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Ignacio Urquizu y Belén Barreiro nos hablan de la 'cocina' de las encuestas.
Así se 'cocinan' las encuestas electorales

Así se 'cocinan' las encuestas electorales

Cada vez que un medio de comunicación publica un sondeo, las redes sociales bullen, los comentarios en la calle se suceden y los partidos políticos tiemblan... o lo celebran

María Eugenia Alonso

Jueves, 7 de mayo 2015, 21:21

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No dejan a nadie indiferente. Desde los tempraneros comentaristas de la radio, hasta los tertulianos del café de la oficina, pasando por los siempre entendidos analistas de la barra del bar; cuando se publican, todos hablan de lo mismo. En los últimos meses el interés de los españoles por las encuestas electorales se ha disparado y todos quieren opinar. Lo hemos medido en distintos momentos y lo que en realidad pasa ahora es que hay más interés por la política en general, admite Belén Barreiro, directora del Laboratorio Fundación Alternativas y fundadora de MyWord, firma de estudios online.

La última encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), cuyos resultados han salido a la luz este jueves amargando el desayuno a unos y dando alas a los otros, muestran un escenario político hasta ahora inédito en el que los partidos mayoritarios, PP y PSOE, comparten su protagonismo con los más nuevos, Podemos y Ciudadanos, una de las razones de este aumento del interés por los sondeos. El análisis oficial de los datos concluye que el Partido Popular de Mariano Rajoy volvería a ganar las elecciones generales si se celebraran ahora con 1,3 puntos de ventaja sobre el Partidos Socialista y 9,1 sobre la formación de Pablo Iglesias, que se ha desplomado en más de siete puntos sobre el anterior barómetro. La encuesta no es una bola de cristal que te dice tal partido va a sacar tanto por ciento de voto. Sirve para marcar tendencia, puntualiza Barreiro, exdirectora del CIS. Pero ¿qué diferencia hay entre un dato y otro?

La respuesta es la cocina. La empresas demoscópicas realizan una serie de entrevistas con las que obtienen unos datos brutos que llaman intención directa de voto y que incluye también el porcentaje de las personas que no saben qué van a votar, además de los que señalan que van a abstenerse o a votar nulo. Pero, casi siempre, las encuestas tratan de ir más allá e intentan obtener una radiografía de lo que sucedería si las elecciones se celebraran en ese momento. Y para aproximarse a ese pronóstico, deben cocinar los datos, que no es más que intentar indagar qué te quieren decir los entrevistados, nos explica Ignacio Urquizu, sociólogo y excoordinador del seminario de análisis político de Metroscopia.

Aunque esta palabra remite más bien a la manipulación, la cocina de las encuestas pretende justo lo contrario: evitar las respuestas que tienen mayores visos de no corresponderse al deseo que cabe esperar de quien la emite. Pongamos un ejemplo: si una persona manifiesta que ha votado siempre al Partido Socialista, es menos creíble si, respondiendo una encuesta, manifiesta que no lo va a hacer en las próximas. Al menos, existen más posibilidades que a última hora se arrepienta y vuelva a votar como ha hecho siempre.

¿Cómo se cocinan?

En ese proceso culinario, las empresas encuestadoras utilizan dos ingredientes: la imputación y la ponderación. Para cocinar el primero, las firmas encuestadoras utilizan unos condimentos que también recogen en la misma encuesta y que constituyen lo que llamamos el recuerdo de voto. A las personas entrevistadas se les pregunta, además de a quién van a votar, a qué formaciones votaron en elecciones recientes. De esa manera, se puede aproximar la procedencia política de esos electores y, sobre todo, qué evolución han seguido últimamente. A partir de ello, se imputa el voto de algunos o todos los indecisos.

El segundo ingrediente tiene que ver con el voto oculto, que hace referencia a un porcentaje de personas que mienten en las encuestas (bien en la afirmación de cuál será su voto, bien en el recuerdo de su voto anterior). No sólo pueden señalar que votaron una opción diferente, sino también que se abstuvieron cuando sí votaron, o al revés, explica Urquizu. ¿Pero cómo se mide algo tan intangible como la mentira? El indicador principal es el recuerdo de voto. Cuando el 55% de los encuestados te dice que votó a un partido por el que en realidad votó el 70% descubres que, en realidad, hay un 30% de mentirosos, razona Urquizu. Dado que cada elección tiene un contexto diferente, es difícil estimar el peso de este voto oculto. Pero, a partir de esa estimación las empresas aplican un correctivo a los datos.

Para este sociólogo y profesor de la Universidad Complutense, intentar interpretar qué es lo que te dice la gente no es un trabajo nada fácil. El clima político actual es particularmente convulso y eso presenta un reto a la hora de hacer predicciones: el voto oculto aumenta, un nuevo partido irrumpe con fuerza, y los indecisos son cada vez más. ¿Cuánto hay de verdad y cuánto de deseo en este tipo de encuestas? Esa es la pregunta del millón. Y cuya respuesta es sin duda la que más preocupa en estos momentos a los asesores de PP, PSOE y por supuesto Podemos.

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