para, es como mi marido, me gustaría tener su energía. También le copiaría el ser más callada. Yo hablo demasiado y él es prudente, piensa las cosas antes de decirlas».

La familia creció, el techo profesional también, y ahora Anabel, además de madre, es jefa de Alejandro, una doble faceta a veces difícil de gestionar. Ellos dos la han sabido conciliar a base de respeto y dedicación por un mundo en el que se mezclan lo personal y lo profesional. «Trabajar con la familia es complicado. Además, cuando por medio está tu hijo quieres que lo haga mejor que nadie. Yo soy su jefa y eso él a veces lo lleva mal. La parte buena es que pasamos juntos mucho más tiempo que antes».

Alejandro también tiene una historia que contar. Empezó a estudiar ADE, pero su personalidad curiosa e inquieta le llevó a dejar la carrera en tercero para irse a Bélgica a trabajar en una cervecera y formarse como beer sumiller. «He llegado a probar una cerveza que tiene pimienta, chile, canela y tequila, era muy picante. También probamos una con oro y otra que cuesta 70 euros el botellín. Hay gente que va buscando las rarezas», detalla. Y habiendo conocido cientos de variedades, ¿con qué se quedan para sus momentos de ocio? Madre e hijo lo tienen claro y prácticamente responden al unísono. «Siempre artesanas. Si vas a tomar un aperitivo eliges una lager, que es una cerveza fresquita de trigo, mientras que en Navidad, por ejemplo, se beben cervezas adrede para la fecha, con un contenido alcohólico más alto y la espuma más cremosa».

Las ganas de descubrir y probar variedades diferentes ha llevado a esta familia a visitar lugares como Bélgica, Francia, Alemania, Praga, Inglaterra o Canadá. «Esto es para nosotros como para otros la gastronomía. La maridamos con carne, con pescados e incluso con algas». ¿Tienen razón los que afirman que en Valencia es difícil tomarse una caña bien tirada?, les lanzo. «Antes sí, pero ahora las cosas han cambiado. Para empezar, la clave de una buena caña es la higiene, que estén bien limpias las conexiones y la espuma. La temperatura también importa, pero es más una cuestión cultural que depende much o del clima», revela Alejandro.

Cuando les pregunto por alguna anécdota del pasado que recuerden con especial cariño, Alejandro rememora los tiempos en que Anabel tenía una tienda de ropa. Y es entonces cuando le viene a la cabeza aquella sensación de estar metido en la cuna parque observando todo lo que ocurre a su alrededor. Su madre lo mira con una sonrisa y añade: «No me acordaba. De repente salía y cuando llegaban algunas clientas él intentaba venderles, abría los cajones y les enseñaba cosas. Siempre le han encantado los negocios». De esos años de infancia Anabel recuerda la importancia que siempre dieron a la disciplina, con el fin de que tanto Alejandro como su hermana valorasen el trabajo y el esfuerzo que cuestan las cosas. «Creo que la educación y el respeto a los demás son fundamentales para funcionar en la vida. Él es una buena persona y eso se nota en todas las facetas».

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