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100 domingos con el todo Valencia

100 domingos con el todo Valencia

Revista de Valencia cumple 100 números. Desde aquel 9 de noviembre de 2014 hasta hoy, el suplemento de LAS PROVINCIAS se ha convertido en el espejo donde la burguesía, la cultura y la sociedad valenciana se han visto reflejadas tal como son. Cientos de historias forman ya parte de nuestro equipaje. Y las que quedan por contar...

LAS PROVINCIAS

Miércoles, 1 de febrero 2017, 20:42

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¿Qué guardamos en el desván de la vida, bajo la corteza de nuestro perímetro emocional? Ese viaje a la esencia de cada persona, intenso pero sin requiebros morbosos, representa el leitmotiv de Revista de Valencia, que hoy alcanza su número cien. A lo largo de casi dos años y medio, el suplemento de LAS PROVINCIAS se ha convertido en una compilación de historias, el espejo donde la burguesía, la cultura y la sociedad, en definitiva el todo Valencia, se reflejan tal como son, con naturalidad, sin artificios. Pasen y vean.

No hay que ir muy lejos para encontrar desgarradores ejemplos de superación personal. Como el que encarna Covadonga Balaguer, quien descubrió la fortaleza que atesora tras la muerte de su marido. «Joaquín y yo tuvimos tiempo de hablar, de despedirnos, de llorar juntos». También Rafael Alcón sabe lo que es sobreponerse a una pérdida irreparable. «Él me enseñó a no derrumbarme», indicaba agradecida su hija Paula. En la misma línea, Álvaro Moliner recordaba cómo estar postrado diez meses en una silla de ruedas le ha transmitido «energía inagotable».

El dolor ajeno puede ser casi tan duro como el propio. Daban fe de ello enimencias de la medicina como Daniel Luna («nunca te acostumbras a decir que un enfermo ha muerto»), Pedro Cavadas («soy un gestor de tragedias; mi consulta es como Lourdes, viene la gente a la que han rechazado en todos los sitios») o Anna Lluch («el día en que no llore con mis enfermas me iré a casa, porque me habré vuelto insensible»).

Todos tenemos miedos, también los héroes. Enrique Ponce contaba que cada vez que mata un toro llama a su mujer por el móvil y Cayetano Rivera prometía que mandará a sus hijos a las islas Fiyi «para evitar que se hagan toreros». Paradójicamente, a Vicente Barrera el pánico le llegaba desde lejos del albero. «Esperamos una niña y estoy un poco asustado, me coge mayor», confesaba.

En carne viva se mostraron Juan Martín Queralt («nos hemos vuelto insensibles, espero morir en casa, no en una residencia»), Nidita Guerrero («lo puse todo para tener más hijos, pero no se puede ir contra la naturaleza»), Jaime Ortí («mis hijos vivieron la parte mala del fútbol, el mayor llegó incluso a no usar mi apellido para que no lo identificaran conmigo»), David Casinos («quedarme ciego me lo ha dado todo») o Vicente y Olivia González Lizondo en el vigésimo aniversario del fallecimiento del político («nos acordamos de él cada día, es como si hubiera muerto ayer»).

La familia, siempre la familia. El recuerdo de los progenitores salpica cada testimonio. Rafael Bonmatí nunca ha cesado de hablar con ellos («no los he perdido, sólo he dejado de verlos»). Carmen, Fernando y Alberto de Rosa recordaban cómo les unió la muerte de su padre. Javier Gómez-Ferrer y Enrique Gastaldi encontraron en casa la vocación por la medicina: el primero acompañaba a su padre a las visitas domiciliarias; el segundo, al quirófano. En el caso de Enrique Fayos, esa devoción por la figura paterna le condujo al mundo del espectáculo. Amparo Chordá halló en su madre un modelo («la miraba en el espejo y quería que mis muñecas fueran como ella»); Dolores Cortés, un estímulo («si pedía un bañador, me decía: Hazlo tú); María José Soriano, un ejemplo («nuestras familias no hicieron dinero con una cultura del despilfarro, no podemos ser hijos de papá»), y Vicente Gracia, alguien a quien venerar hasta el ocaso («mi madre ha tenido una muerte muy bonita, con mi hermana de una manita y yo de otra»).

