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Zaplana y Julio Iglesias, durante la búsqueda de un chalé para el cantante en Altea en 1999.
El imperio del César de Benidorm

El imperio del César de Benidorm

Zaplana impulsó la hoy polémica Acadèmia y proyectos de suerte dispar: Terra Mítica y la Ciudad de las Ciencias

Arturo Checa

Martes, 2 de junio 2015, 20:43

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Unos que nacen, otros morirán; unos que ríen, otros llorarán; aguas sin cauces, ríos sin mar; penas y glorias, guerras y paz". Así arrancaba La vida sigue igual, el tema con el que Julio Iglesias ganó el Festival de Benidorm en 1968 y que suponía el comienzo de su salto al estrellato planetario. Eduardo Zaplana era entonces sólo un niño que correteaba en pantalón corto por su Cartagena natal. Benidorm sería también en unos años su trampolín al estrellato. Y el triángulo Zaplana-Iglesias-Benidorm, el simbólico epicentro de la carrera del presidente regional más longevo del PPCV (11 años, de 1993 a 2004), el jefe del Consell que -junto a Joan Lerma- afrontó la batalla de la lengua y el primer aspirante popular que logró cosechar más del 50% de los votos en las elecciones. Una singladura de penas y glorias, risas y llantos, guerras y paces.

Cuatro años ocupó el cartagenero la alcaldía de la capital turística de la Comunitat. Y allí apareció el que sería otra de las constantes durante su etapa como Molt Honorable: la polémica. Una docena de querellas acumuló como alcalde. Todas archivadas. Hasta le salpicó la investigación del caso Naseiro, cerrado judicialmente al declararse nulas las escuchas en las que se hablaban de supuestas comisiones urbanísticas, y la filtración de una conversación con Vicente Sanz, entonces alto cargo del Partido Popular y hoy imputado por presunto acoso sexual a trabajadoras de la extinta RTVV durante su etapa como secretario general. "Estoy en política para forrarme", es la frase que aún hoy muchos, sobre todo en los ombliguistas medios nacionales, atribuyen a Zaplana y que en realidad salió de boca de Sanz. "He salido de política sin mácula judicial", fue la frase, esta sí suya, que pronunció el año pasado. Aunque balas rozando no le han faltado...

Separar lo político de lo íntimo en Zaplana es tan complicado como desligar su nombre del personalismo que infundió a su cargo de presidente del Consell. Aún hoy se habla de zaplanistas, como luego por extensión se hizo de los campistas y los fabristas. El César de Benidorm no tardó en extender su corte. Aunque el paso definitivo hacia el trono hubiera sido imposible sin Vicente González Lizondo, su Unió Valenciana y el pacto del pollo que permitió la mayoría absoluta tras las autonómicas de 1995.

La imagen de Julito

La simbiosis entre PP y UV fue beneficiosa para ambos, aunque algunos piensen que UV acabó siendo víctima de un parasitismo. Zaplana y los populares asaltaron definitivamente el granero socialista y ya no lo abandonarían hasta el reciente batacazo del 24M. El valencianismo político alcanzó unas cotas de poder (la cartera de Agricultura y Medio Ambiente para María Ángeles Ramón Llin, quien luego se mudaría al PP, y la presidencia de Les Corts para Lizondo y luego Héctor Villalba) que de otra forma difícilmente habría logrado. Pero muchos consideraron una traición el pacto, la conexión con el sentimiento valencianista del pueblo se fue perdiendo y UV inició una agónica desintegración que consumó la muerte del irrepetible Lizondo en 1999.

"Tú nunca me has querido, ya lo ves; que nunca he sido tuyo, ya lo sé; fue sólo por orgullo ese querer", reza otra de las letras de Julio Iglesias en Hey, la que podría ser una de las bandas sonoras de la estrecha relación que en sus años de Gobierno se estableció entre Eduardo Zaplana y Julito. Basta ver una de las fotografías que acompañan a este reportaje. Iglesias y Zaplana como dos colegas riendo y dándose palmadas en la espalda durante una visita del multinacional cantante a Altea, a la caza de un apartamento en el que pasar sus vacaciones.

