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Años de esplendor. Eduardo Zaplana, recibiendo el saludo de sus seguidores durante un acto público.

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Años de esplendor. Eduardo Zaplana, recibiendo el saludo de sus seguidores durante un acto público. A. DOMÍNGUEZ

La corte de Zaplana reniega de su líder

Profesionales, empresarios y miembros relevantes de la sociedad civil de sus años dorados marcan ahora distancias

Domingo, 27 de mayo 2018, 18:02

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Un largo silencio, una respiración profunda y una confesión: «Me pones en un compromiso». La reacción no varía mucho entre la veintena de personalidades de la vida pública valenciana, empresarios y miembros relevantes de la sociedad civil habituales del entorno de Eduardo Zaplana que descolgaban el teléfono a LAS PROVINCIAS y escuchaban el motivo de la llamada: Usted que tuvo relación con él, ¿cree que puede haber recibido comisiones ilegales? ¿Intuyó algo en aquel momento? ¿Qué piensa ahora del mandato del expresidente y de su figura?

Tras arrebatar la Generalitat a los socialistas y cosechar en la Comunitat Valenciana victoria tras victoria para el Partido Popular desde mediados de los años 90 y hasta su salto a Madrid como Ministro de Trabajo en 2002, Zaplana llegó a formar a su alrededor una auténtica corte que se deshacía en aplausos, besos y apretones de manos. Este fenómeno era algo inédito hasta entonces entorno al poder autonómico y contaba entre sus filas con personajes conocidos de la sociedad valenciana del momento, responsables de empresas e instituciones privada, además de profesionales de los ámbitos más diversos.

Aunque el cambio de vientos que se genera con la entrada de un nuevo Molt Honorable mueve a los más veletas, lo cierto es que algunos de los que más buscaron la cercanía con el ahora detenido mantuvieron encendida una llama que llegó a alumbrar su última gran aparición pública, el pasado mes de abril en el Ateneo Mercantil de Valencia.

El primer presidente popular de la Generalitat contó con un círculo de admiradores más allá de su entorno político que hoy prefiere callar

Allí se dieron cita buena parte de los supervivientes de aquella corte que hoy enfría sus ánimos y, en el mejor de los casos, encomienda sus afectos a la evolución de los acontecimientos. Se trata de mujeres y hombres, en mayor número estos últimos, que mantuvieron una estrecha relación con el expresidente del Consell y exministro de Trabajo, incluso hasta fechas muy próximas a la entrada en escena de los agentes de la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil.

La mayoría de aquellos que buscaban dejarse ver junto al político venido del Ayuntamiento de Benidorm prefieren ahora no figurar. Las excusas son en algunos casos escuetas y revestidas de pragmática sinceridad: «ahora no me conviene», «compréndelo, para mí también es un momento difícil», «prefiero que pase de mí este cáliz», termina la conversación uno de ellos recurriendo a las Sagradas Escrituras.

Por contra, tampoco faltan los que optan por asegurar una poco conocida enemistad o razonamientos de lo más peregrinos para eludir la conversación, como la estancia temporal en un país europeo (sin restricciones conocidas para la conversación telefónica) o la asistencia a unas aparentemente interminables reuniones privadas o actos públicos.

Los que sí aceptan hablar lo hacen casi todos con el compromiso explícito de conservar su anonimato y después de una larga insistencia por parte de quien pregunta y una profunda meditación del que responde. Comparten en muchos casos su sorpresa por la detención, aunque son pocos los que apuestan firmemente por la inocencia de Zaplana, con lo que se conoce de las investigadores que han llevado a la operación Erial.

«No me consta que recibiera ninguna comisión ilegal», asegura un responsable jurídico, que también reitera con educada vehemencia que no le llegó «ningún testimonio» en las décadas que han pasado desde la primera vez que coincidió con él. En otros casos se alega que sus contactos fueron estrictamente profesionales o institucionales, que realmente sólo se sentaron tres o cuatro veces con él, que si ellos eran uno más... a pesar de haber hecho gala durante años de mucha mayor proximidad, especialmente cuando mandaba y tras el reciente reverdecer de su liderazgo, ya fuera de los órganos del partido popular. «¡Cómo podía saber si había comisiones!», clama una habitual del entorno de Zaplana, «quiero pensar que nadie mantiene comportamientos ilegales».

En todo caso, algunos optan por nadar y guardar la ropa. «Yo no hago juicios paralelos. Son los jueces los que tienen las herramientas. Si el juez y la policía han tomado estas medidas, ellos son los que tienen los instrumentos». Aunque otros, a medida que avanza la conversación prefieren que, pase lo que pase, se pase pronto: «espero que se resuelva cuanto antes. No puede ser que la justicia vaya tan lenta».

Es cierto que los que menos pueden negar que estuvieron cerca, son los que más cuestionan las acusaciones que se van conociendo. «Tengo mis dudas de que haya cobrado comisiones. El juez y la policía lo tendrán que demostrar realmente», apunta alguien muy próximo. «Soy muy amigo suyo y estoy sorprendido por todo lo que está pasando y por lo que se dice. Esperemos que salga adelante», comenta otro de los empresarios que dan su opinión ante lo sucedido.

La valoración de su persona y la huella de su paso por el poder valenciano sigue siendo, por contra, positiva para todos ellos con mayor o menor efusividad. «Fue un súper presidente, una bellísima persona y correctísima en todo», asegura el más entregado entre los consultados. «Fue un fenómeno. Hizo despegar a Valencia, porque, hasta que no llegó él, no se hizo la carretera a Madrid», apunta otro patrono que encuentra en un responsable social la nómina de éxitos: «fue quien acabó la A-3 e impulsó la Ciudad de las Artes y las Ciencias. La Comunitat durante su mandato experimentó un crecimiento significativo, pero entre 1997 y 2007 vivimos un periodo muy bueno, fuera el presidente quien fuera», desliza. «Estuvimos a la cabeza de España».

Sobre su escalada al poder, uno de los todavía leales reconoce que le llamó la atención que «ascendió rapidísimamente. Tuvo mucha suerte. Fue muy buen político». Sin embargo, no falta quien hace un balance más duro de su valencianía. «Como presidente fue una figura políticamente relevante para la sociedad valenciana, pero cuando se fue a Madrid, se distanció. Quemó sus naves con Valencia y tuvo una actitud muy distante con todo lo valenciano que me sorprendió».

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