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Génova agrieta el liderazgo de Isabel Bonig

Génova agrieta el liderazgo de Isabel Bonig

Los populares de la Comunitat reprochan a la cúpula nacional su empeño en el control absoluto y la falta de cintura

FERRIOL MOYA

Lunes, 24 de abril 2017, 00:49

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valencia. El fantasma del nombramiento de una gestora en la dirección provincial del PP de Valencia, que el número tres de la dirección nacional del partido, Fernando Martínez- Maillo, dejó caer como sin querer el pasado jueves en una emisora de radio, ha provocado un temblor de máxima dimensión en el PP valenciano.

El espectáculo ofrecido en la junta directiva provincial del miércoles, incapaz de sacar adelante la convocatoria del congreso, derivó en una contundente intervención por parte de Génova, probablemente mucho más allá de lo que merecía la situación de enfrentamiento entre el presidente provincial, Vicente Betoret, y la portavoz de la Diputación y aspirante al liderazgo del partido, Mª Carmen Contelles.

La desmesura en la reacción de la dirección nacional ha disparado las alarmas en el PP valenciano, que se ha apresurado a hacer un llamamiento a la calma, consciente de que sus movimientos son vigilados muy de cerca por la cúpula de los populares. Con todo, esa circunstancia no es exactamente una novedad.

La dirección valenciana lo atribuye a la lentitud con la que Génova asume la nueva realidad. «Los partidos ya no se ganan 5-0. Hay buen 'feeling' con ellos, pero no terminan de acostumbrarse a que alguien les diga que no», señala un cargo del partido.

Isabel Bonig asumió la presidencia del PP valenciano en julio de 2015. El batacazo electoral de mayo había sumido en una profunda crisis a los populares de la Comunitat, además de poner fin a una hegemonía electoral de dos décadas en las principales instituciones valencianas. Génova bendijo la propuesta de los barones del PPCV y cerró la etapa de Alberto Fabra, al que la crisis económica, los casos de corrupción terminaron y la deficiente gestión orgánica terminaron dejando sin apoyos.

Durante su mandato, Fabra experimentó en no pocas ocasiones la desconsideración por parte del Gobierno y de la dirección nacional. Desde aquel anuncio de unas enmiendas pactadas para mejorar las inversiones en la Comunitat previstas en los Presupuestos Generales del Estado (PGE), negado sólo unas horas después por el propio Gobierno, hasta los acuerdos con Cristóbal Montoro que el Ministerio de Hacienda desmentía minutos después, pasando por las maniobras que desde el PPCV, y con el visto bueno de la dirección nacional, terminaron arruinando su liderazgo.

Bonig llegó a la presidencia regional de un partido desmoralizado. En apenas unos meses, tuvo que lidiar además con el terremoto que supuso el caso Imelsa, primero, y Taula, después. La cúpula provincial del partido en Valencia, y nueve de los diez concejales del PP en el Ayuntamiento de la capital se vieron implicados en una investigación judicial que llevó a la dirección de Bonig a plantear la necesidad de abordar la refundación del partido.

La presidenta regional incluso planteó a la dirección nacional la conveniencia de que el congreso del PPCV fuera el primero en celebrarse. Génova desoyó aquel planteamiento, argumentando que otras direcciones regionales podrían seguir el mismo camino antes de las elecciones generales, y ese podía no ser el mejor escenario con el que concurrir a los comicios. El portazo a aquella propuesta, olvidada en un cajón tras comprobar en las citas electorales del 20-D y del 26-J el desgaste del tripartito y la mejora de las expectativas de los populares de la Comunitat, sí que dejó entrever, no obstante, que la dirección nacional no alteraría en exceso la frialdad hacia el PP valenciano que ya había exhibido en la etapa Fabra.