El solista fue una de las polémicas puntas de lanza del Gobierno popular para impulsar la imagen exterior de la Comunitat y potenciar el turismo. Iglesias paseó su palmito por medio mundo como prima donna del IVEX, el recién creado Instituto Valenciano de la Exportación. Otro filón de polémica, con la fuga y juicio a José María Tabares y el cobro de cuatro millones por Julito. Con Benidorm en el corazón, a la fuerza el turismo iba a ser una de las obsesiones de Zaplana en su mandato. Creó el Consell de Turismo. Y despegó el faraónico proyecto de Terra Mítica. Inaugurado en 2000 por el entonces Príncipe Felipe, con el boato de ir a convertirse en el mayor de Europa, cuatro años después entraba en suspensión de pagos. Su presente más mediático es hoy el macrojuicio por el supuesto pago de cuatro millones durante su construcción por trabajos inexistentes.

Pero en la era Zaplana también arrancó el que hoy es uno de los símbolos de Valencia: la Ciudad de las Artes y las Ciencias. Un conjunto arquitectónico que ya a finales de los 90 sirvió para que The Times lo comparara con hitos del diseño urbanístico como el Museo Getty de Los Ángeles. Un proyecto que, tras los súper millonarios sobrecostes de Catalana, ha sido uno de los manidos argumentos utilizados por los partidos de izquierda para cargar contra los populares. La clásica amnesia de la política, porque la idea de "construir un museo científico en el Jardín del Turia" fue decidido ya en 1989 por el Consell de Joan Lerma, quien en 1991 aprobó la cesión de terrenos.

Y tenía que ser un forastero, un cartaginés no metido en jardines lingüísticos, el que pacificara la guerra de la lengua en la Comunitat. Aunque fuera de aquella manera... "Valencia estaba tremendamente crispada en 1995", recordaba años después el ya expresidente. Y bajo su mandato nació la Acadèmia Valenciana de la Llengua (AVL). Aunque fuera, según sostienen las crónicas no oficiosas, por encargo de José María Aznar, como contraprestación a las exigencias de Jordi Pujol a cambio de proporcionar este los necesarios votos de CIU a la investidura de Aznar como nuevo presidente del Gobierno. "No pacté nada con Jordi Pujol ni Aznar me dijo que tuviera que hablar nada que tuviera que ver con la Comunitat", negó Zaplana en una entrevista a LAS PROVINCIAS hace unos meses. Lo cierto es que la AVL jugó su papel pacificador, pero su espíritu ha llegado hasta nuestros días, cuando la guerra institucional volvió a encenderse al equiparar la Acadèmia valenciano y catalán en su diccionario.

Aznar volvió a cruzarse en su camino en 2002. Zaplana dio el salto a la política nacional como ministro de Trabajo. Su puesto lo ocupó durante un año el breve José Luis Olivas, al que la mayoría de ciudadanos de hoy recordará más por su imputación en el escándalo Bankia que por su escueto paso por la Generalitat. Y llegó la era Camps.

Claro que los hechos demuestran que en realidad Zaplana nunca dejó la Comunitat. Sus encuentros con Alberto Fabra, Isabel Bonig o destacados populares alicantinos tras la marcha de Sonia Castedo, publicados en medios en los últimos tiempos, demuestran que la sombra de los zaplanistas sigue siendo muy alargada. Si ya lo dice Julito Iglesias en Bamboleo: "Caballo de la sabana, porque está viejo y cansado; pero no se dan ni cuenta, que un corazón amarrao; cuando le sueltan la rienda es caballo desbocao. Y si una potra alazana, caballo viejo se encuentra; el pecho se le desgrana y no hace caso a falseta: y no le obedece a un freno ni lo para falsa rienda".

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