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El juez Pablo Ruz, fotografiado a su llegada a las dependencias de la Audiencia Nacional, en la calle Prim.
Pablo Ruz, el juez en la escalera

Pablo Ruz, el juez en la escalera

Urgido por su relevo a cerrar las investigaciones del 'caso Gürtel', Ruz prepara su regreso a un segundo plano. Retrato de un hombre de familia, católico, 'merengón' y fan de Extremoduro y Sabina

julián médez

Sábado, 17 de enero 2015, 21:47

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El hombre, joven y delgado, avanzaba buscando un hueco entre la multitud que se apiñaba en las aceras para contemplar la Cabalgata de los Reyes Magos. Un par de detalles hacían singular al tipo del abrigo. Cargaba con una escalera plegable sobre los hombros y era seguido por cuatro chiquillos apresurados. Cuando descubrió un espacio, armó el artilugio y los niños se encaramaron al andamio portátil para ver a sus majestades desde una posición privilegiada.

Los detalles de un magistrado

  • Un despacho de otro siglo «Es el lugar donde yo vivo». Con esa frase Pablo Ruz define su despacho de la Audiencia Nacional, que ocupa de forma provisional. Ante familiares y discapacitados que pedían un mejor acceso a la Justicia (en todos los sentidos), Ruz reconoció que desarrolla sus funciones en un edificio «inadaptado para un empleado que deba respetar las normas de higiene en el trabajo».

  • El futuro del juez El juez Miguel Carmona (actual enlace judicial con el Reino Unido) es el titular del Juzgado que ocupa Ruz en comisión de servicios. El Consejo General del Poder Judicial sacó la plaza a concurso en diciembre pasado. Dado que Carmona se jubila, la plaza será asignada a los magistrados que la soliciten. En el proceso primará la antigüedad y el CGPJ nombrará al más antiguo de los solicitantes. Ruz deberá regresar entonces al número 4 de Móstoles, uno de esos tribunales de instrucción que el magistrado califica de «trincheras» de la Justicia, con causas civiles y penales. Cabe la posibilidad de que continúe como juez de refuerzo en la Audiencia para concluir los sumarios avanzados y en curso.

  • Acusaciones particulares Ruz expulsó de la causa del 'caso Gürtel' al Partido Popular por considerar que entorpecía la instrucción. La Comunidad de Madrid ha pedido ya 18 años de prisión para Francisco Correa y 22 para el exvicepresidente madrileño Alberto López Viejo (PP) y reclama 4,9 millones por perjuicios.

El hombre de la escalera era Pablo Rafael Ruz Gutiérrez (Madrid, 1975), el juez instructor del 'caso Gürtel', posiblemente, y a su pesar, el magistrado más mediático del país. En comisión de servicios desde junio de 2010 en el Juzgado Central de Instrucción número 5 de la Audiencia Nacional, que ocupó Baltasar Garzón, en la memoria de su ordenador se apilan algunos de los casos más notorios de la reciente historia judicial española: Faisán, Bárcenas, SGAE, De Juana Chaos, Pujol, Neymar...

De Ruz, un trabajador infatigable, tímido y discreto en extremo, puede decirse que solo habla a través de sus causas, unos artefactos jurídicos muy fundamentados y trufados de sentencias y citas del Tribunal Supremo, una armadura doctrinal que persigue blindar sus actuaciones ante los sabuesos de los mejores bufetes de España. Dicen que no deja de leer ningún papel ni documento y que no da un paso sin contar antes con el apoyo de su fiscal. Un hombre prudente, de los que no dan puntada sin hilo, y al que, sin embargo, algunos acusan de inseguridad por el tiempo que emplea en armar sus piezas.

Una vez que la plaza que ocupa de forma interina ha salido a concurso (y su puesto, el 3.335 en el actual escalafón de Justicia, le aleja ineludiblemente de competir por el juzgado número 5), el magistrado ha urgido a la Agencia Tributaria y a la Intervención General del Estado para que le remitan antes del 28 de febrero siete informes necesarios para cerrar cuatro de las investigaciones abiertas por las supuestas tramas del caso Gürtel: la red de corrupción política vinculada al Partido Popular y cuya cabeza visible es el empresario Francisco Correa. A Ruz le falta tiempo y le sobra trabajo.

Quienes le conocen se deshacen en elogios sobre su humildad, su gusto por el detalle y su sensibilidad hacia los más débiles. «Es sencillo, amable y nada arrogante, característica, por cierto, bastante frecuente en los jueces», le retrata un amigo abogado. «Concibe la judicatura como un servicio público. Víctimas, denunciados, presos, abogados, fiscales, funcionarios, peritos... todos deben ser tratados con el mismo respeto y garantizando sus derechos». Jamás se le ha escuchado una palabra más alta que otra y el mal genio parece desterrado del ADN de este abogado minucioso y paciente, que decora su despacho con un dibujo, lúgubre y ceniciento, realizado por una víctima del Holocausto. Cerca, y como contrapunto de color, una filigrana pintada por sus hijos.