Tras las elecciones generales, ni la composición del Gobierno, ni el segundo escalón del Ejecutivo, ni las designaciones en la dirección del grupo o, más recientemente, en la nueva cúpula del partido, modificaron la percepción de que para Madrid, el PPCV parecía seguir apartado gracias a aquel cordón sanitario que en la etapa de mayor dureza de las investigaciones judiciales contra los cargos del partido provocó que Génova marcara distancias hacia 'lo valenciano'.

Un nuevo PPCV

Hace tres semanas que Isabel Bonig es la presidenta 'de verdad' del PP valenciano. Con una aplastante mayoría, el 94,5% de la militancia saludó el liderazgo de la dirigente popular en el congreso que los populares celebraron en Valencia. Un discurso combativo y aguerrido, unas mejoradas expectativas electorales y el aval de los presidentes provinciales, en especial el de Alicante, José Císcar, permitieron a la dirección valenciana lanzar el argumento de que un nuevo PPCV, con identidad propia, se abría paso.

La apuesta por la regeneración, por la participación de la militancia -refrendada con una enmienda en el congreso nacional- sirvieron de ejes para enarbolar de nuevo la bandera de la fortaleza. Hasta la presencia de Mariano Rajoy y Dolores de Cospedal en el cónclave de los días 1 y 2 de abril fue interpretada como un nuevo refrendo hacia el PP valenciano. Alguna voz, no obstante, quiso entrever que lo que hacia la dirección nacional era menos un gesto de apoyo y más de tutelaje hacia la nueva dirección valenciana.

Las tres semanas que la nueva presidenta regional lleva en el cargo han sido intensas. 'Bonig ya vuela sola' tituló este diario apenas una semana después de su elección, cuando la líder regional mostró su perfil más reivindicativo para cuestionar la escasez de las inversiones en la Comunitat del proyecto de PGE de 2017.

La responsable 'popular' puso a su partido a votar con el resto de grupos de la Cámara una declaración en la que se asumía el maltrato de unas cuentas que recortaban un 33% los datos del ejercicio (electoral) anterior.

Bonig recibió un primer aviso por boca de Rafael Hernando. El portavoz de los populares en el Congreso emplazó a la lideresa valenciana a «leerse bien» los presupuestos, para comprobar que las cuentas no eran negativas para la Comunitat. Una desconsideración en toda regla con la líder valenciana, con la que la dirección nacional pareció no querer asumir que a la presidenta del PPCV le quedaban pocas opciones más que sumarse a un rechazo moderado -en formato de declaración institucional- si lo que pretendía era dotar a su proyecto político de un mínimo de credibilidad. «El PP valenciano puede volver a ser el partido mayoritario en la Comunitat. Lo que no puede es cerrar los ojos y esperar que una mayoría de ciudadanos haga lo mismo», señala un veterano de ese partido.

Pero que la dirección nacional pretende atar en corto a cualquier precio a la presidenta regional se ha comprobado esta semana con meridiana claridad. La sucesión de acontecimientos con la convocatoria del congreso provincial del partido en Valencia como telón de fondo han abierto una brecha entre Génova y el partido en la Comunitat de tanta gravedad que obligó el pasado viernes a la dirección regional a hacer un llamamiento a la calma. Expresiones como «intervenir lo que sea necesario» en boca del número tres de la dirección nacional constituyen un salto cualitativo en las relaciones entre los dos partidos.

«Quieren controlarlo todo»

Desde el PPCV, la interpretación que se hace tiene que ver con la lentitud de la dirección nacional para entender que las cúpulas regionales no pueden limitarse a calcar los planteamientos de Madrid. «La lealtad no puede estar reñida con la defensa de los intereses propios. Nos pegaríamos un tiro en un pie si lo hiciéramos», se subraya.

Los populares valencianos niegan enfrentamiento con Madrid. Pero entre cuadros medios y bases sí que se adivina una falta de complicidad que en ningún caso refuerza el liderazgo de Bonig. «Las demostraciones de fuerza desde la oposición siempre son complicadas», se avisa. El entorno de Bonig lamenta el interés de Génova en controlarlo todo y la falta de cintura. «Ese tiempo ya ha pasado», aseguran.

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