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Se acabó «el martirio» en la Casa del Rey

Se acabó «el martirio» en la Casa del Rey

La absolución de la infanta pone fin a seis años de desasosiego en la Zarzuela, pero no cose la relación con Felipe VI

Ramón Gorriarán

Sábado, 18 de febrero 2017, 00:24

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Con la absolución de la infanta se acabó «un asunto que para nosotros es un poco de martirio», según la definición acuñada en enero de 2014 por el entonces jefe de la Casa del Rey, Rafael Spottorno. El paso por los tribunales de Cristina de Borbón a cuenta del 'caso Nóos' ha sido «una tortura» en la Zarzuela en las palabras menos diplomáticas de un exalto cargo de esa casa que asistió en primera fila al estallido y los primeros pasos procesales del escándalo.

Martirio o tortura, los Reyes no dieron ninguna pista sobre cómo habían encajado la absolución de la infanta y la condena a Iñaki Urdangarin. Recibieron la noticia mientras inauguraban en el museo Thyssen de Madrid una muestra de pintura húngara junto al presidente de ese país, János Áder, y su esposa. Repartieron sonrisas y saludos, pero no dijeron ni media palabra a pesar de los requerimientos de los medios de comunicación. Tras pasar una hora de visita ante los cuadros y posar para las fotografías de rigor, abandonaron la pinacoteca y regresaron al palacio de la Zarzuela para comer junto al gobernante húngaro y su señora.

Si los Reyes se refugiaron en el silencio, la Casa del Rey se limitó a mostrar su «absoluto respeto a la independencia del poder judicial». Nada más. Atrás quedaron los tiempos en que la Zarzuela comentaba las decisiones judiciales referidas a la infanta, como cuando mostró su «sorpresa por el cambio de posición» del instructor José Castro, que en abril de 2013 decidió imputar a Cristina de Borbón. Comentario que le acarreó numerosas críticas por la intromisión en las resoluciones judiciales.

Desde entonces, y salvo algún comentario valorativo aislado como el de Spottorno y el martirio, se impuso en la Casa del Rey una férrea ley del silencio, y los únicos comentarios han sido para mostrar respeto a la independencia judicial.

Cómo gestionar el fraude de Iñaki Urdangarin a las administraciones de Baleares y la Comunidad Valenciana y las implicaciones de su esposa en ellos, junto a la copropiedad de Aizoon, ha sido durante los últimos seis años un quebradero de cabeza para la Corona. Ha sido un problema tan serio que los expertos en asuntos monárquicos no se ponen de acuerdo si fue el detonante para la abdicación de Juan Carlos I en 2014 o si lo fue la accidentada escapada de caza a Bostwana y la aparición en público de su amiga y princesa alemana Corinna zu Sayn-Wittgenstein. Es muy posible que fuera la conjunción de ambos.

El conocimiento de la Casa Real de los negocios de Urdangarin ha sido el gran motivo de discordia y distanciamiento. En la Zarzuela primero sorprendió y después indignó, según fuentes conocedoras de los entresijos reales, que tanto la infanta como su marido escogieran como línea de defensa en el juicio celebrado hace ocho meses el argumento de que don Juan Carlos y altos cargos suyos estaban al corriente, y hasta supervisaban, las actividades del Instituto Nóos. Citaron a Carlos García Revenga, secretario de las infantas, José Manuel Fontao, asesor legal del jefe del Estado, y Federico Rubio, alto funcionario de Hacienda que supervisa las cuentas y las declaraciones de la renta en la Zarzuela. La Casa del Rey ha negado siempre que hubiera un control reglado de la actividad laboral del matrimonio Urdangarin-Borbón y que si hubo alguna colaboración fue por amistad y a título personal.

Navidades calientes

El enfado por lo dicho en el juicio fue el desenlace inevitable a una relación que ha sufrido un deterioro paulatino en los últimos seis años. El estallido del escándalo con el registro ordenado por la Fiscalía Anticorrupción el 7 de noviembre de 2011 de la sede del Instituto Nóos en Barcelona cogió en la inopia a la Zarzuela, que no supo qué decir y se ciñó al «respeto» por la decisión. Urdangarin, cuya última aparición en público con la Familia Real fue en el desfile militar del 12 de octubre de ese año, emitió cuatro días después del registro un comunicado en el que lamentaba el daño que su actividad profesional podía causar a la Corona y defendió su «honorabilidad e inocencia».

Pero la Casa del Rey recabó información y ató cabos con el resultado de que el 12 diciembre anunció que apartaba al marido de la infanta de la agenda real por su comportamiento «no ejemplar». En su mensaje navideño, el Rey dejó el aviso de que «la justicia es igual para todos».

Para entonces el nerviosismo era palpable en la Zarzuela, y se agudizó a medida que avanzaba la instrucción del juez José Castro que, para pasmo de la Casa Real, imputó a la infanta. El Rey se movía entonces atrapado en su doble condición de padre de Cristina y máximo representante de la Corona. Pocas semanas antes de la abdicación, se hace saber a la infanta que tiene dos salidas, el divorcio o la renuncia a sus derechos dinásticas como sexta en la línea de sucesión al trono. No acepta ninguna de las dos.

La fractura total llega con la proclamación de Felipe VI el 19 de junio de 2014, momento en que Cristina de Borbón deja de formar parte de la familia real. Su hermano rompe todos los puentes, le retira en julio de 2015 el ducado de Palma y desde entonces solo han coincidido por obligación familiar en el funeral de Kardam de Bulgaria. La absolución, dicen en la Zarzuela, no va a hacer que vuelvan los tiempos de la familia feliz.

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