Aunque nacido en Madrid, los orígenes y las querencias de Pablo Ruz Gutiérrez están en Cantabria. Su madre, María Dolores, procede del valle de Liébana. En Potes, sus tíos Ceto y Ángel poseen un par de ferreterías y un bazar. Ruz ha pasado muchas de sus vacaciones en la comarca. Caminante, le gusta andar por los puertos de Pineda, junto al Carrión, y recorrer los prados donde pastan las reses que los paisanos de Vega y Cabezón de Liébana suben en verano. Cuando toca playa, San Vicente de la Barquera.

El bofetón de las celdas

Pablo Ruz es hijo de un abogado de empresa. Su abuelo fue inspector de impuestos y vocal del Tribunal de Cuentas. Tuvo un bisabuelo juez y un tío notario. Estudió en el Colegio Véritas, de la Institución Teresiana, muy cerca de Prado del Rey. Completó Derecho en la Universidad Pontificia de Comillas y obtuvo en Icade un grado E-1, que combina las materias propias de la carrera con un diploma 'in Business Law'.

Católico, Ruz, que ya cooperaba con comunidades cristianas de base, se convirtió en quinto de carrera en colaborador de Julián Carlos Ríos, su profesor de Derecho Penitenciario. Ríos preparaba Mirando el abismo, un análisis crítico, mediante entrevistas a los internos, de la situación que vivían los llamados reclusos en primer grado y, en particular, los encuadrados en los llamados Ficheros de Internos de Especial Seguimiento (Fies).

El descubrimiento de la realidad de las cárceles (esos presos tenían intervenidas las comunicaciones y la correspondencia, eran trasladados y cacheados de continuo y algunos pasaban hasta 21 horas en la celda) ayudó a Ruz a moldear su idea de la Justicia. «Escuchar la voz de las personas privadas de libertad le permitió conocer las graves consecuencias que tiene la aplicación de la ley penal en los ciudadanos, en concreto la cárcel; eso le llevó desde el inicio a un exquisito respeto y trato por las personas imputadas y sus derechos», dice Ríos. El juez forma parte del colectivo Otro Derecho Penal es Posible y colabora en los documentos de estudio de este colectivo. La cárcel, piensa, es lo último. «Ruz es un hombre convencido de la importancia del cumplimiento de la ley, seguidor de su conciencia y, por tanto, insobornable a presiones de cualquier tipo», le retrata Julián Ríos.

Familiar y musical

El magistrado ingresó en la carrera judicial en mayo de 2003, con 28 años. Su preparador para la oposición fue Jaime Ruiz, número dos de la Fiscalía del Estado durante el mandato del dimitido Eduardo Torres Dulce. «A Ruz le gusta el trabajo de instrucción, ir recabando indicios, solucionando problemas desde el inicio... siempre con exquisito rigor procesal. Es un juez muy garantista», cuenta un abogado que le trató durante los casi dos años que pasó en el Juzgado número 1 de Bilbao.

Seguidor confeso del Real Madrid (una querencia que tuvo que moderar durante la instrucción del caso Neymar), juega a fútbol cada vez que puede y lleva a sus cuatro hijos (todos varones) a los entrenamientos y a los partidos de fin de semana. Está casado con Ana, una alta funcionaria de la Comunidad de Madrid, y dicen que la pareja es un ejemplo de «conciliación familiar». Ruz cocina en casa, le gusta llevar a los críos al colegio y colaborar en sus deberes cada vez que puede. Para compensar esas horas, se lleva mucho trabajo a casa. Estudia los sumarios después de acostar a los niños y los fines de semana. «Lleva la vida familiar en igualdad de condiciones que su mujer», resume un amigo. La familia, ha reconocido Ruz, es «lo más importante» de su vida, su auténtico «cable a tierra».

El magistrado es usuario convencido de la sanidad pública y sus hijos acuden al ambulatorio cuando lo precisan. Por razón del cargo tiene a su disposición un coche de acompañamiento (y tuvo escolta), pero usa el transporte público y vive cerca del tren.

Pablo Ruz toca la guitarra y es muy aficionado a la música. Escucha a cantautores (en especial a Joaquín Sabina) y, sorpresa, es también seguidor del 'rock transgresivo' de Extremoduro. El juez estuvo con su esposa y unos amigos en el famoso 'conciertus interruptus' de Sabina del pasado 13 de diciembre en el Palacio de los Deportes y solo la Pastora Soler del artista jienense (que se ha mostrado impresionado por la tarea de Ruz) impidió al grupo acercarse a saludarle a los camerinos.

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