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Los diputados del PP, ayer, exhiben senyeras tras la derogación de la Ley de Señas de Identidad. :: JESÚS SIGNES
La Ley de Señas de Identidad se deroga entre acusaciones del PP al PSPV de «traición»

La Ley de Señas de Identidad se deroga entre acusaciones del PP al PSPV de «traición»

Los populares se quedan solos en una votación en la que Ciudadanos se divide entre la abstención y el apoyo al final de la normativa

F. RICÓS/BURGUERA

Viernes, 15 de enero 2016, 00:07

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Una treintena de senyeras culminaron ayer el debate en el que se aprobó la derogación de la Ley de Señas de Identidad. Los populares, que una hora antes habían exhibido su espíritu más institucional tendiendo su mano a Puig para sostener a un Consell socialista sin Compromís y Podemos, demostraron que cada día se mueven con más soltura en el lenguaje de una oposición batalladora. Lejos queda ya la idea de que el Pacto del Botánico daría para poquitos meses. El PP ya ha asumido que al Ejecutivo actual le queda cuerda para una temporada y ayer actuaron como opositores, a la par que valencianistas, agitadores de Les Corts. Socialistas, nacionalista y podemistas derogaron la ley aprobada a pocos meses de que las urnas impidiesen a Fabra repetir al frente del Consell.

Los populares se quedaron ayer solos en su defensa de la normativa, ya que el otro grupo en la oposición, Ciudadanos, también escenificó su situación, entre dos aguas externa e internamente. Los diputados de C's se partieron por la mitad. El parlamentario Antonio Subiela justificó que la mitad de ellos votase por la derogación y la otra parte se abstuviese asegurando que de esa manera mostraban tanto su rechazo a la ley eliminada como su talante vigilante para que la izquierda no promueva otra normativa similar.

Sin embargo, fuentes de Ciudadanos aseguraron que, con el sentido del voto dividido se contentaba a una parte del grupo parlamentario que no estaba de acuerdo con apoyar al Consell ni situarse junto a partidos como Compromís, donde varios de sus diputados manifiestan abiertamente ideas marcadamente nacionalistas y hasta independentistas. Precisamente, el talante de Compromís y la sintonía que el PSPV muestra hacia esa sensibilidad fue utilizada como ariete por el popular Jorge Bellver para rechazar las razones por las cuales se deroga la ley. «Traición», fue el término reiteradamente utilizado por Bellver para referirse al modo en que se ponía fin a la normativa sobre las señas de identidad. El parlamentario del PP arrancó su defensa de las señas de identidad recordando manifestaciones abiertamente nacionalistas de diputados como Josep Nadal (cantante de la Gossa Sorda, a quien Bellver le recordó que en internet ha lamentado, sobre la senyera, «el blau dels collons»), así como la defensa del independentismo del conseller Vicent Marzà unos meses antes de formar parte del Consell. El titular de Educación, que tiene la lección muy bien aprendida, no entró al trapo, si bien Nadal sí afirmó que su intención «no es hablar mal de la Senyera sino del modo en que el PP abusa de ella». Dentro de las líneas argumentales de cada uno, no hubo exabruptos, si bien las acusaciones fueron de grueso calibre. Todos los derogadores de la ley consideraron que la normativa nació con intenciones electorales y abundaron en la idea de que «traición a los valencianos» son los casos de corrupción que afectan a los populares.

El PP afeó al PSPV que se alinease con nacionalistas y podemistas «porque de ellos nos lo esperábamos pero no entendemos la posición ni de los socialistas ni de Ciudadanos, porque saben que con su voto están traicionando a los valencianos», según Bellver, quien consideró que el debate de ayer demostraba que su partido «es el único en la Cámara que defiende, protege y difunde la cultura valenciana». El diputado popular insistió varias veces en que la derogación se produce «después de las elecciones generales, porque antes no se atrevían por el miedo del PSPV a perder votos». Una vez se produjo la votación, los populares, que habían avisado a los fotógrafos, desplegaron las senyeras y recibieron un irónico aplauso del resto.

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