De los padres a los hijos. Cristina Colonques desea que los suyos «trabajen y se ganen la vida fuera» de Porcelanosa, Mariola Hoyos no se habitúa a verlos crecer («me da vértigo, los voy perdiendo») y Paula Sánchez de León revelaba los enternecedores diálogos con su hija adoptiva («me pregunta si ella no nació de una barriga y yo le digo que nació del corazón»). Pero en materia de ternura, los nietos se llevan la palma. Elena Negueroles pelea con su agenda para ejercer de abuela ejemplar («los adoro, aunque no siempre están de acuerdo con el tiempo que les dedico»), Marisa García Merita denotaba admiración («mi maestro es ahora mi nieto») y Juan Antonio Murgui, como pediatra jubilado, deslizaba un cariñoso mensaje con destinatario anónimo: «Las abuelas son más pelmas en la consulta». Salvador Alborch salda cuentas pendientes con la vida («no he sido padrazo, pero sí un abuelazo; con la edad los afectos están a flor de piel») y Adrián Campos recorría el camino inverso al evocar el secuestro de su abuelo: «Siempre fue un ejemplo para mí, nunca olvidaré lo que lloré».

El reloj del tiempo lo lleva cada cual como puede. Fernando Bonilla destila pragmatismo («eso de que la tercera edad es un periodo lindísimo de la vida es mentira»). José Mir y Santiago Grisolía no comulgan con tan resignado diagnóstico. «Uno puede perder el cabello, pero sólo es viejo quien pierde la ilusión», decía el médico. Añadía otro matiz el científico: «Mientras mantenga la ilusión por admirar la belleza de una mujer no envejeceré». La curiosidad angustia a Manuel Toharia («morir pronto me da rabia por las miles de cosas que nunca sabré»), planteamiento que rechaza Pilar Mateo pese a vivir situaciones críticas («¿cómo voy a pensar en la muerte con todo lo que tengo por hacer?»).

A quienes ven en el amor la fuerza que mueve el mundo les sobran los argumentos. Cuchita Lluch y Juan Echanove anunciaban boda tras confesar que lo suyo «se fraguó en un chino. Mariano Durán se declaraba «en números rojos» con su esposa, «como casi todos los hombres». Ramón Esteve agradecía a su novia que le diga «las cosas que otra gente calla». Carmen Alborch no renuncia «a encontrar a alguien a quien coger de la mano de otra manera». Juan Carlos Ferrero recordaba que conoció a su mujer en el bar donde ponía copas y Santiago Posteguillo, en un cercanías. Antonio Pellicer nos presentaba a Daniela Galliano, de quien decía que, «como toda italiana, lleva una Sofía Loren en su interior». Y también tuvimos sorpresas. Esther Pastor oficializó en Revista de Valencia el noviazgo con Vicente Boluda («nuestra relación es normal»), al igual que Laura Fitera y Toni Jordán («cuando menos te lo esperas surge este amor tan increíble»).

Pero la convivencia depara altibajos. En ocasiones no pasan de la anécdota, como las discusiones de Adela Cortina y su marido porque a él le entusiasma Nietzsche y a ella Kant, pero otras veces la llama se apaga. Le ocurrió a Amelia Delhom («me he visto traicionada y si no te sientes querida no puedes querer»). O a Marta de Diego, quien experimenta «escalofríos» cuando le hablan de iniciar otra relación. Más positiva se mostraba Sol Ruiz de Lihory: «El divorcio no es un fracaso, lo que hemos construido nadie lo destruirá». Para futuras parejas en crisis, Leonor de Arizon Trénor avanzaba un remedio: «A mi marido le digo que antes de ir a un abogado nos vamos un fin de semana a Altea». También ayuda tener las ideas claras desde el principio, como Iván Martínez-Colomer y Ana García-Rivera, quienes hacen del «celos cero» su lema.

El repaso daría para más. Quedan en el tintero la «horita diaria de siesta» que permite recuperar vista a Miquel Navarro; las dotes de Avelino Corma para la copla; las broncas a Willy Ramos de su mujer por llevar las uñas «como una urraca»; los secretos de probador de Antonio Puebla y Tono Sanmartín; la nostalgia de Juan Noguera, Marita Boluda o Hannibal Laguna, quien mira a su Venezuela y lamenta que los hombres «lo estropean todo»; la hiperactividad de Fernando Mulas; la lucha contra el tabaco de Quico Catalán; los proyectos de Quique Dacosta, Begoña Rodrigo o Ricard Camarena; el mensaje que Pablo Broseta querría transmitir a su padre; la librería «leonera» de Jaime Siles; el afecto que siente Josep Lozano por su almohada... Y más y más historias. Sitio habrá para ellas en la próxima efeméride.

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