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Pedro Sánchez no era partidario de unas terceras elecciones el 26 de mayo.
Cuando Pedro Sánchez no era tan rojo

Cuando Pedro Sánchez no era tan rojo

El exsecretario general del PSOE se mostró en su entrevista con Évole como un héroe del progresismo, víctima de los poderes fácticos del país; pero la hemeroteca le traiciona

Paula De las Heras

Lunes, 31 de octubre 2016, 14:32

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Pedro Sánchez aprovechó ayer su entrevista con Jordi Évole, en La Sexta, para lanzar la campaña personal con la que pretende recuperar la secretaría general del PSOE. El ahora simple afiliado socialista ha declarado la guerra la dirección interina del partido -o lo que es lo mismo, a Susana Díaz- y está persuadido de que para ganar debe servirse de la desazón que se ha apoderado de buena parte de las bases tras la decisión del Comité Federal de permitir un Gobierno de Mariano Rajoy para evitar terceras elecciones. Eso explica por qué, en 'Salvados', mostró un perfil mucho más a la izquierda del que mantuvo durante sus poco más de dos años de liderazgo. Un perfil más acorde con la figura de héroe o mártir de los militantes a la que fía su éxito.

Sánchez no sólo cargó contra el Ibex al insinuar que son los grandes poderes económicos los que están destrás de su caída como máximo responsable del PSOE sino que defendió que uno de sus principales errores como secretario general fue haber acusado a Podemos de 'populista y que nunca debió haber firmado un acuerdo de Gobierno con Ciudadanos antes que con la formación de Pablo Iglesias, se erigió en gran defensor de la pluralidad nacional de España y afirmó que si mantuvo hasta el final su 'no' a la investidura de Mariano Rajoy fue porque considera importante hacer "honor a la palabra dada" a sus votantes.

En realidad, sus votantes le oyeron decir otras muchas cosas en campaña. El 26 de mayo, precisamente ante un nutrido grupo de empresarios, el entonces candidato socialista a la Moncloa prometió "para tranquilizar a todos los españoles" que no habría terceras elecciones. "Habrá un Gobierno después del 26 de junio", garantizó.

No fue la única vez que hizo una afirmación semejante. A apenas diez días para que se celebraran los comicios de junio, Sánchez defendió en Los Desayunos de TVE que, para evitar el bloqueo institucional, los partidos debían comprometerse a dejar gobernar a aquel que fuera capaz de sumar más diputados tras de sí, es decir, exactamente lo que ha acabado haciendo ahora el PSOE. El 1 de octubre dimitió por lo contrario y este sábado renunció al acta para no asumir esa posición que él mismo exigía hace menos de cinco meses.

La hemeroteca está plagada de reproches de Sánchez a Podemos, con quien ahora dice que hay que trabajar "codo con codo". Pero en la entrevista de Évole el exsecretario general del PSOE también dijo que fue un "error" aceptar las limitaciones a hablar con los independentistas, impuestas por los barones en el Comité Federal que siguió a las elecciones del día 20. Aquello estrechó mucho las posibilidades de conformar un Gobierno alternativo al de Mariano Rajoy. Pero, en febrero, después de que el líder del PP declinara la propuesta del Rey y él anunciara su intención de intentarlo, aseguró que no era su partido quien le impedía sentarse con quienes querían fracturar España (y con quienes luego, por cierto, se sentó), sino sus "convicciones".

Ahora que su campaña no es para presidir el Ejecutivo, sino para volver a hacerse con la secretaría general, Sánchez está dispuesto a hacer guiños a los socialistas catalanes -uno de sus principales apoyos en los últimos meses- que antes no se planteaba. Así, anoche defendió que "Cataluña es una nación" y abogó porque así se la reconozca en Constitución, para "se sienta integrada dentro de España". Hace poco más de un año, después de que Felipe González defendiera en una entrevista en La Vanguardia el reconocimiento de "la identidad" catalana, él descartó de manera expresa esa posibilidad con el argumento de que en Cataluña "no hay un problema de definición de lo que somos".

El defenestrado líder hace ahora bandera de la democracia directa. Durante sus años de mandato, la ha usado como una herramienta para sortear el control del que, según los estatutos del PSOE, es el máximo órgano de decisión entre Congresos, el Comité Federal (y de los barones que llevaban meses tratando de derribarle). Lo hizo, por ejemplo, cuando sometió a las bases su acuerdo con Ciudadanos. Pero cuando lo ha creído conveniente, Sánchez ha glosado las virtudes de la democracia directa frente a la representativa. Al calor del referéndum del Brexit, el 24 de junio, solo dos días antes de las elecciones, llegó a tachar incluso de "irresponsabilidad" que se trata de resolver "asuntos complejos" que deben ser abordados "desde la política" mediante consultas "en forma de decisión binaria sí o no". Algo que, precisamente, pretendía hacer al trasladar a las bases del partido la decisión sobre una abstención en la investidura de Mariano Rajoy o un voto en contra.

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